Capítulo 22

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Encuentros agraciados

"Después de la firma del Estatuto Internacional del Secreto en 1689, los magos tuvieron que esconderse por su propio bien. Era frecuente, quizás, que formaran sus propias pequeñas comunidades dentro de una comunidad más grande. Muchos pueblos pequeños y aldehuelas atrajeron a algunas familias mágicas, que permanecieron juntas para apoyarse mutuamente y como protección. Los pueblos de Tinworth en Cornwall, Upper Flagely en Yorkshire, y Ottery St. Catchpole en la costa sur de Inglaterra fueron hogares notables para corrillos de familias mágicas que vivían junto con muggles tolerantes y a veces Confundidos. El más célebre de estos lugares de residencia medio-mágicos, es quizás, el Valle de Godric, el pueblo del oeste del país donde nació el gran mago Godric Gryffindor, y donde Bowman Wright, herrero mágico, forjó la primera snitch dorada. El cementerio está lleno de nombres de antiguas familias mágicas, y sus relatos son, sin duda alguna, historias de embrujos que han acechado la pequeña iglesia local durante muchos siglos".

     Cuando acabé de leer esas últimas palabras, cerré el libro.

     Era lo que necesitaba leer de Historia de la Magia por Bathidla Bagshot. Ese, señoras y señores, era nuestro destino.

     -Muchas gracias, abuela -le dije a la fuerte anciana de corto y enrulado pelo cano que me había traído un plato de leche con galletas a la mesa.

     -Todo lo que sea por mi nieta favorita -sonrió con su dentadura (que por desgracia descubrí que era potiza de una forma muy impactante) mientras me apretaba un cachete.

     ¿Os pongo en contexto mejor? Yo buscaba un sitio para esconderme: fuerte fue la casualidad cuando pasé por delante de una casa sin decorar en Navidad a las afueras de Londres. Y, claro, ¿Por qué una anciana sin familia se molestaría en decorar? No, por supuesto que no si ni siquiera esperaba visitas.

     Así que, recordando las palabras del trío de plata, no me pude resistir a probar lo que era tener una abuela. Ese papel lo haría Daisy Muller: una muggle de 67 años que estaba más fuerte que una roca y que la hechicé para hacerme pasar por su nieta.

     La señora Muller había estado entretenida decorando la casa con los adornos que había conjurado mientras yo estudiaba mi siguiente paso. Por supuesto, mi aspecto fue cambiado a una rubia de ojos castaños, y alargué los rasgos de mi cara para al menos parecerme algo físicamente a ella y que si, alguien pasaba, que no me reconociera.

     -Y dime querida, ¿qué quieres comer mañana para Nochebuena?

     En algo si que tenía razón aquellos tres: ¿es que los ancianos, mágicos y no mágicos, solamente pensaban en la comida?

     -¿Cuál es tu comida preferida? -le pregunté.

     -A la abuela le da igual que comer -le restó importancia sonriendo de oreja a oreja mientras volvía a sentarse en enroscarse la lana en los dedos para seguir tejiendo.

     El día de mañana, sería 24 de diciembre, un día en el que claramente no me podía quedar con la muggle. Había llegado la noche anterior, y solamente me quedaría otra más: no sabía si volvería a ese lugar. Sería peligroso para ella.

     -Hace mucho frío -le comenté-. ¿Quieres que preparemos un puchero? Si no tienes los ingredientes, puedo ir a comprarlos.

     -¡No, no! -dijo exaltada-. Sus gafas de aumento, que acababa de ponerse, tambalearon peligrosamente sobre la punta de su nariz. Menos mal que tenían la típica cuerdecilla que pasaba por detrás del cuello y unía las patillas-. Eres un cielo, pero hace demasiado frío como para que vayas a comprar. Yo lo preparo, no te preocupes por nada.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora