El día era tan perfecto, parecía burlarse de mí. Hoy era el gran día, hoy se definía todo. Sentía los ojos enrojecidos de tanto llorar y de no haber pegado ojo en toda la noche, dibujando algo presentable para la entrevista, los sentía hinchados, pesados. No quería ni encontrar mi cara en el espejo, todo lo que veía eran unas oscuras sombras bajo los ojos.
Sin demorar demasiado, fui hacia el cuarto de baño y abrí el agua caliente. No podía bajar los brazos ahora, tenía que al menos intentarlo, quizás con lo que había dibujado por la noche bastaba. No se asemejaba ni un poco a las obras que tenía pensado presentar, pero no iba a dejar que un idiota como Aiden echase abajo todo. Debía luchar hasta el último minuto.
El agua recorría mi cuerpo de una forma tan reconfortante, que por un momento, solo por un momento, las cosas parecían ir bien, tener un futuro. Quince minutos más tarde me encontraba envuelta en una toalla, parada frente a mi pequeño sofá, donde había separado algunas prendas para ponerme. A pesar del sol radiante, no hacía demasiado calor, la lluvia había aplacado eso. Me decidí por unos jeans claros, con una camisa azul. Debía verme elegante, eso me habían inculcado toda mi vida. La primera impresión es todo lo que cuenta para estas situaciones. Mire con ternura mis zapatillas, y me reprimí para no ponérmelas. ¿Quién dice que las zapatillas no son elegantes?. Pero mi madre me había dejado unas de sus sandalias para que luzca más profesional.
Me acerqué al escritorio donde había un espejo para el rostro, el estuche de maquillaje, accesorios y perfumes. También estaban los dibujos esparcidos por todos lados: había intentado recrear lo mejor posible los que se habían arruinado, sin que quedaran igual de bien, sin quedar conforme al máximo. Era imposible realizar en una noche aquello en lo que había pasado meses creando, perfeccionando. Tenía el dibujo de un ojo humano, también de una estatua, y otro de la cara de un anciano. Fueron a los que más empeño les puse, para tener algo fuerte para mostrar: calidad, no cantidad. De esa forma, se habían vuelto tan reales las imágenes, que parecían fotografías. Estaba todo hecho con carboncillo, raramente dibujaba con otra cosa.
Mientras observaba los dibujos asomaron lágrimas de nuevo en mis ojos y me negué a seguir llorando. Me senté en el escritorio y comencé a maquillarme. No hice más que aplicar algo de corrector en las ojeras, y en algunas imperfecciones, la base para unificar el tono, un poco de máscara de pestañas y algo de rubor para no verme tan pálida. También un labial de tono nude para realzar un poco mi cara, pero tampoco llamar demasiado la atención. Mi cabello, rubio como el sol, que bajaba hasta la mitad de mi espalda, se agitaba mientras lo secaba con la secadora. Una vez que terminé, recogí cada uno de los dibujos, guardé las cosas que debía guardar para el instituto, y bajé hacia la cocina.
Mi madre preparaba el desayuno, parecía estar esperándome.
—Emily— vino hacia mi encuentro— ¿Has podido dormir? ¿Estás nerviosa? ¿Han quedado muy mal?— lanzó todas las preguntas juntas.
—Haré lo que pueda— forcé una sonrisa y traté de reprimir el llanto.
—Te he hecho unas tostadas y café, ya sabes, para que recargues energías.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...