Extra #4

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"Secreto"

Lilith tenía una boca venenosa, sus palabras eran severas y mordían tan profundamente como lo hacía su magia, era perversa y cruel, sobre todo cuando usaba esa boca arrodillada entre las piernas de Johan. La visión de sus manos sobre el cabello de ella, guiando su cabeza, subiendo y bajando…

Lo hacía maldecir en voz tan alta que las paredes pudieron haber temblado.

Le gustaba jugar con él y descubrió muy pronto que le gustaba lo que esa mente retorcida ideaba para sus encuentros carnales. Cuando él le cedía el control total la diosa tomaba todo de él. Absolutamente todo, sin desperdiciar.

Justo antes de vaciarse en su boca, la arrastró hacia él, deseaba sentir su cuerpo contra el suyo, su calor, enterrar sus manos en ella y tenerla al mismo borde del que él pendía. Lilith no tenía la belleza común de los mágicos, Johan lo había notado desde el primer instante en que la vio, en ese primer encuentro él había tenido que evaluarla, descubrir si era amigo o enemigo. Ella tenía una belleza feroz, salvaje, el tipo de belleza que te hacia contener la respiración por cautela y asombro.

Pensó en ella como una daga en aquel entonces, una daga afilada que atraía por el brillo de su hoja finamente pulida, pero que al acercarse demasiado podía cortar con solo el suspiro de un roce.

Ella encontró su camino sobre su regazo, sonriéndole de la forma en la que solo le sonreía a él. Eso hacía que su pecho se apretara. Lo había escogido a él, aceptado, no sin antes pelear como animales salvajes por supuesto. Su boca estaba cálida cuando lo beso, movía su lengua contra la suya con la intensión de que se probara a sí mismo.

Sus manos fueron a sus muslos y tocó sus cicatrices, sus dedos pasearon como si tocaran la piel de una rosa, siempre suave, siempre cariñoso, aunque ella le dijera que le gustaba duro y brusco, sabía que podía hacerla jadear con ese tipo de toques, los que ella no espera que le gusten.

Toques llenos de un sentimiento más profundo, no solo por lujuria.

Le habían hecho tanto daño de tantas manera, muchas veces en el pasado él olvidó eso, su instinto protector y su título de alfa presionaban para que fuera un bruto con quien representaba una amenaza, se arrepentía de lo mal que la había tratado, de la falta de tacto al no reconocer el trauma en sus ojos. A Lilith no le gustaba reconocerlo, era una orgullosa apasionada.

Había retirado su boca de la de ella para bajar por su cuello hacia sus pechos, no podía ignorarlos cuando estaban tan a su alcance. Sus manos no dejaron sus piernas tan pronto, siguió acariciando cada cicatriz, cada toque intencionado, deseando inútilmente borrar algo que no podrá nunca desaparecer, no de su piel, las cicatrices no le importan, lo que le importaba era por qué estaban esas cicatrices allí, quien las había hecho y lo mucho que ella debió haber sufrido.

Quería borrar eso, desaparecer el recuerdo del dolor, de esas manos malditas sobre ella.

Johan.

Su voz lo hizo envolver sus brazos a esa maldita cintura perfecta, apretándola contra su pecho. Más cerca, más fuerte, más profundo. Con sus manos grandes tomó el rostro jadeante de ella y volvió a besarla, ella había aprendido demasiado rápido como enloquecerlo con esos labios fríos que al principio rechazaron sus besos.

Tuvo que esforzarse mucho para que ella comenzara a besarlo con más libertad, sin pensarlo, no durante el sexo, sino cuando solo querían saludarse o despedirse o por el sencillo deseo de besar. Sabía que todavía se resistía, intentaba no presionarla sobre eso, pero no podía evitar sentirse como un jodido perdedor cuando ella se marchaba y él… Dioses, se comportaba como un cachorro, era un estúpido por reaccionar de esa forma, él nunca había sido así, con nadie, pero con ella…Con esa mujer imperiosa de gestos gélidos todo había cambiado.

La sangre de los mágicosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora