Capítulo 13

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Cuando Jace llamó por la mañana para contarme lo sucedido con Ben, quedé atónito

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Cuando Jace llamó por la mañana para contarme lo sucedido con Ben, quedé atónito. Me era imposible imaginar la escena que me describía: Emily conociendo a mi hermano, calmándolo. Por alguna razón, me sentí incómodo, invadido.

—¿Qué harán qué?— solté casi atragantándome con la gelatina que me habían dado en el desayuno.

—Iremos a verte— se rio Jace del otro lado de la línea.

—El doctor dijo que probablemente me darán el alta por la tarde— desestimé su idea de inmediato— No hace falta que vengan.

—¿Qué dices? ¿Cómo le digo a Ben? Olvídalo, iremos— sentenció Jace con firmeza.

Pasé el resto de la mañana pensando en cómo sería el encuentro de esa tarde. ¿Cómo fue que Emily quedó en medio de todo esto?

A eso de las once apareció el doctor con unos papeles en la mano.

—¿Cómo te sientes, Aiden?— dijo examinándome con ojos atentos.

—Algo dolorido, pero bien— le respondí— ¿Podré irme a casa hoy?

—Sí, revisé las placas y los análisis que te hicieron, y afortunadamente está todo bien, considerando la situación. No hay secuelas internas, ni nada grave de qué preocuparse— me miró por un segundo—. Tuviste mucha suerte, Aiden, trata de no involucrarte en situaciones así.

—¿Seguro no hay nada roto?— dije un tanto avergonzado, y bajé la voz para continuar— Mientras estaba allí tirado, no podía siquiera respirar, sentía que el pecho estaba a punto de explotarme de la presión.

La mirada del hombre se tornó benévola.

—Seguro. Físicamente está todo bien— indicó con tranquilidad— Aquello que dices haber sentido, se condice más con lo que se llama ataque de pánico— fruncí el ceño ante aquella revelación.—¿Estás familiarizado con el término?— preguntó con amabilidad y negué levemente con la cabeza— Es un episodio repentino de miedo y ansiedad que trae aparejados algunos síntomas físicos, como mareos, sudoración, náuseas, malestar, y también sensación de dificultad al respirar y sofocación.

—¿Quiere decir que estaba sólo en mi cabeza?— pregunté confundido.

—No exactamente, pero sí.— quedé extrañado, algo asustado, no podía creerlo, lo había sentido muy claramente— No es algo grave, a mucha gente le sucede alguna vez en la vida— me tranquilizó— Puede que nunca más te vuelva a ocurrir, o puede que sí. En cualquier caso, te recomendaría que inicies un tratamiento con el departamento de salud mental— me ofreció una sonrisa amable.

—Gracias— dije casi sin palabras, mirando a un punto fijo.

—Si todo sigue bien, dentro de unas horas te marchas a casa, ¿de acuerdo?— notaba que su tono era relajado, quizás tratando de levantarme el ánimo.

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