Capítulo 24.

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Después de que Ben se disculpara y me besara un poco más y llegara a la conclusión de que era la peor persona que pudo cruzarse en su camino y no me mal entiendan yo era un conjunto de sin sentidos bien formado. Sonreí ante su caricia y lo mire a los ojos.

—Bien, ¿podrías llevarme donde Dinah? —el asintió, me abrió la puerta de su Jeep de forma galante y yo reí un poco más.

La hermana de Hannah se recuperaba como se esperaba y eso hacía que mi corazón aleteara, y hacía que no me sintiera como la basura que era.

Cuando llegue a casa, iba tan perdida en mis pensamientos y delirios, que no me había percatado de los autos estacionados en frente, por lo que entre sin percatarme de quien se encontraba en casa.

Por suerte para mí o depende de cómo se mire. Había tropezado y caído al suelo, cosa nadie había notado, por lo que asome la cabeza, un poco por el marco, con el que había chocado. Este daba a la sala de estar donde mi padre recibía a todas sus visitas no deseadas y dicho por él, no fue algo que yo me saque de la manga. Mire de quien se trataba y comprobé que tenía una suerte de mierda, me oculte tras la columna con el corazón en una mano.

La visita era de la más inesperada. Era Jake y tal vez se pregunten ¿Quién demonios es Jake? Creo que ya lo había mencionado. Es una historia que contare más tarde. Jake no estaba solo, su padre lo acompañaba y quien lucía un poco alterado. También estaba con ellos imperturbable, de pie y detrás de ellos como lo haría una guardaespaldas, Elías.

MIERDA.

Lilly parecía al borde del ataque, miraba su reloj cada dos minutos, seguramente estaba atenta a cuando llegase.

—No podemos romper relaciones, se que lo de nuestros hijos fue un desastre, pero ya hace meses desde que paso —dijo el padre de Jake, del cual no recordaba cómo se llamaba. Papá tenía el rostro tallado en granito, su expresión era adusta.

—Sí, ya han pasado meses desde lo ocurrido con mi hija —dijo papá calmado— que por cierto era responsabilidad de Jake cuidarla, pero no estamos aquí para cavilar culpas, se trata de que estamos creando nuevos enlaces y estar asociados a tu compañía no los complica mucho —dijo papá despectivo.

—Se que la prensa ha estado cavilando sobre mi empresa y respirándome en la nuca, pero... —justo entonces y como el destino me ama, que alguien por favor note el sarcasmo. En serio estoy comenzando a creer que quien maneja los hilo de la vida, me odia y se ríe a mi costa. Mi teléfono comenzó a sonar.

—¡Demonios! —susurre y colgué la llamada, esperaba que nadie se hubiese percatado, me pegue aun más al muro.

—Lo siento era el mío —dijo Lilly y esa era mi señal para salir huyendo. Por suerte las escaleras que llevaban a mi habitación estaban fuera de la vista, por lo que no lo pensé, antes de que mi celular intentara delatarme de nuevo.

Cuando estuve a salvo en la comodidad de mi habitación mi corazón latía deprisa, tanto que pensé me daría un infarto, mi teléfono sonó de nuevo y yo lo mire airada.

—Llamas en un mal momento —refunfuñe.

—Espero que no tuvieses teniendo sexo —puse los ojo en blanco.

—¿Que querías, Chase?

—Escuchar tu voz.

—Venga, no creo que casi me descubran por eso —insistí.

—¿Qué estabas haciendo, Cassy?

—Chase... —regañe.

—Vale, vale, solo llamaba para decirte que en unas semanas abrirán las audiciones para la Academia Internacional de Danza de Londres —dijo.

Los Colores de una Mentira ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora