EDUARDO

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El camino fue incómodo, Edward no hablaba ni ponía música, esto me recordó a los inicios.

—¿Y te divertiste? — Pregunté tratando de parecer casual.

—¿Divertirme? ¿Por qué? — No me miró, su tono era áspero.

— ¿Qué hiciste estas horas que no estuve? ¿Viajaste a algún lado? — Miré por la ventana para que no viera mi rostro.

—Estuve esperándo a que regresaras, cuando no llegabas y comenzó a llover, tomé mi auto para rastrearte en el pueblo.

—¿Por? — No entendí.

—Estaba preocupado.

—¿Por? — Lo miré.

—No lo sé. — Admitió.

—¿No sería mejor que cuando estés solo, en vez de querer controlar todo, te diviertas? — Traté de hacerlo razonar. — Yo me divertí.

—Debo cuidarte. — Contestó con simplicidad.

— Te pedí las pastillas, si me las hubieras dado, no tendrías que haber venido. — Expliqué como si fuera muy obvio, al menos lo era para mí.

—Basta, no quiero hablar más de eso. — Quedamos unos segundos en silencio. — ¿Sabes que Jacob piensa que te tenemos secuestrada? — Parecía un reclamo.

—¿No que no querías hablar de eso? — Oculté una risa.

—Eso es grave, podemos tener muchos problemas mi familia y yo. — Me explicó un poco exasperado.

— Entonces me iré. — Di la solución más rápida. — Le dije que ni siquiera los veía, sólo dormía en la casa y me creyó. ¿O no?

—Sí, te creyó. — Me confirmó.

—Restauraré la casa, Jacob me ayudará, entonces me independizaré y haré una fiesta.— Le avisé. — No estás invitado, avísale a Alice.

—¿Ella tampoco está invitada? — Preguntó confundido.

—No, no… ella sí. — Sonreí al recordar la ternura de Alice. — Y dile a Emmett que será fiesta de disfraces, será épico que sólo él vaya disfrazado. — Me reí al imaginar ese momento.

—¿Por qué no se los dices tú? — Parecía molesto.

—Se los diré, sólo estoy presumiendo que tú no irás. — Me miró serio parando el auto, habíamos llegado. —¿O quieres ir? — Pregunté tomando seriedad. — Habrá mariachi.

Edward sonrió levemente, oculto de inmediato cualquier emoción y yo salí del auto.

— Deberías acostarte. — Apareció a mi lado haciendo que me exaltara.

—Tú no me mandas. — Estaba a la defensiva. — Me acostaré porque yo quiero. — Bromeé entrando a la casa, subí las escaleras con cautela y de inmediato fui a la cama a recostarme, me estaba matando el dolor, ya había soportado todo el camino con la molestia, fue mala idea salir. —¡Edward! — Él apareció en la habitación de inmediato.

—¿Te pasa algo? — Parecía preocupado.

—Me voy a morir. — Oculté mi rostro entre las cobijas.  — Me duele mucho, es por el frío. — Intentaba regular mi respiración

—Espera.

—Quiero que en mi testamento diga que le dejo todo a Charlie. — Me quejé de dolor. — Ustedes ya tienen muchas cosas. — Estaba hablando en tono bajo aunque sabía que él me escuchaba. — Entierrenme con mi pulcera. — Me refería a la que me regaló Charlie. — Y si sobró pastel, también entierrenme con el pastel que me hizo Bella. — Respiré hondo, el dolor era pulsante, realmente el dolor era soportable, pero como soy una estrella del teatro, debía lucirme. Esperé unos segundos y no hubo respuesta, además Edward no regresaba. — ¿Te fuiste? — Pregunté ya un poco calmada. — ¿Vas a abandonarme para que mi cuerpo se pudra?

Crepúsculo (LUNATION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora