Capítulo 16

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Las consecuencias de la desobediencia

     Yo no podía regañar a los del ED por los contraataques. Con exasperación, volví a mis clases. Tocaba Estudios Muggles, y como ahora era una asignatura obligatoria para todos los cursos, habíamos sido separados por clases dejando que todos los Slytherin de mi año nos concentráramos en una misma aula.

     -A ver, comencemos -dijo Alecto, que aún conservaba la cara roja de ira-. La clase pasada ya presentamos a los muggles y pudimos ver sus hábitos y como se desenvuelven en su medio ambiente natural. ¿Alguien puede recordar tres ejemplos? 

     Era un completo insulto hacia la evolución humana y la vida en general. ¿Tantos años de estudio para escuchar eso?

     Pero claro, más de la mitad de las personas levantaron la mano: al fin y al cabo eran puntos fáciles de ganar.

     -Tu, Gregory -le señaló a Goyle.

     -Los muggles comen en crudo porque no tienen con que cocinar la comida -enumeró-. huelen bastante mal, porque pocas veces se bañan y... eh... tienen el pelo largo porque tampoco se lo cortan.

     -No recuerdo nada sobre el pelo largo, pero lo que acabas de decir tiene mucho sentido -aceptó la profesora-. Muy buena esa iniciativa tuya. Bueno, ya que veo que os acordáis de lo esencial, vamos a pasar al siguiente punto: como atrapar y cazarlos.

     No es que no me acuerde de cada una de las clases y gilipolleces que se dieron a lo largo del curso. Tener buena memoria no ayudaba para nada en temas como esos, pero es que eran cosas tan irrelevantes y predecibles que pensé que era mejor no relatarlo todo. Ya os he enseñado solamente tres o cuatro minutos dentro de una clase con la nueva profesora de Estudios Muggles, ¿en verdad queréis que os relate las "Mil y una forma de matar a un Muggle"?

     No, mejor no. No hace falta que sigáis sin esa innecesaria violencia con vosotros. Por desgracia, si que había cierta violencia que no puedo pasar por alto.

     -Longbottom, castigado -vociferó Amycus.

     Era la segunda vez ya en el año, y solamente llevábamos una semana y tres días. Por desgracia, yo ahí no podía hacer nada, y tenía mis propios problemas: la luna llena del viernes 17 de septiembre de 1997.

     La maravillosa pregunta era... ¿y entonces que? Pues fácil: me escapaba el viernes a la hora de cenar, pasaba la noche en la casa de los gritos, daba gracias a cualquier entidad divina por el hecho de tener tanta jodida buena suerte en el calendario lunar y regresar como máximo el sábado por la tarde e inventarme cualquier escusa barata que le sentara bien en la mente de los inquietos.

     Fácil, sencillo, y con demasiados puntos que podían salir mal. Pues nada. Manos a la obra.

     Como todas las noches de luna llena, me quité todos los accesorios, pero al contrario de los otros años, ya no me separaría de mis cosas por si acaso. Todas y cada una de mis pertenencias iban siempre conmigo en la bolsita de cuero que colocaba de mi cuello y se escondía tras las camisas. Mi habitación de Hogwarts solamente tenía una mochila con los libros, y material escolar, un pijama, los uniformes de la escuela y algo para el aseo personal.

     Pero nada más. Todas mis investigaciones y cosas de valor se venían conmigo allá a donde fuera. No me iba a arriesgar a tener que hacer otra huida estratégica y dejarme cosas importantes esparcidas por todos lados. Había sido buena idea hacerlo ya en la Madriguera, y la palabra lujo se quedaba corta cuando decidí llevarme todo lo de mi laboratorio de Grimmaul Place n12.

     -Nyx, Peque, es la hora -es avisé-. Vamos.

     Hacía demasiado tiempo que habíamos comprobado que yo no me los comería en una de las noches. Por lo que, cuando estaba segura de que todos los alumnos estarían en la cena, subí rápidamente hasta el vestíbulo y lo atravesé hasta las puertas, donde Filch las custodiaba.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora