Su cuerpo está allí en la tierra, desnudo, siendo cubierto por flores, hojas, helechos, ramas. Alguien le ha hecho una corona de todas esas cosas, adorna su cabeza en la tierra, han cerrado sus ojos y peinado su cabello oscuro. Su piel, antes besada por el sol, está tan blanca como las nubes misma, miro sus manos de uñas negras con sus pulseras bien puestas, nadie ha tocado eso, sus pulseras y collares. Eran de ella y solo ella puede retirarlos.
—Su cuerpo retornará a las entrañas de nuestra madre —dice un hombre en voz alta y ronca, es el brujo que se ha hecho cargo de todo el entierro—. Tomará la forma de su alma, respirará en el viento, vivirá en los árboles, viajará en los ríos y la tierra la acogerá. Los brujos somos y servimos solo a la tierra, cuidamos de ella, luchamos por ella, morimos por ella. Al final, cuando nuestros corazones dejan de latir, es cuando sabemos que vale la pena —asevera—. Lo vale, nuestra vida, ¿no es la tierra la que no las da de todas formas?
Los pocos servidores del bosque responden, afirmantes.
»Ivonnet Solis no era cualquier bruja —su voz se eleva conforme su discurso avanza. No puedo evitar pensar en Zachcarías, a él le gustaba esto, hablar y ser escuchado, aprobado, querido—. Ella era la Solis perdida, la bebé escondida y criada para vengar a sus hermanos. La que con el sabor de las cenizas en su boca pelearía por la sangre de los brujos derramados —mi ojos van hacia Boyd, frente a mí, él ve el cuerpo de Ivonnet con una tristeza que yo no puedo comprender, tiene dolor, no es solo por la herida de su pierna, tiene miedo, odio y más dolor—. La Solis movió su ejército y entre ellos blandió su espada, con el sabor de las cenizas en su boca y la vida de sus hermanos poseyendo sus ojos… —una canción, una que no había escuchado antes de hoy—. Fue salvada para un propósito que cumplió hasta su última respiración. Ivonnet Solis —los sirvientes del bosque se alejan del cuerpo, la tierra bajo mis pies tiembla—. Solis perdida. Aquí donde fuiste, tu recuerdo vivirá —la tierra comienza a tragarse el cuerpo, como si antes no hubiese sido tierra firme—. Allá donde vayas, tu valentía será recompensada.
Lo último que veo de ella son sus manos pálidas, uñas negras, pulseras incontables de colores.
Cuando termina, cuando ya no hay nada de ella todos susurran: Somos vida, somos muerte, somos eternidad.
Levanto la mirada del suelo y me encuentro con la de Tasaer, el alado que me atacó cuando la vida de la bruja que nos atacó terminó. Cuando desperté me encontré en una habitación abierta, parecía estar en una montaña, más tarde descubrí que, de hecho, lo estaba. Tasaer era quien estaba allí frente a mis ojos, sus alas tan grandes que rozaban el suelo y pasaban su cabeza, cabello oscuro y ojos como el cielo. Hermoso. Magnifico. Y estaba allí, mirándome.
—¿Pero qué criatura eres, cosa hermosa? —fue lo primero que preguntó—. Mira tus ojos, ojos como nunca los he visto jamás.
Yo no estaba atada o encadenada, pero alguien me había atacado y dejado inconsciente, eso no iba a perdonarlo. Antes de que pudiera decir cualquier cosa Johan entró, junto con Boyd y con escuetas palabras le explicaron al alado la razón de nuestro viaje. El Oliam.
—Nadie entra a la Ciudad Alada sin una invitación —nos advirtió.
—No tuvimos tiempo de malditas formalidades mientras nos estaban atacando —respondí por todos. Sabía que mis acompañantes no estaban del todo bien, estaban pálidos y con ojos perdidos, como si no recordaran en donde estaban y por qué—. El Oliam ya casi estaba muerto, ¿debíamos dejar su cadáver en la puerta y esperar a que ustedes respondieran?
—Cuida tus palabras, cosa hermosa. Él Oliam ya estaba muerto cuando los trajimos aquí, pero logramos revivirlo —me miraba con suspicacia, yo también—. Lo que lo atacó fue una magia…difícil, tan difícil que ni nuestros mejores sanadores saben tratarlo. Sin embargo, está estabilizado.
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La sangre de los mágicos
FantasyUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.