Prólogo

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La lluvia era densa y pesada, había arrasado con todo a su paso, y como un acto de magia, la gente se había evaporado de las calles. El jardín que se encontraba en las afueras del instituto se inundó con rapidez, y comenzó a formar un espeso barro.

Me arrepentí de no haber traído un abrigo, ya que el viento se tornaba fresco. Pero más que nada, me arrepentí de haber salido con mi cuaderno de dibujos justo ese día. Solía ubicarme en esos jardines para retratar, me traía calma, inspiración, buenas energías. En ese espacio en particular, el sol iluminaba de una manera perfecta, dándome el ambiente ideal para dibujar. Ese día había tomado mi cuaderno, mi estuche de lápices y carboncillos, los auriculares, y había partido hacia las afueras del instituto, sin percatarme de la horrenda tormenta que se avecinaba. Debía perfeccionar las obras que armaban mi portafolio para la universidad, y no había mejor lugar que los jardines para hacerlo. Me sentí estúpida en esos momentos, mirando la cortina de agua, resguardada debajo de un estrecho techo, al entender el enorme riesgo que había corrido teniendo en cuenta que la entrevista de admisión era al día siguiente.

Abrazaba mi cuaderno como si la vida se me fuese en ello, y aguardaba a que parase de llover para poder volver a casa con los dibujos sanos y salvos. Sin embargo, a cómo caía el agua, no parecía que fuese a parar jamás. No vivía demasiado lejos del instituto, pero salir de allí no era lo más inteligente. Esperaría toda la noche de ser necesario.

Estuve parada varios minutos mirando al cielo aguardando a que la densa catarata de agua que caía mermase, sin hallar indicio alguno de que pasase semejante cosa, cuando un auto negro paró a unos metros. No necesité ver al conductor para saber quién era.

—Lo que me faltaba— murmuré entre dientes.

La ventanilla del conductor descendió, dejando al descubierto poco a poco el rostro de Aiden Hawk. Su cabello oscuro estaba húmedo por la lluvia; y estaba peinado ligeramente hacia arriba. El verde de sus ojos, acentuados por unas cejas oscuras, se había apagado completamente hasta parecer grises, como ceniza.

—Vaya, vaya, vaya— dijo él mientras mostraba su tan odiosa sonrisita de superioridad.

La lluvia caía sobre el techo de su auto formando una densa cortina de agua, que volvía a la pintura más brillante de lo que ya era.

—Es sólo agua, ¿sabes?—me dijo con tono irónico.

—Lo dice quien está bajo el techo de un lindo Audi —retruqué con desafío.

Él soltó una risa sorpresiva, mostrando una perfecta dentadura, y yo miré hacia otro lado, dando por finalizado el intercambio.

—Sí sabes que lloverá toda la noche, ¿no?— parecía reírse de mí.

— Será una larga noche, entonces— le solté secamente.

—Ven, sube— dijo con amabilidad, luego de unos segundos.

Aquí algo no andaba bien. Aiden Hawk era todo menos amable.

—No, gracias, aguardaré.— solté mirando hacia otro lado.

—¿Me dices que prefieres quedarte aquí antes de que te lleve?— dijo irónico.

—Eso mismo.

Lo vi reírse y negar con la cabeza, antes de soltar:

—No seas terca.

Él no dijo más nada, y aguardó a que me acercase.

Dudé mil veces antes de tomar la decisión. Había tenido pocos encuentros con Aiden a lo largo de los años en el instituto, y ninguno de ellos había sido bueno. Pero, al fin y al cabo, no lo conocía en profundidad. Incluso, sospechaba que su actitud era fingida para ganarse una reputación. ¿Qué mal haría aceptar su ayuda? Suspiré cansada, rendida, después de todo, no tenía muchas opciones.

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