Capítulo 37

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En mis sueños no hay pesadillas, muertes, sangre, bestias. El único monstruo allí soy yo. Lo escucho, voces me incitan a reclamar lo que es mío, susurros me advierten de que debo apurarme y los gritos de un dios me regañan: “No resistas la magia”. Todo cambia, sin voces, solo yo frente al mar esperando, ¿Qué es lo que espero? No lo sé, pero lo averiguo cuando una nave aparece en el horizonte y comienza a llover, yo no siento temor, ni excitación por lo que vendrá. Me dejo caer en la arena y la lluvia cae sobre mí, besándome fría y gruñéndome abatida, furiosa.

Ese montón de nubes negras tampoco me asustan.

Tomo un puñado de arena entre mi mano y la aprieto, sigo mirando la tormenta, sigo percibiendo el barco. Cuando vuelvo a levantar mis manos veo mis garras afuera y mis colmillos nacen. Veo los pequeños granos que escapan de mi mano y el otro poco que queda en ellas.

Vuelvo mis ojos al cielo enfrentándome a la enorme bestia cerniéndose sobre mí.

Lilith.

*****

Dejo a Johan dormido profundamente, tomo mi chaqueta y salgo de la tienda.

El sol no ha salido aún, pero la mayoría de nosotros ya está despierto, ubico a Ariel en una mesa con una taza que huele a café en la mano, tiene grandes ojeras bajo sus ojos y su cabello despeinado cae en ondas despenadas sobre sus hombros. Tomando su mano libre está el primo de Johan, el próximo alfa que dirigirá la manada de Gardeen. Es un hombre joven con un cuerpo bien entrenado, tiene una mirada piadosa dirigida a Ariel y sus labios se fruncen cada vez que ella suspira pesadamente.

Voy a darme la vuelta y enviar a alguien a buscar algo de comida para mí, solo para evitarlos a ellos, pero un murmullo de su conversación se cuela hasta mí.

—Diana ya no está allí, Ash —se lamenta—. La chica que conocimos murió

Camino hacia ellos, hacia la comida, hay tantos platos servidos y frescos que no dudo en tomar uno. Ariel y el joven hombre me miran callándose, vigilando mis movimientos y lo que revela mi rostro. Tomo asiento a un par de metros de ellos, pero no toco la comida, no hasta que me atrevo a hablar.

—¿Conocían a Diana?

Debí haber prestado más atención a ese detalle cuando Boyd supo de inmediato el nombre de esa mujer al escuchar sobre el mensaje que traía el moribundo Oliam. Recuerdo la mirada en su rostro cuando dijo: “Fuego azul. Diana…Diana Pearl. No es posible. Tenemos que decirle a Ariel”.

—Estudió con nosotros en el instituto —dice el hombre de cabello azulado ante el silencio de Ariel—. Ella…era…Eh…

Se pone nervioso por la mirada intensa que Ariel le da.

—La molestaban mucho, Ashen. Le decían impura y otro montón de estupideces solo porque lo único que podía hacer era invocar fuego azul —termina ella con voz ronca, furiosa—. No sabemos mucho sobre su vida, solo que meses después algo le pasó y cambió. Comenzó a decir cosas sobre que en el fin el fuego se teñiría de azul —Ariel me mira negando con frustración—. ¿Bailarás conmigo mientras el fuego nos consume?, me preguntó esa vez. Dioses, debí haber intuido algo, debí…

Boyd la detiene, llamándola con una voz dura.

—Lo que le pasó a Diana Pearl es algo que no podemos cambiar —dice él, acercándose a su pareja. Ashen mira hacia otro lado cuando Boyd le acaricia el cuello a Ariel con familiaridad, pero no suelta la mano de ella que sostiene sobre la mesa—. Su caso aún es…inexplicable.

—¿Por qué? —cuestiono.

—Ella fue asesinada brutalmente por Zachcarías Losher. Encontraron su cuerpo destrozado —explica Ashen—. La identificaron, varias personas según el informe, pero está aquí hoy, haciendo que eso signifique nada. Ahora es una de ellos ahora. Una asesina.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora