La Magia es Poder
Mientras agosto se agotaba, la plaza de desaliñado césped en medio de Grimmauld Place se marchitó al sol hasta que quedó quebradiza y marrón. Los habitantes del número doce nunca éramos vistos por ninguno de los ocupantes de las casas circundantes, ni tampoco el número doce en sí mismo.
Los muggles que vivían en Grimmauld Place hacía mucho que habían aceptado el divertido error en la numeración que había causado que el número once se asentara junto al número trece. Y aún así la plaza atraía ahora a todo un flujo de visitantes que parecían encontrar esta anormalidad de lo más intrigante. Apenas pasaba un día sin que una o dos personas llegaran a Grimmauld Place sin otro propósito, o al menos así lo parecía, que el de apoyarse contra el pasamanos de cara a los números once y trece, observando la unión entre las dos casas. Los acechadores nunca eran los mismos dos días seguidos, aunque todos parecían compartir un desagrado por la ropa normal.
La mayoría de los londinenses que pasaban junto a ellos vestían de forma excéntrica y tomaban poca nota, aunque ocasionalmente uno de ellos podía mirar atrás, preguntándose por qué todo el mundo llevaba capas tan largas con este calor. Los observadores parecían obtener poca satisfacción de su vigilia. Ocasionalmente uno de ellos se echaba hacia adelante excitado, como si hubiera visto algo interesante al fin, solo para volver a caer hacia atrás pareciendo decepcionados.
-Kreacher -busqué por la casa.
-¿Si Ama? -preguntó en una reverencia.
-Necesito tu ayuda -le dije mientras me agachaba para quedarme a su altura-. ¿Te acuerdas de donde está el despacho del director de Hogwarts?
Estábamos en finales de agosto, había más gente que nunca acechando en la plaza. Media docena de hombres con capas largas estaban de pie silenciosos y vigilantes, mirando como siempre hacia las casas once y trece, pero lo que fuera que estuvieran esperando parecía que seguía eludiéndoles. Cuando cayó la noche, trayendo una inesperada bocanada de lluvia fría por primera vez en semanas, tuvo lugar uno de esos inexplicables momentos en los que parecían haber visto algo interesante. El hombre de la retorcida cara puntiaguda y su compañero más cercano, un hombre rechoncho y pálido, se echaron hacia adelante, pero un momento después se habían relajado a su estado anterior de inactividad, pareciendo frustrados y decepcionados.
Entretanto, dentro del número doce, Harry acababa de entrar en el vestíbulo. Casi había perdido el equilibrio al Aparecerse sobre el escalón más alto justo fuera de la puerta principal, y gracias a eso los mortífagos podían haber captado un vistazo de su momentáneamente expuesto codo. Cerrando la puerta cuidadosamente tras él, se quitó la Capa de Invisibilidad, colgándosela del brazo, y se apresuró a lo largo del sombrío pasillo hacia la puerta que conducía al sótano, con un ejemplar robado de El Profeta aferrada en la mano. El acostumbrado susurro de "Severus Snape" le saludó, el viento frío le barrió, y su lengua se enrolló por un momento.
-Yo no te maté -dijo. Al instante su lengua se había desenrollado, después contuvo el aliento cuando la polvorienta figura del maleficio explotó. Esperó hasta estar a mitad de la escalera hacia la cocina, fuera del oído de la Señora Black y se limpió la nube de polvo, antes de gritar.
-Tengo noticias, y no os gustarán.
La cocina estaba casi irreconocible. Cada superficie estaba ahora pulida. Ollas de cobre y sartenes habían sido bruñidas hasta darles un brillo rosado; la superficie de madera de la mesa brillaba; las copas y platos ya estaba preparados para la cena destellando a la luz de un fuego que ardía alegremente, y sobre éste hervía un caldero. Nada en la habitación, sin embargo, estaba más dramáticamente cambiado que el elfo doméstico que se acercó apresuradamente hasta Harry, vestido con una esponjosa toalla blanca, el pelo de sus orejas tan limpio y sedoso como algodón, y el guardapelo de Regulus rebotando contra su delgado pecho.
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Lilianne y las Reliquias de la Muerte
FanficSolamente debía aguantar. Pero costaba fingir que no quería llorar, que no quería gritar de frustración, que me daba igual todo. La guerra nos había cambiado a todos, el miedo azotaba las calles y, entre los muros de Hogwarts, tenía que quedarme cal...