Capítulo 20

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Las consecuencias de un robo

     Me dolía hasta la existencia. ¿Qué cojones había pasado esa luna llena? Parecía como si el astro estuviera de fiesta y quisiera que me uniera, jodida vida. 

     El frío tacto bajo mi cuerpo no era conocido. ¿La casa de los gritos? No, ya me acordaba, esta vez no fui allí. ¿Por qué no estaba en aquella casa abandonada?

     ¡El trío de plata!

     Abrí los ojos de una vez, pero eso no significaba que me pudiera mover. Empecé a recordar todo lo posible del día anterior. ¡Jodidos imbéciles! ¿Cómo dementores se les pasa por la cabeza intentar robar la espada de Gryffindor? No tenían remedio.

     Daba gracias a que mi padre fuera el encargado esa vez de poner el castigo, porque no me sorprendería que los hermanos Carrow pagaran demasiado fuerte aquel acto y se les fuera de las manos. Habrían podido ser los primeros alumnos en morir.

     Solté un gemido desganado, e intenté moverme.

     Mala elección, el dolor fue insoportable. Tuve que morderme el labio inferior para no hacer ningún solido demasiado fuerte y atraer a algún cazador. Estaba indefensa, en aquel estado no podría defenderme correctamente.

     -Estás verdaderamente horrible -oí aquella voz ya demasiado conocida.

     No le contesté a Kilian, estaba demasiado cansada. Me limité a quedarme en posición fetal a la espera de que mágicamente todos los dolores desaparecieran: sabía que no era la solución y que nunca pasaría.

     -¿Cómo podéis los humanos caminar sobre solamente dos partas tan débiles? -preguntó-. Es mejor cuatro, como nosotros, así no las sobre esforzaríais demasiado.

     Ah, si... estaba desnuda. Por eso el frío golpeaba directamente mi piel. Bien, eso era reconfortante y por lo menos calmaba brutalmente mis heridas. La parte mala era que la tierra y nieve mezclada bajo mi cuerpo solamente conseguiría infectarme.

     Sabía que lo de la ropa no era un problema. Había acompañado un par de veces a Albus el año anterior a la manada de los centauros. Efectivamente, los humanos éramos los únicos seres que utilizaban ropa. Kilian tenía más curiosidad en lo que eran mis piernas que otra cosa.

     -El esqueleto de un adulto pesa 17 kilogramos -le expliqué en voz débil- Contiene 1 kilogramo de calcio y está compuesto de un 75 % de agua. Un trozo de hueso puede soportar un peso de 9 toneladas sin romperse; el mismo peso destrozaría un trozo de cemento del mismo tamaño. Huesos fuertes, supongo... -acabé.

     -Eso parece un poco exagerado -se burló. Parecía divertido de ver mi miserable estado.

     -¿Ahora eres experto en humanos, Kilian? -sonreí para mi.

     Ui si, eso lo había frustrado. Kilian había crecido junto a su manada con sus ideales desde pequeño: los humanos solamente éramos una raza que pretendía ser superior y oprimiros. No decía que no hubiera personas así, pero no todos los éramos, y creía que en el fondo, Kilian lo sabía.

     Era un centauro curioso, supongo que por eso desobedecía de pequeño a su padre para poder ir a explorar el bosque como el día que nos conocimos. Él debía estar con la manada, pero acabó siguiendo a mi lechuza y clavándome una flecha en el brazo por intentar ayudar a un thestral.

     Pero él nunca reconocería su naturaleza aventurera, era demasiado orgulloso. También era posible que tuviera miedo a que  lo despreciaran al igual que a Firenze, que había ido a ayudar a Dumbledore a Hogwarts.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora