Cuando me sonó el teléfono, estaba cerrando la puerta de entrada. Jace ya se había marchado y Ben estaba subiendo a su cuarto para dormir una siesta. Salí corriendo de mi casa en busca de un taxi, maldije en voz alta no poder manejar mi propio auto. Escuchar a Emily de esa forma me había atravesado el pecho, una horrible sensación se había alojado dentro mío. Todo en ese día había sido extraño, y no había tenido tiempo de digerirlo, de analizar qué estaba pasando con esta chica. Parecía que cuanto más se acercaba, cuanto más la conocía, menos podía controlar lo que me pasaba y más trataba de alejarla. Pero, al escucharla de ese modo, al saberla en peligro o en riesgo, no vacilé ni un segundo.
Subí al taxi y le pedí que vaya lo más rápido posible —si yo estuviese manejando, ya habría llegado—, a pesar de que la dirección no era muy lejana. El viaje se me hizo eterno, todos los semáforos parecían complotarse para ponerse en rojo, no me daba cuenta que estaba agitando la pierna con nerviosismo, y tenía la cabeza tan puesta en otra cosa, que no parecía sentir dolor corporal alguno. Cuando el auto aparcó en la puerta de la casa, le extendí el dinero al conductor y bajé sin aguardar el cambio. Golpeé la puerta impacientemente varias veces, estaba preocupado de lo que podría llegar a ver del otro lado. Luego de unos segundos, la puerta se abrió lentamente dejando al descubierto a una Emily pálida, con los ojos hinchados y enrojecidos de tanto llorar, sus pestañas estaban aglutinadas y mojadas, pero lo que más llamó mi atención, fue el corte que tenía en su labio, y la sangre que le goteaba por el mentón. En cuanto me vio, comenzó a llorar nuevamente, angustiada, y noté que sus piernas se estaban aflojando. Ingresé rápidamente y la envolví en mis brazos, apretándola fuertemente con mi única mano útil, ella me devolvió el abrazo con el mismo ímpetu. Su rostro, deformado por el llanto, se estampó en mi pecho y sentía como sus manos, aferradas a mi espalda, arrugaban mi camiseta. Cerré la puerta con un pie mientras la consolaba. Escuchar su llanto y sus quejidos me rompió el corazón en mil pedazos, casi lo mismo que sentía cuando veía mal a Ben.
—Tranquila— le susurré tratando de sacarla de ese estado, al tiempo que le acariciaba la espalda— Tranquila, respira conmigo— le encomendé mientras juntaba aire en mis pulmones y lo soltaba lentamente. Poco a poco comenzó a imitarme, y su llanto fue cediendo, hasta quedar laxa en mi pecho. Luego de permanecer unos minutos así en silencio, la aparté suavemente para poder observarla. Mi remera quedó humedecida a causa de las lágrimas, y además manchada con su sangre. Sabía lo suficiente del tema como para saber que le habían dado un puñetazo. Posé mi mano sobre su mentón para examinarle la herida, tomé su labio inferior entre mis dedos y tiré de él suavemente para ver en su interior: tenía un pequeño corte por dentro también, seguramente provocado por sus propios dientes ante el impacto.
—¿Qué ha pasado?— mi voz rompió el silencio sepulcral que se había formado.
—Dos tipos me interceptaron y me dieron un golpe— dijo intentando controlar las lágrimas que nuevamente comenzaban a caerle por las mejillas. Fruncí el ceño ante aquella declaración.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...