Capítulo 1.

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En la vida, ocurren situaciones que escapan de nuestras manos, situaciones que ponen en cuestionamiento cada etapa de nuestra vida. Algunos caminamos sin saber exactamente a donde vamos. Aunque creo recordar, hubo un punto en mi vida en el que, creí haber encontrado todo lo que necesitaba, el novio perfecto, el auto del año, tarjetas de crédito sin límites, amigos a contar, las mejores fiestas, los eventos más exclusivos, clubes, competencias... Pero cuando estaba en lo más alto, la caída fue dura y el impacto contra la realidad más duro aún.

Me di cuenta de, que muchos no estaban por mi linda sonrisa, o mi carente simpatía. Creí confiar, creí tener el mundo en mis manos, creí que nada malo pasaría y sí lo hacía, papi podía resolverlo todo con un cheque.

Que equivocada estaba.

La vida puede ser cruel, pero el karma es una perra. La realidad me golpeo, la verdad me explotó en la cara y es entonces que te das cuenta de que no puedes confiar en nadie, que solo nos tenemos a nosotros mismos para cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Crecí en un mundo, donde debía cuestionarme que impulso a esa persona a acercarse a ti, mirar sobre tu hombro y darte cuenta de que todos hablan a tus espaldas. En mi mundo las amistades eran tan falsas como los pechos de Kim Kardashian, que las personas en las que deposite toda mi confianza, no eran más que un puñado de mediocres que buscaban como beneficiarse de mi vulnerabilidad, de mi ignorancia al mundo, a ciertas cosas, un montón de carroñeros esperando a que me equivocara, para cotillear y burlarse, ser el hazmerreir de los que creía mis amigos, esperando el mínimo error para poder darte la espalda.

Comencé a cuestionarme cada paso que daba, medía la distancia que me tomaría no chocar nuevamente contra una pared. El camino que había trazado se desvío y me dejó en un punto sin retorno, todos los sueños, planes, viajes... se habían ido por el caño. Y en algún punto de ese camino decidí que quería cambiar quien era. Quería saber que se sentía poder decidir sobre mí misma, quería conocer personas de verdad, que tuviesen más en la cabeza que la próxima colección de Gucci o que tan bien se veían de Armani.

Quería recordar que hay más en el mundo que unos cuantos ceros en la cuenta corriente, quería creer que había personas de verdad, que la palabra humanidad no había desaparecido. Que la ambición, el estatus y la necesidad de poder no habían corroído por completo al mundo.

—¿Estás segura de esto? —pregunto Lilly. La mire. La mujer junto a mí, me miro al sentir el peso de mi mirada. Sus ojos verdes me observaban esperando una respuesta.

Ella era relativamente la única que me acompañaba desde tiempos inmemorables, la única persona en la que podía confiar, después de mi familia, era mi cómplice, compañera de travesuras. Hacía el papel de una madre y a sus treinta y ocho años aun podía confiar en ella.

Una pelinegra de ojos verdes aceituna, tan claros, que casi parecían transparentes y de piel tostada, era esbelta de piernas kilométricas, una belleza a la vista de cualquier hombre y era una mujer de armás tomar. Era la jefa de seguridad de la familia, la encargada de la casa y la mano derecha de mi padre. A quien le confiaría la vida sin dudarlo, había demostrado ser de mi entera confianza.

—¿Cuándo no he estado segura de algo? —pregunté volviendo la vista al frente. Mire a través de la ventana del auto, ante mí se extendía lo que sería mi futuro a partir de ahora. Era la decisión de mi vida, después de tomar el asunto en mis manos. Una decisión coherente, después de que mi vida se fuese por el retrete.

El edificio frente a mí, era una estructura imponente, pintado de color ladrillo y blanco, que se extendía a más quinientos kilómetros cuadrados burlándose de mí, era la representación gráfica, de lo que desconocía de mi entorno.

Los Colores de una Mentira ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora