Capítulo 12.

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A lo largo de los últimos años, las múltiples psicólogos y terapeutas, me habían enseñado las distintas herramientas para que mis pensamientos no me agobiaran tanto y la ansiedad no me jugara una mala pasada.

Justo en ese momento, cuando más las necesitaba era como si mi cerebro hubiese hecho cortocircuito y fuese incapaz de procesar nada a mi alrededor.

Mis emociones iban y venían como si de un juego de ping pong se tratase, pasando desde la incredulidad y la confusión a la rabia. Me mordí el labio tratando de mantener mis emociones a raya, estaba confundida.

¿Ya lo había mencionado? Sí, bueno lo repito. Estaba confundida.

Estaba tan confundida, y creo haber mencionado que eso era malo para mí, pues me consideraba emocionalmente inestable, sentí un picor en los ojos, pero me negué a derramar una sola lágrima, ahí, en frente de todos. Mis nervios me comerían viva.

—Cassy... —dijo Hannah en un susurro y yo negué con la cabeza, me negaba a hablar con alguien justo en ese momento.

No quería hablar, no ahora.

—Creo que será mejor, que comencemos a practicar —dijo Tyler tomándome de la mano— ven —dijo suavemente y yo lo seguí, cuando Ben se acercó a mí, ya que yo era su pareja de baile, negué con la cabeza cuando me tendió la mano, no quería demostrar cuanto me había lastimado y menos con su novia delante, pero era incapaz de mirarlo a la cara.

—Haremos cambio de parejas —dijo Hannah intentando aligerar el ambiente, en esencia momento parecía un títere, me movía por pura inercia.

—¿Sabes? No es bueno guardarse todo —dijo Tyler y yo levante la cabeza para mirarlo.

—Tampoco guardar información —dije de vuelta.

Y dioses, sabía que era una hipócrita.

—Sólo digo que si tienes ganas de llorar, de gritar lo hagas —él me miro con tristeza.

Uh, como odiaba que me miraran así. Era un mal de amor ¿Qué tanto drama podía hacer? Mucho. Apenas iba a mitad de la práctica, cuando no lo soporte más.

No aguante más y me detuve, tome mis cosas y abandone el salón.

Como la buena adolescente, que se supone soy.

—¡Cassy! —escuché mi nombre, pero ni me moleste en mirar, para mi suerte Chase estaba esperándome, abrí la puerta del auto y me subí en el.

—Conduce —le dije y él sin amilanarse asintió, no dijo nada.

—¿Se puede saber qué pasó? —preguntó después de un rato al ver, que yo no daba explicaciones.

—Pasó, que soy una estúpida —susurre, el no dijo nada más.

Chase me conocía mejor que nadie, sabía cuando debía guardar silencio y esperar a que yo me decidiese a contarle que había pasado, sabía cuando debía hablar, cuando simplemente debía dejarme en mi burbuja

Él era mi mejor amigo, él era todo lo que en algún momento necesité, me acompaño en las buenas y en las mala y sabía cuando estaba pasando por un episodio depresivo. Él se detuvo y entonces me miro.

—¿Qué pasa? —quiso saber y yo negué— que pasa con todo Cassy, desde el hecho de que estés en un colegio público, hasta el hecho de tu cambio de look —señaló mi cabello— y el hecho de que estemos aquí.

Entonces se lo conté.

Le conté todo.

Le conté absolutamente todo omitiendo detalles, claro está. Le di la dirección del apartamento y él me llevó allí. En el camino hablamos del lío que se había vuelto mi vida, a él era imposible ocultarle algo.

Los Colores de una Mentira ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora