Capítulo 16.

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Abrí la puerta, no sin antes llamar.

Pues no debía estar escuchando conversaciones ajenas. Y menos si no me gustaba lo que escuchaba, solo serviría para embotarme la cabeza con más problemas.

Que las putas clase de modales que curse durante años sirvan de algo.

Papá me miro nervioso, y el otro hombre se giro a mirarme, yo sonreí al igual que él, él se levanto y camino hacía a mí con una esplendida sonrisa.

—¿Cómo ha estado mi sobrina favorita? —dijo el envolviéndome en sus brazos formados, en un abrazo de oso que yo devolví. Reí.

—Soy la única que tienes —repliqué mordaz, el me levanto en el aire y yo reí aun más.

Rhoy Vanderwall, era el hermano menor de papá y productor musical, él fue el primero en salir a defenderme, cuando lo necesite, pero su trabajo lo hacía viajar mucho y solo me visitaba cada tanto que podía. Él era un niño en el cuerpo de un hombre, no estaba casado porque según él, era un alma libre y no tenía hijos, había viajado a todas partes y conocía a muchísimos famosos, gracias a su trabajo.

—Mírate si estas más hermosa y más alta —dijo devolviéndome al suelo.

—¿De qué hablas? Si estoy igualita.

—Claro que no —afirmó dándome un beso en la mejilla.

—¿Qué haces aquí?

—Vengo a ver como esta mi familia y cerciorarme de que mi sobrina este bien, y sin los controles de antes es mucho más fácil —el suspiró teatralmente.

—Uy si, pero mírate si ya hasta pareces un maduro interesante.

—¿Un maduro? Serás descarada, jovencita —él me abrazó nuevamente— si estoy en la flor de la juventud —se quejó.

—Claro que si, tío. Claro que si —ambos reímos.

—¿Qué tal si cenamos? —preguntó papá.

—Excelente porque se me antoja comida italiana —dijo el tío con el acento propio de Italia. Los mire a ambos— tranquila, tu papá ya me puso al día de ciertas cosas y puedes estar relajada —dijo y justo entonces entro Lilly, se le veía más tensa de lo normal, algo extraño, ya que ella y el tío Rhoy se llevaban muy bien, la mire sin entender.

Lilly ordenó comida italiana, para complacer al tío, mientras este solo bromeaba sobre su trabajo, entre risas y anécdotas comimos amenamente, cuando termine de cenar subí a mi habitación.

Estaba agotada y a papá y al tío no le importó, me recosté durante un rato, en el cual decidí, ducharme. Una vez lista me coloque el pijama, pero antes de dormir necesitaba hablar con papá, mire la hora debía seguir despierto, siempre se acostaba tarde para adelantar trabajo. Fui a su despacho, pero no estaba a sí que subí, corriendo las escaleras a su habitación que estaba en lado izquierdo del pasillo, en el que se encontraba la mía y abrí la puerta sin tocar.

Mala idea.

—Papá... —me quedé a mitad de la frase.

Mi cerebro hizo cortocircuito.

Me quede en blanco.

Mi respiración se atasco.

Mi mente no quería creer lo que mis ojos veían

Mi cerebro no procesaba tal imagen.

Todo mi mundo se había vuelto patas arribas una vez más.

Como si el mundo me pusiese a prueba cada dos días para probar mi cordura.

Mi corazón latía deprisa mientras mi cerebro por normal comenzaba a procesar la imagen ante mí.

Los Colores de una Mentira ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora