Capítulo 11.

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—Quítate los ojos —la miré, ella bufó. En serio era mejor no molestar, más de lo normal a Lilly— Los lentes de contacto, Cassy —dijo exasperada y eso hice.

Había entrado por la puerta trasera.

Como una vil delincuente.

Qué ironía.

Hace unos mese la mitad de la ciudad pensaba que lo era.

Sacudí la bruma de mis pensamientos.

—¿Desde cuándo están aquí? —quise saber.

—Hace unas horas.

—¿Y papá?

—Acaba de llegar, había salido a resolver problemas de la empresa —me detuve a mirarla— tranquila, Cassy. No se irá —asentí, ella me paso un peluca en mi tono original de cabello y del cual esperaba no notasen nada raro, mi cabello volvía a ser rubio— fue lo mejor que conseguí —dijo acomodando algunos mechones sueltos— es mejor que teñirlo de nuevo y no tenemos tiempo.

—¿Donde están?

—En la sala —ni siquiera quise mirarme en el espejo.

—... si la hubieses cuidado mejor, si hubieses estado más al pendiente de ella, nada habría pasado —dijo la inconfundible voz de mi abuela.

—Hice todo lo que estuvo en mi poder. Y si, lamento muchísimo lo que pasó con Cassidy, pero no se la llevaran. No lo permití antes ¿Qué les hace pensar que dejare que lo hagan ahora?

—Ni siquiera estuviste con ella, simplemente te fuiste ¿crees que no estoy al corriente de todo lo que haces?

—Ustedes tampoco hicieron acto de presencia —dije entrando en la sala, papá me miro sorprendido, mis abuelos se acercaron a evaluar mi estado.

—Cassidy, cariño —dijo la abuela, su cabello blanco caía por encima de sus hombros y su presencia distaba elegancia, fácilmente se hacían pasar por alguien de la realeza, mi abuelo permanecía en silencio a su lado. Ellos eran la única familia de mamá. —¿Cómo has estado?

—De maravillas —ella asintió y me evaluó como si no me creyese ninguna palabra.

—¿Dónde estabas?

—Clases de baile —contesté rápidamente.

—Tan talentosa como su madre —dijo. Con esa mirada de: "te voy a dar una galletita por portarte bien".

—Eso no lo ponga en duda —dijo papá.

—Cassidy, cariño queríamos hablar contigo —dijo tomándome de la mano y sentándonos en el sofá.

—¿Y no lo estamos haciendo ya?

—Así es linda, así es— ella dio unos golpecito en mi muñeca— después de lo que pasó, tu abuelo y yo queremos que vengas con nosotros.

—¿Qué?

—Queremos que vengas a vivir a Inglaterra con nosotros —reformuló.

—Han pasado ocho meses.

—Lo sé, lo sé y lo lamentamos, pero queremos que pienses lo que te digo.

—No.

—No ¿Qué?

—No iré, lo siento. Pero aquí estoy bien.

—Tu madre hubiese querido que vinieses con nosotros.

Utilizó un argumento tan pobre.

Utilizar esa psicología conmigo.

¿De verdad?

Los Colores de una Mentira ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora