Siento algo diferente, no es la magia de la bruja o de cualquiera de los pocos que nos encontramos aquí. Fue algo tan sutil que nadie más se da cuenta, ni siquiera la bruja, que me ataca con su magia ante mi primer signo de distracción, la bloqueo, para mi es tan instintivo como respirar. Es allí, en su magia donde percibo al intruso, se esconde justo donde sabe que ningún ser mágico común podría sentirlo.
—¡Lilith, detente! —exige Johan.
—Yo no estoy haciendo nada —siseo buscando. Mi olfato, mis ojos, mis sentidos me guían hacia lo que hay más allá de nosotros, en los árboles.
Usa camuflaje, pero no como lo haría cualquiera, eso está preparado para ocultarse de todo. Menos de mí. Conozco muchas criaturas por los libros y lo único que podría tener el nivel para esconderse de esa manera tan elaborada es una criatura del bosque. Ellos son capaces de confundirse con el bosque, sus olores, sus presencias.
Nadie se da cuenta de que tenemos compañía, todos están demasiado concentrados en lo que la bruja y yo estamos haciendo. Tomo una respiración profunda y siento como regreso de golpe al lugar donde estoy parada, detengo por la muñeca el puño de la bruja, a penas a dos centímetros de mi rostro. Ella no es lenta, ni siquiera se sorprende, solo continua embistiéndome intentando hacerme daño. El ejercicio de detenerla me cansa, sus movimientos los aprendo en el momento en que los ejecuta y pronto se me es fácil deducir que hará.
Golpeo sus rodillas y la tengo con su estómago contra el suelo cuando ella intenta venir hacia mí, la escucho gruñir, siento su magia, pero mi dominación sobre ella no es fácil de deshacer. Ella ya no me importa en lo más mínimo, lo que tiene toda mi atención es la alimaña escurridiza que pretende engañarnos.
—En los arboles —susurro con mis labios pegados en su oreja—. Se esconde tras de ti.
Yo misma me encargo de ponerla en pie cuando y siento como de ella sale una onda estremecedora. Se tensa y grita ordenes, Ariel y Boyd son los primeros en irse, me muevo hacia ellos pero la bruja me detiene sujetando mi brazo.
—Eres una maldita, pero lo que sea que seas es bueno, muy bueno—me escanea antes de guiñarme un ojo—. Llámame Ivonnet.
Con la misma fuerza que ella emplea retiro de un manotazo su agarre.
—Lilith —le muestro mis dientes iniciando mi marcha.
No me quita los ojos de encima, tampoco lo hace Johan cuando se posiciona cerca de nosotras y comienza a advertirme que a ella no la puedo volver a tocar, parece que “Ivonnet” es un miembro importante del grupo.
—¿Debo fingir que no hay un vínculo entre ustedes, entonces? —cuestiono directamente.
Los vínculos de parejas son extraordinarios, todos los libros que leí hablaban sobre eso desde diferentes puntos, habían tantas leyendas, historias…Lo que siempre me maravilló fue el potencial, si el vínculo nacía entre los sujetos adecuados todas sus capacidades serían infinitas, perfectas.
Johan soltó una extraña plegaria al cielo. A sus dioses.
—¿Cómo mierda sabes eso?
—Puedo verlo, de una forma que no entenderías. Ella no se está ocultando con piedras mágicas —muevo mi barbilla en dirección a la bruja.
Iba a sujetarme del brazo, pero se contiene. Solo me mira, amenazante.
—No olisquees en los asuntos que no son tuyos.
—Lo rechazaron —determino buscando ese vínculo, debilitado, apenas latiendo.
Esta vez sí me sujeta, pero el agarre dura solo unos segundos antes de que yo lo aparte con diversión. Un tema delicado perfecto para llevar al límite a un bastardo.
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La sangre de los mágicos
FantasíaUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.