Zachcarías Losher me tiene entre sus brazos delgados de piel grisácea, sus uñas me causan cosquillas en mi abdomen desnudo. Miro sus ojos, ojos que antes comparaba con la historia de la muerte, pero me parece que le había otorgado ese título a otro. Ahora cuando lo miro solo veo un vacío lleno de crueldad.
—Estarás a mi lado, sin inclinar la cabeza ante otros, seré tu único señor y servirás a mí con sumisión. Te voy a dar todo lo que yo no tengo, serás todo lo que yo no puedo. Tú serás mi nueva vida —su aliento podrido me ahoga.
Intento detener su mano, alejarla de mi piel, pero no importa lo que haga sigo sintiendo su toque, sus uñas. Y su voz no se detiene: —Estaré contigo, en cada paso que des y nunca dirás tu nombre porque tú no posees uno. Tú no posees nada, yo te poseo a ti. Hasta el final de tu vida y lo que venga después. Siempre serás mía.
—No —gruño sin voz.
Siento la garganta apretada, como si quisiera vomitar fuego.
Zachcarías sonríe.
—Eres mía. Yo te hice para que me sirvieras y eso es lo que harás.
—Tú estás muerto —siseo—. Yo nunca te serviré.
—Lo hiciste, me serviste —se inclina para besarme el rostro, cierro mis ojos con fuerza—. La vida y la muerte están hechas de lo mismo, en un mundo roto una vida trae de regreso a otra. Estoy muerto, muerto —se carcajea—. Y mira al mundo, sigue estando en la palma de mi mano.
Me retuerzo, quiero liberarme matarlo, destruirlo, lo que sea. Y no puedo. Es como si estuviera en una…pesadilla.
—Lo hiciste —abro mis ojos—. Me creaste, soy lo mismo que tú, más capaz, más viva —su boca se aplana—. Te creías un dios y ahora no eres más que un fantasma, pero yo sigo aquí, mi corazón late en mi pecho todavía.
—Ten cuidado con el dios que camina entre los mortales —masculla.
—Si un dios está caminando entre nosotros que tenga cuidado con quien puede tocarlos, porque los haré pagar por cada día en que les serví y no contestaron.
*****
El olor a sangre me despierta, pero me encuentro paralizada, no soy capaz de mover ninguno de mis miembros, solo puedo abrir mis ojos. Al principio la luz me quema, pero el efecto pasa rápido ante mi necesidad de saber dónde estoy y qué es lo que sucede.
Todo lo que me rodea el blanco, huele a medicinas, plantas y otras cosas que no descifro. Junto a mí hay una camilla siendo ocupada por una morena, no recuerdo su nombre, pero ella acompañaba a los Vigilantes y al demonio blanco desde la tierra humana. Ella mira al anciano de nombre Kortian, le balbucea cosas mientras tiembla.
—Ni siquiera quería…esto —atropella las palabras, la sangre mancha su camisón por debajo del ombligo—. Yo…pensé que…la protección lo evitaría. La mujer del barco…
Kortian la calla chitándola con dulzura, él le da indicaciones a un chico que limpia las piernas de la morena.
—No es tu culpa, cariño, arreglaré esto y te sentirás mejor muy pronto, ¿sí? —dice dirigiéndose a la mujer—. Ahora voy a dormirte, la magia que utilizaré para examinarte podría alterarte y no queremos que eso suceda. Yo voy a cuidarte, confía en mí, pequeña.
Espera hasta que ella de su aprobación y con un solo chasquido de dedos la morena cae inconsciente. No resisto por mucho tiempo más, mis ojos se cierran cuando Kortian coloca sus manos paralelas al vientre de la mujer.
*****
—Estás marcada con la muerte, ¿te lo han dicho alguna vez?
—La última vez que preguntaste eso casi te asesino —recuerdo sujetándome la cabeza—. Estoy en otro maldito sueño.
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La sangre de los mágicos
FantasiUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.