Capítulo 39

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El poder se eriza dentro de mí, exige, ordena. Me enmudece. Es una telaraña de nervios que puedo enviar tan lejos como soy capaz, me muestra, olores, sabores, visiones, sensaciones. Una nueva puerta ha sido abierta para mí, casi siento que puedo detener el tiempo mismo, solo chasqueando mis dedos. Solía pensar que tenía límites, pero ni siquiera el cielo lo es ahora, la magia me ayuda a elevarme.

Nunca he sido más libre de lo que soy ahora.

Tan libre como siempre lo he merecido, después de todo.

—Lo que pasó, Diana, lo que ni tú ni Zachcarías vieron fue que, aunque esos malditos dioses no respondieron nunca a mis suplicas, ellos siguieron mirando —mi voz me sabe extraño, como si no debiera hablar el idioma de los mortales—. E incluso las miradas furtivas de los dioses tienen poder. Imagina a diez de ellos observando morbosos como un sádico me hacía daño. Ellos nunca aceptaran lo que acabo de decirte, no lo espero tampoco. Mírame a mí, Diana, soy una diosa, una que no esconde su verdadera naturaleza.

La mujer dentro de la jaula tiembla y grita y gruñe. Estira sus manos para arañarme, pero si antes eso me parecía inútil, ahora es…nada. Que delicioso sabor tiene la nada. Vibraciones son enviadas por mis telarañas, es la lucha, continúa, la voz de que Diana ha caído no ha corrido todavía, apenas está llegando a la selva.

—Maldita perra, te mataré, te lo juro —balbucea Diana.

—Sí, por supuesto, más tarde nos encargaremos de eso, pero ahora tengo que presentarme.

Sonrío, una imagen cruza mi cabeza y se queda grabada allí, la expresión de Johan al verme, la expresión de todos. Inquietud me carcome por dentro, en un respiro me guio por la magia. Mi magia. Dejo que me lleve a donde debo estar.

*****

El olor a sangre me quema la nariz, sangre mágica. La ira se apodera de mí. Es suficiente, ha sido suficiente. Todo se acabó.

Un sonido animal abandona mi pecho al aterrizar en medio de la batalla.

—Suficiente.

Mi voz envía ondas que hace a todos parar. Observo a los mágicos con túnicas, ellos jadean al sentirme enroscarme en ellos con dureza, les sonrío como una serpiente lo haría. El resto de mágicos, los que pelean en resistencia, están tensos, no saben qué hacer con mi presencia, saben que trabajé con ellos, hombro con hombro, pero ahora que el poder me pertenece, ellos dudan por la mirada en mis ojos.

Escucho a los alados sobre los árboles, percibo el olor de Tasaer y su terror. No sé si puede verme, espero que sí.

Levanto el collar de cuencas que sostiene mi mano hacia lo alto, todos contienen la respiración.

—Quiero de rodillas a cada seguidor —ordeno con voz cruda, ineludible—. ¡De rodillas!

Mi magia busca como un sabueso a cada uno de ellos y en sincronía caen sobre sus rodillas, creando un eco que hace jadear al resto de los mágicos.

—Diana ha caído y ahora ustedes responden a mí —anuncio, caminando entre los que están de rodillas—. No usaran su magia contra los mágicos, no los atacarán, ni mataran. Van a renunciar a la lucha —miro a una muchacha joven, la capa de su túnica se ha caído, me mira con frío odio en sus ojos de lobo—. A partir de hoy todos ustedes me pertenecen —sentencio.

Estoy conectada a todos ellos de una forma en la que ninguno de los antiguos portadores de esta magia lo estaba, soy capaz de leer sus emociones con apenas una mirada, me odian, desean mi muerte porque represento todo lo que ellos han odiado siempre. Estaré encantada de hacerme cargo de ellos, creo, su crueldad alimenta la mía.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora