Capítulo 15

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La resistencia

     Tal y como me lo imaginé, los alumnos desconformes no se quedaron de brazos cruzados.

     Un gran suministro de los sortilegios Weasley habían conseguido entrar pasando desapercibidos. Los alumnos pensaron que podían hacer igual que en el reinado de Dolores Umbridge, pero nada fuera de lo que la gente podía imaginar, y eso se sabría demasiado pronto.

     -Cruccio.

     Fue el primer golpe de realidad que derrumbó a todos.

     Esa palabra. Esa simple palabra, resonó por todo el pasillo. Los gritos del desafortunado alumno, por toda la escuela. La alumna de cuarto de Hufflepuff había sido pillada por Alecto, la profesora de Estudios Muggles, mientras le decía a un alumno de Slytherin que le daba igual su estatus de sangre y que no tenía nada en contra de los muggles.

     El pasillo repleto se quedo parado. Todos los alumnos miramos impresionados, y los que sabían que era aquel hechizo, entendieron que las cosas estaban peores de lo que parecían.

     -Los muggles son bestias repugnantes que han de ser aplastados -sonrió la mujer viendo como los espasmos de la menor no desaparecían en el acto.

     Pude ver la mirada de furia que cruzo la mirada de Sussan Bones, antigua miembro del ED. No debió ser para nada divertido ver un miembro de su casa ser humillada de esa forma. Si no intervenía, las cosas irían de mal a peor.

     -¿Qué hacéis parados? -alcé la voz desviando la atención de la profesora, que también me miró-. Estamos en horario de clases, no os quedéis parados. Cada uno a sus aulas, ahora.

     Caminé sin titubear hasta la Hufflepuff mientras escuchaba la carcajada de la mortífaga, cortada solamente por sus propias palabras.

     -Es verdad, ¡voy a llegar tarde a clase! -lo último que se escucho de ella, fueron los pasos amortiguados que sus zapatillas hacían sonar arrastrándose pesadamente por el suelo.

     Pero los alumnos no se marcharon, se quedaron parados.

     -¿Acaso no habéis oído? -pregunté-. A vuestras aulas ahora mismo. No deis más motivos a los maestros para castigaros.

     Palabras simples y exactas que hicieron que las pisadas rápidas se hicieran. Pero no todos se fueron, no. Sussan, por ejemplo, estaba ayudando a la más joven a quedarse sentada en el suelo. Ahora que se habían dispersado, pude ver a Ginny, Neville y Luna, quien no se habían inmutado por mis palabras.

     Me agaché a la altura de la morena y saqué la varita. Sus ojos rápidamente me miraron alarmada.

     -Tranquila -dije agarrándole el antebrazo con suavidad para que lo extendiera ante mi-. Esto te ayudara, lo prometo -puse la punta de la varita en la piel-. Abiit iniuriem.

     Aquel hechizo era obra mía. Ya lo había utilizado en Katie Bell el año anterior para detener la maldición del collar de ópalos. El cruccio no dejaba demasiados rastros mágicos, solamente le quite de encima la magia tenebrosa que se quedaba impregnada en los tejidos musculares.

     Pude ver como la chica se relajaba ante mi tacto.

     -¿Mejor? -pregunté.

     -Si -murmuró-. Gracias.

     Me puse de pie y saqué la libreta que siempre me llevaba encima.

     -¿Que clase te toca ahora? -pregunté-. Y nombre completo.

Lilianne y las Reliquias de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora