Capítulo 14

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El nuevo Hogwarts

     Había cambiado todo. Incluso la magia de el alrededor parecía distinta.

     Esa noche, los ojos llenos de ilusión por parte de los niños de once años no aparecieron por ningún lado. Los prefectos de quito llevaron a los novatos a su habitación, acallando con la mirada. Los de los otros años, casi corrieron desesperados hacia la única zona segura donde podrían hablar fuera de oídos curiosos.

     Los maestros, por lo contrario, tenían la primera reunión del año. Una en donde, por desgracia, los Premios Anuales tenían la obligación de asistir, tal y como ponía en la hoja que acompañaba la placa en el sobre.

     Me levanté de la mesa justo cuando los prefectos se llevaron a los niños. Daphne se levantó, y por consecuente Astoria. Mientras la rubia salía del banco y empezaba a caminar hacia afuera, Astoria le dio un suave apretón en el hombro a Draco, que tenía la mirada perdida, y siguió a su hermana a su lado.

     -Ven conmigo -le dije a Nyx en un susurro para que no se apartara de mi hombro.

     Los maestros desaparecieron por la puerta tras de la mesa principal, y supe donde se dirigían: al despacho del director. Todos estaban de pie menos uno, un rubio que apretaba fuertemente las manos bajo la mesa. Me acerqué a él.

     -Vamos, Draco -le dije a sus espaldas-. Tenemos una reunión a la que asistir. No hay que llegar tarde.

     Él no dijo nada, solamente suspiró cansado y se levantó colocándose a mi lado. Los pasillos ya estaban vacíos. Nadie se había quedado rezagado, nadie quería quedarse en los pasillos. Era demasiado tétrico.

     Draco  me miraba receloso, como si las palabras quemaran en su lengua, pero que como si tuviera miedo de quemarse entero si habría la boca.

     -No he podido asistir al tren -hablé yo para que se relajase un poco-. ¿Has instruido a los prefectos de quinto?

     Tardó unos segundos en contestar.

     -Bellatrix ha sido quien lo ha hecho -dijo sinceramente-. Las reglas también han cambiado, los deberes como prefectos y delegados han aumentado.

     Asentí. No me esperaba que enviaran a Bellatrix para eso también, pero no me sorprendía que las reglas se hubieran endurecido.

     Mis ojos se desviaron hacia él, y descubrí que me estaba observando. Sus ojos plateados chocaron con los míos antes de que volviera a mirar al frente.

     -¿Alguna pregunta? -le alenté.

     -Gracias -no fue una pregunta-. Nunca te agradecí lo que hiciste por mi.

     Y sabia perfectamente a lo que se refería. Yo le había ayudado a restaurar el armario para poder colar a los mortífagos y que mataran a Dumbledore. Así, ninguno de los Malfoy moriría.

     -¿Se lo contaste a alguien? -pregunté yo.

     Vi como se escondía un poco en sus hombros, y luego volvía a retomar otra vez la compostura. No hacía falta ninguna explicación más.

     -Vaya -suspiré pesadamente. Era un problema.

     -No pude evitarlo -murmuró arrepentido-. Utilizó la maldición cruciatus...

     No tenía que decirme nada más. El rey lo había torturado para saber la verdad. Debía ser horrible haber pasado un verano entero con ese hombre bajo su mismo techo.

     -Aquí dentro, no podrá hacerte nada -le dije.

     Él no contestó, pero supe que estaba agradecido.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora