Se me hace difícil entender como alguien es capaz de amar a otro ser viviente con tanta devoción, me parece tan imposible cuando lo único que yo conozco es el odio, el rencor, la ira y la sed infinita por sangre. Zachcarías no amaba a nadie más que a sí mismo, su poder, su imperio. “Amor” no es algo que yo pueda reconocer con facilidad a menos que haya un vínculo en medio, pero en esta ocasión, mientras veo como la mujer extraña de piel blanca como la leche mese a Ariel entre sus brazos y le besa el rostro, yo…No hay un vínculo. No hay un lazo de magia. Y aun así la manera en la que se miran es…tan infinita.
—Perdóname, perdóname.
Ariel no deja de balbucear eso.
—No hay nada que perdonar —consuela la extraña.
—Te dejé…Te abandoné allí.
—No, Ariel. No lo hiciste.
Mis ojos van hacia donde está Johan paralizado al igual que todos los demás, Laster y Tasaer tienen la misma mirada de confusión que yo, ellos me están mirando, como si esperaran una explicación.
—No podemos atrasarnos —carraspeo desde mi lugar, mirando a los alados—. Preparen a los suyos.
Los hombres asienten antes de marcharse fuera de la carpa. No pasa ni siquiera un segundo cuando Evander jadea: —¿Cómo es esto posible?
Se está sujetando de la mesa, como si apenas pudiera mantenerse de pie por la impresión, Boyd sigue en el suelo, mirando y siguiendo cada movimiento de su compañera.
—Hay un lugar donde el tiempo no existe, donde no hay pasado, presente o futuro, es el lugar donde las almas viajan —dice el hombre que entró junto con la mujer, él es un hijo del bosque, pero su sangre no es del todo pura. Sus palabras hacen que mi piel se erice—. Cuando yo era tan solo un niño fui al bosque y pude ver como cientos de estas almas migraban. Vi a Wanda y en un arrebato le di una parte de mí, para que el bosque la acogiera cuando ella más lo necesitara.
La migración de las almas es algo que solo algunos hijos del bosque pueden hacer y se dice que cuando se revela ante los ojos de un mortal es con un fin del destino.
—Cuando Zachcarías Losher me asesinó —revela la chica de ojos grises—, yo…fui llevada a ese lugar. No podía moverme, no podía dirigir, yo no era más que un suspiro para ser guiado entre las grietas del mundo —las manos me tiemblan ante la mención de su muerte—. Escuché cosas, vi cosas y desde que renací solo puedo pensar en algo, ellos decían: Están rompiendo el mundo.
Ningún vivo ha estado en ese lugar, ningún vivo va, ningún vivo regresa. Se supone que eso es imposible, se supone que…eso rompería el mundo.
—¿Quiénes? —cuestiono con la boca seca.Los ojos de ellas vienen hacia mí, me inspeccionan.
—Los dioses —suelta en un susurro.
Me erizo entera viendo a las chicas en el suelo, abrazadas como si se pertenecieran, ambas marcadas por la muerte al igual que…yo. Recuerdo mi sueño, lo que el hijo del bosque me repitió en él: “Estás marcada con la muerte, ¿te lo han dicho alguna vez?”.
Trago grueso llevando la visión a mis manos: —El mundo se ha roto. Busca a quien haya estado donde tú nunca. Busca a quien pueda ver. Busca a quien pueda escuchar —levanto la mirada y me encuentro con la del mestizo del bosque.
—Pero tú y solo tú hablaras el lenguaje de los dioses —termina por mí—, ¿eres de quien hablan? ¿Eres tú de quien susurran?
—Sí.
—¿Tú fuiste revivida? —pregunta y el aire de la habitación se siente pesado.
Abro mi boca para responder, pero alguien me gana: —No. Fui yo —contesta Ariel—. También fui asesinada por Zachcarías Losher.
Ariel comienza a contar su historia y mientras lo hace solo confirmo lo que ya sé, me siento mareada cuando entiendo la verdad, cuando descubro lo que somos cada una de nosotras.
—Yo recuerdo un dios —interrumpe Wanda Spark el relato de Ariel—, dijo que le habían quitado algo, un poder.
—¿Qué dios? —me levanto y voy hacia ella.
La mujer me ve desde el suelo, aún con Ariel entre sus brazos.
—El dios de los olvidados.
Intercambio una mirada con Boyd, pero antes de que podamos reaccionar alguien irrumpe en la carpa, es Tasaer.
—Dijiste que Pardon debía ser recuperada ahora, no podemos seguir esperando.
Tiene razón.
—Puede esperar —le digo al brujo mestizo—, pero ahora debemos pelear y recordarle a Diana que la tierra de los mágicos no le pertenece.
Johan asiente estado de acuerdo.
—Quédense aquí, todos ustedes. Nosotros nos haremos cargo por hora, cuando regresemos solucionaremos esto.
Johan y Evander me hacen una seña para que me mueva fuera de la carpa, los sigo fuera de esta y siento varias miradas sobre mí. El ejército está formado, dividido y listo para ser dirigido.
—¿Cómo haremos esto? —pregunta una mujer saliendo de entre las filas.
Es la mujer que vi en Telasia, la que envié para que acabara con las hogueras. Sus ojos no parecen sorprendidos de verme, solo hambrienta, inquieta, con ganas de hacer que corazones dejen de latir.Sonrío un poco.
—Ninguno de ellos sale —digo—. Y todos nosotros entramos.
—¿Y si van al mar? —espeta Evander.
—No habrá dios que vea por ellos —mis colmillos se asoman.Johan comienza a dirigir, Evander desaparece junto con la mujer y yo tomo un puesto en alguna parte de la formación. A lo lejos siento la magia del hombre de hielo, mis ojos lo encuentran junto a Johan, con ojos malvados brillando con ansias por descargar su magia.
Tomo una respiración profunda mirando hacia el frente, sintiendo la magia de los brujos que intentan proteger Pardon. No puedo sacarme de la cabeza a las dos mujeres que dejé en la carpa, una de ellas puede ver lo que yo no, la otra ha estado donde nadie nunca.
Y yo…yo hablaré el lenguaje de los dioses, solo que aún no descubro con qué propósito.
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La sangre de los mágicos
FantasyUn héroe no terminará con esta guerra. Un monstruo sí. Nota: No es necesario haber leído ninguna historia anterior, aunque puede resultar beneficioso.