Capítulo 17

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Plantas y animales

     Los sueños atormentaban como las olas del mar en un navío inestable.

     El septiembre dejó paso a octubre, y este al noviembre. Dos meses en aquella escuela repleta de magia, y en verdad me estaba pasando factura. Las clases se convirtieron en donde hacía los deberes de las otras signaturas, y luego estaban los ratos libres donde estudiaba y preparaba las clases para el E.D., menos mal que contaba con el trío de plata como ayuda.

     El grupo había crecido un poco. Isabel había llamado a dos chicos más de Hufflepuff, entre ellos estaba el que había sido castigado junto a nosotros. De Ravenclaw se unieron dos más, y de Gryffindor, sorprendente había vuelto a estar en la cabeza de los que más aportaba con un total de cinco nuevos integrantes de parte de esa casa.

     En total, habíamos llegado a veinticuatro integrantes una vez más. Aún no habíamos alcanzado los treinta con los que empezamos, pero por lo menos era algo.

     -Muy bien -dije aquel miércoles a las seis de la tarde-, habéis entendido la esencia del hechizo. Preferiría no dedicarle más tiempo a este, pero por desgracia hay demasiadas cosas por pulir. Lo conveniente sería que cada uno practicara por separado en su habitación, pero no quiero ser la responsable de que os queméis vivos. ¿Alguien tiene una sugerencia para solucionar este problema o podemos seguir con el siguiente?

     Todo comenzó con Amycus Carrow. Él había hecho una demostración maravillosa de un látigo de fuego que caso golpeó a una chica de Gryffindor (que curiosamente se había incorporado al E.D. recientemente), de no haber sido por la intervención de Minerva.

     Fue un hechizo tan llamativo, que no tuve que esperar demasiado para llegar al punto de encuentro y ver las peticiones del hechizo de ese día.

     -¿Y tu como es que sabías ya de ese encantamiento? -preguntó Aldana Funiz, chica de Hufflepuff-. Pensaba que te preparabas las clases.

     ¿Os acordáis de ella? Fue la primera alumna a la que se le aplicó la maldición cruciatus de forma pública. Tuve que darle un pase como premia Anual para que no le pusieran retraso en su clase.

     -Bueno, es un hechizo que también estaba bien que aprendierais, así que no encuentro problema en aplazar lo que había preparado para hoy -respondí-. Pero si, preferiría que me pidierais las peticiones antes de que me organice los encuentros a poder ser.

     El látigo de fuego... últimamente se había convertido en la marca personalizada del profesor, y no me gustaba. Yo misma le había aplicado el encantamiento el año pasado en mitad de la batalla de la torre de Astronomía, pero él se había apropiado como su firma. Había sido utilizada en algún que otro castigo, y 

     Pronto me di cuenta de que los dos hermanos no mortífagos para nada: eran capaces de mantener un duelo de magos a medio nivel y casi matan a Ginny en el duelo. No hay que confundir que sean buenos con el hecho de que hubieran vencido a Ginny si no fuera por la intervención de otros que luchamos. Ginny era buena, una estudiante diez y sabía combatir lo suficientemente bien, pero no tenía nada que ver eso con que si se le ganaba podías proclamarte poderoso.

     -Creo que para hoy ya está bien -dije mirando el reloj-. Y procurad hacerle caso a Amycus en clase, sus hechizos son poderosos después de todo. Aunque no os guste, aprended todo lo que podáis de él.

     Los más veteranos se fueron antes con la ayuda del mapa del merodeador, que lo había dejado abierto encima de una mesa cerca de mi vista. Me quedé con los novatos y a los que más les costaba avanzar, dejando así pocos a los que enseñar. Siempre nos quedábamos un poco más de tiempo para poder ayudarlos en alcanzar el nivel de los otros.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora