Capítulo 33

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Un ejemplo vale más que mil palabras

     No me había equivocado: era como si un velo pesado se hubiera quitado de encima. Las energías volvieron a mi una vez desperté aquel martes, justamente después de quedar dos días seguidos dormida.

     Parece que había desatado todo un caos.

     -¿En que demonios estabas pensando? -regañaba mi padre con los brazos cruzados apoyado en la mesa de su despacho mirándome desde arriba-. Dos días sin saber nada de ti. Horace era el único de los profesores que podían entrar en la sala común. Es un hombre, no puede deslizarse por el pasillo sin que se convierta en un pantano, y las alumnas no podían romper los hechizos para abrir tu habitación. No sabíamos si estabas allí dentro o no, un día más y hubiéramos tenido que avisar al cuartel de que habías escapado.

     -No hubiera sido oportuno avisar de una desaparición y que luego resultara que si que estaba -acepté.

     -Esto no es divertido -me acusó.

     -No he dicho lo contrario -fruncí el ceño-. Tampoco me he reído.

     -No, parece que no es eso lo que hagas -resopló-. Si al menos te hubieras ido y hubieras dejado la puerta abierta, habría sabido que solamente te habías escapado, pero no. Nada. Hubieras podido estar allí dentro muerta y nadie se habría dado cuenta.

     Rodé los ojos cando dirigí mi vista hacia mi cuerpo, mi ropa estaba echa jijones y y la camisa blanca tenía varios lugares con tinte rojo.

     -Bueno, da igual en realidad -me encogí de hombros-. ¿Crees que deba hacerme un corte en la mejilla para dar realismo?

     Miró mi figura desgarbada, como si estuviera visualizando una escultura que aún no había sido tallada en el alabastro.

     -No -dijo finalmente-. Nunca atacó a la cara cuando lucho a menos que sea para cegar o pegar la lengua en el paladar, los Carrow lo saben. Unas vendas en los antebrazos bastarán.

     Tenía sentido, levanté las mangas y empecé a darle vueltas a las gasas sobre los brazos limpios. Que desperdicio de material... 

     -Ahora parece que te cortas -dijo padre con una mano en la barbilla-. ¿Y si te vendas mejor una pierna? -preguntó.

     Lo sopesé seriamente.

     -No me apetece hacerme la coja -dije sinceramente-. Me quedo con lo de los brazos.

     Saqué una botellita roja. Ya no me hacía falta la sangre que me había extraído, l utilizaría antes de que caducara. Después de volver a cubrir otra vez los brazos con la tela, empecé a realizar pequeñas manchas.

     -Esto... Lily -me llamó-. ¿Eso es sangre humana?

     Hice un sonido afirmativo. Tenía la varita en la boca e intentaba mantener la concentración.

     -Tengo unas dudas que me gustaría que me aclarases.

     Llevé la mano a la boca para atrapar la varita, pero no lo miré.

     -Dime.

     -¿Porque tenías guardada una camisa del uniforme escolar con un buen patrón del sectumsempra? -preguntó-. ¿Y porque tienes sangre humana en tu posición?

     -Oh, eso -cambié la botellita de mano, tocaba el otro brazo-. Es la camisa de cuando me alcanzó el sectumsempra de Harry y el cruccio de Draco -expliqué desentendida-. Tengo sangre humana porque es mía, es más fácil hacer la poción regeneradora de sangre con un poco de ella, pero ya se iba a pasar. No tenía ganas de manchar una camisa buena, y como tengo que ponerme el chaleco pues no se verá, solamente necesito un poco de la sangre.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora