Todo comienza con el latido de un corazón, un corazón que solía ser humano. Había dejado de ser un sonido melódico y se había convertido en algo indescriptible, completamente abominable, siempre lo consideré así. Pero por primera vez, cuando eso es lo primero que escucho al recuperar la consciencia, me resulta tan reconfortante como la más dulce melodía compuesta por un corazón humano.
Estoy despierta.
Siento el veneno de lo que me ha inyectado la mujer recorrerme el cuerpo entero, sé que mi sangre está peleando contra ello, queriendo expulsarlo furiosamente por la intromisión. Mi cuerpo reacciona de golpe contra todo lo que me rodea, mis ojos están vendados, siento mi piel llena de transpiración, hay brisa… ¡Brisa! ¡Cuán gloriosa es! Y siento el sol también, es caliente, como siempre supe que era.
Comienzo a temblar ante todos los olores que entran por mi nariz, de pronto me siento mareada. Tierra, aire, agua, bosque… ¡Delicioso, brutal, esquicito! Y otros…que se me es difícil identificar. Pero huelo la magia, la encuentro como me encontraría a mí misma.
Estoy viva, ¡y tan viva!
No importa que me encuentre literalmente atrapada, no me siento como si eso representara un obstáculo, podría liberarme tan fácilmente, pero no sería lo más sensato de hacer, no en este preciso momento cuando estoy tan desorientada y extasiada por el mundo. Me da muchísima impotencia experimentar todo esto en presencia de alguien extraño, quisiera estar sola, poder verlo todo y sentir, lloraría, gritaría, correría…haría tantas cosas.
Mataría a Zachcarías Losher, por haberme privado del mundo, por haberme tratado como algo que le pertenecía y que le debía obediencia. Lo mataría con mis propias manos y después… ¿Qué es lo que haría? ¿Qué podría hacer yo?
Aprieto mis dientes, mi cabeza da vueltas, los pensamientos son imparables, van en todas direcciones y vienen desde los lugares más profundos de mí. Las drogas no se han ido, no por completo, lo que queda está fluyendo por mi cerebro jugando con mis fantasías y emociones.
—¡Escúchame, Boyd! —el grito de la mujer me aturde de tal manera que tengo que sacudir mi cabeza—. Encontré algo, ¡No puedo explicarlo! —esa es la voz de la mujer que me atacó, la de ojos azules—. Estoy bien, es solo que…sabes que no puedo confiar en ellos, no con tanto… ¿Me estás escuchando, Boyd? ¿Boyd? ¡Espérenme en el barco!
Sus palabras me parecen un balbuceo sin sentido que solo me deja pequeñas pistas sobre a donde me está llevando. Un barco. Los he visto antes, en los libros, diminutos comparados con la enormidad de los mares y océanos, cuando era una niña soñaba y jugaba que iba en uno, recordaba el viento golpeando mi rostro…pero con cada año que pasaba se hacía más difícil.
Reprimo el recuerdo, la sensación. Me concentro en todo lo que me rodea. Mi magia estudia lo que rodean mis manos, lo puedo sentir, el cómo intenta evitar que cambien a peligrosas garras. Sonrío, aunque haya alguna clase de cinta escondiendo mi boca. Es curioso como todo con lo que han intentado detenerme responde muy gentilmente a mí.
La caja metálica que rodea mis manos chilla cuando mis garras crecen contrario a lo que me ordena la magia de la caja.
—¡¿Qué es lo que haces?! ¡Quédate quieta o volveré a dispararte!
Quisiera poder hablarle, si me quitara la cinta podría reírme de ella, por creerse superior a mí, ¿en serio piensa que tiene ventaja?
Ahora es la cuerda dura y fría de mis tobillos la que habla al rasgarse.
—¡Maldición, quédate quieta!
Pienso en cuan cálido se siente el sol en mi piel, es eso lo que imito para que nazca en mi garganta y poder expulsarlo por mis labios, la cinta se desintegra entera y la siento caer como pétalos muertos sobre mi regazo.
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La sangre de los mágicos
FantasíaUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.