Capítulo 46

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El final de una historia

     Vale, había funcionado y no me había muerto de momento... eso de despertarse a mitad de una visión me había dejado con la duda.

     Creé un muro con mi cuerpo contra el enemigo y me encaminé hacia la potencia militar que podía causar más daño. Con los ojos desactivados gracias a que podía controlar la parcialidad de mis poderes como había intentado hacer desde hacía tiempo, ayudé a Grawp con los gigantes que lo superaran en numero, fuerza y tamaño.

     Mientras luchaba y arremetía con los dientes y fuerza bruta hacia ellos. Por detrás, vi como la brecha que creaba mi cuerpo dejaba pasar a Charlie Weasley, que había alcanzado a a Horace Slughorn, que todavía vestía su pijama esmeralda. Parecía haber vuelto a la cabeza de lo que parecían ser las familias y amigos de cada estudiante de Hogwarts que había seguido luchando junto a los tenderos y vecinos de Hogsmeade.

     Los gigantes fueron cayendo uno a uno, y perdí de vista a Voldemort, que se metía por las puertas del castillo. Harry había desaparecido bajo la capa de invisibilidad.

    La misma capa mágica que lo había salvado de la muerte segura de haberle golpeado la maldición.

     Me encaminé arrastrando mi cuerpo por la hierba y piedra, justo detrás de los centauros Bane, Ronan, Magorian y Kilian irrumpiendo en el vestíbulo con un gran crepitar de cascos. Detrás de mi, la puerta que conducía a las cocinas fue golpeada hasta sacarla de sus goznes.

     Los elfos domésticos de Hogwarts inundaron el vestíbulo de entrada, gritando y ondeando cuchillos de carnicero de trinchar, y a la cabeza de los mismos, con el guardapelo de Regulus Black rebotando en su pecho, estaba Kreacher, su voz de rana era audible incluso sobre este alboroto:

     -¡Luchad! ¡Luchad! ¡Luchad por mi Amo, defensor de los elfos domésticos! ¡Luchad contra el Señor Tenebroso, en nombre del Valiente Regulus! ¡Luchad!

     Estaban asaltando y apuñalando los tobillos y pantorrillas de los mortífagos con su diminutas caras iluminadas de malicia, y mirara donde mirara veía mortífagos doblegados por el puro peso del número, superados por hechizos, sacándose flechas de heridas, apuñalados en las piernas por los elfos, o simplemente intentando escapar, pero tragados por la orda que se aproximada.

     Pero esto no había acabado aún. Me deslicé separando a los duelistas que se quedaban asustados por mi presencia y les mandé a volar en golpes de mis escamas dejándolos inconscientes. 

     Voldemort estaba en el centro de la batalla en el Gran Salón.

     Estaba atacando y golpeando a todo el que se ponía a su alcance. Era extraño, ningún hechizo solía dar en el blanco: debía ser obra de Harry.

     El Gran Salón se fue abarrotando más y más con cada uno que conseguía forzar su entrada. Vi a Yaxley derribado en el suelo por George y Lee Jordan, vi a Walden Macnair lanzado al otro lado de la habitación por Hagrid, golpear la pared opuesta, y deslizarse inconsciente hasta el suelo. Vi a Aberforht Aturdiendo a Rookwood, Arthur y Percy rodeaban a Thicknesse, Krum y Fleur contra el padre d Goyle, y Lucius y Narcissa Malfoy corriendo entre la multitud, sin intentar luchar, llamando a gritos a su hijo.

     Voldemort estaba ahora luchando contra McGonagall, Slyghorn y Kingsley, todos a la vez, y había un odio frío en su cara mientras ondeaban y amagaban alrededor, incapaces de acabar con él.

     Bellatrix todavía estaba luchando también, a cincuenta yardas de Voldemort, y como su amo, luchaba con tres a la vez: Hermione, Ginny y Luna, todas al máximo de sus posibilidades, pero Bellatrix las igualaba, y una Maldición Asesina golpeó tan cerca de Ginny que falló y no la mató por un centímetro.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora