Castigo a la luz de la luna
Especial PVO Neville
Estaba harto ya. Hogwarts se había convertido en una cárcel para menores desde que el traidor de Snape y los inútiles de los Carrow habían pisado el vestíbulo en el verano.
Cuando mi abuela me dijo que el ministro había muerto y que ahora había uno nuevo, sabía que algo demasiado malo estaba pasando. Normalmente se tarda bastante más en elegir a un nuevo ministro.
Luego vino la carta de Hogwarts, y cuando leí las nuevas normativas (como que era obligatorio asistir a la escuela o que Defensa Contra las Artes Oscuras se cambiaba por Artes Oscuras), tuve ganas de llorar. Era malditamente frustrante.
Compañeros y amigos de escuela que habían venido conmigo desde los once años, estaban siendo perseguidos y dándoles caza. Me sentía impotente y no sabía que estaba pasando exactamente porque el maldito periódico estaba siendo controlado por el ministerio. La información se notaba falsa de leguas, y la cara de Harry en los panfletos de "Se busca", solamente me daba a entender que estábamos más jodidos de los que creíamos.
No dude ni un solo segundo en enganchar el brazo de Luna y arrastrarla hasta Ginny para entrarnos en un compartimento en el tren cuando volvíamos a Hogwarts el uno de septiembre . Solamente me confirmó lo que ya sabía.
-El ministerio ha caído -dijo entre susurros después de lanzar un hechizo de impasibilidad para que nadie se atreviera a espiarnos-. Ahora todo está bajo el mandato de Quien-vosotros-sabéis. Harry, Hermione, Ron y Lily no regresarán este año a Hogwarts. Están trabajando para la Orden del Fénix.
Fue un pensamiento egoísta de mi parte pensar que lo podíamos dejar a ellos, pero me sentía mejor. Puede que porque sabía que yo no sería de tanta ayuda como ellos, o simplemente porque no quería correr el riesgo que ellos hacía. Siempre fui un cobarde, y sigo siéndolo.
Pero luego la vi. Esa repugnante señora: Bellatrix Lestrange. Y es que verla tan deslumbrante y fresca como una rosa me hacía tanto temerla como odiarla. Caminando por el tren y los terrenos de Hogwarts como si fuera la reina, y yo sin hacer nada. Estaba tan loca como elegante, y es que solo de oírla sabía que no tenía que dar un paso en falso si no quería acabar como mis padres.
Me senté al lado de Ginny en el banquete para poder seguir hablando de lo que estaba pasando, pero fue imposible. No se ciertamente si era por el silencio tan ensordecedor que hubiera hecho que incluso nuestros susurros fueran escuchados por los profesores, o porque sabía que si habría la boca para decir algo hubiera acabado maldiciendo a la Lestrange que casi parecía regodearse entre el miedo de los niños.
No pensaba que alguien pudiera plantarles cara. Nadie era capaz en esos momentos de levantarse de la mesa e imponerse ante los mortífagos. Pero en ese momento también fui un iluso pensando que todos serían tan cobardes como yo en ese momento. Hubo una persona que nunca encajó muy bien en ningún grupo social.
Por eso, cuando escuchamos gritos y pelea al otro lado de las pertas del gran comedor, y vi a dos de los Mortífagos que se habían encargado de vigilarnos. Estaban bastante hechos polvo, y uno de los dos tenía marcas de garra en la cara. Casi entre que me dio pena por quien iba a entrar, pero también con la adrenalina corriendo con mis venas esperando que fueran los de la Orden del Fénix listos para dar pelea.
Nunca esperé encontrarme con Lily.
Ella estaba genial, ni un solo rasguño. La lechuza tan característica de ella, destacaba por los ojos brillantes maliciosos con los que miraba a los enemigos de su ama. Incluso el animal parecía estar más divertido que Lily, que una vez dentro del comedor, apartó la mirada de aburrimiento de los otros dos allí tirados y habló como si nada con el traidor de Snape.
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Lilianne y las Reliquias de la Muerte
Hayran KurguSolamente debía aguantar. Pero costaba fingir que no quería llorar, que no quería gritar de frustración, que me daba igual todo. La guerra nos había cambiado a todos, el miedo azotaba las calles y, entre los muros de Hogwarts, tenía que quedarme cal...