Durante el trayecto a mi casa, el resto del día y prácticamente toda la noche, no pude dejar de recordar todo lo ocurrido. Recostado en mi cama, mirando el techo, todo en lo que podía pensar era en ella. No lograba descifrar qué me había llevado a besarla de esa forma—aunque no me arrepentía en absoluto—, había sido algo demasiado impulsivo, pero que valió cada segundo. Si cerraba los ojos, aún podía sentir sus gruesos labios sobre los míos, sus manos apretando mi remera, enredándose en mi cabello, su lengua recorriendo mi boca— lo que me había vuelto loco y casi había hecho que pierda el control—. ¿Qué me pasaba con ella? Jamás me había pasado algo semejante con nadie, nunca había tenido esa conexión, y comenzaba a asustarme el poder que podía ejercer conmigo. Cuando la vi herida de esa forma, llorando, tan asustada, tan desprotegida, tuve que contenerme para no salir a buscar al desgraciado que se había atrevido a ponerle una mano encima.
El día había sido una montaña rusa de emociones, y de repente me sentí realmente agotado. El cuerpo me estaba pasando factura por toda la intensidad sufrida durante la jornada. No supe en qué momento me quedé dormido, pero sí supe que fue pensando en ella.
Al día siguiente, me costó salir de la cama. Los músculos me dolían como si hubiese corrido una maratón. Luego de unos largos minutos, me autoconvencí de levantarme. Fui hasta el baño que tenía dentro de la habitación y me dispuse a lavarme la cara, los dientes y arreglarme el cabello que se había alborotado durante la noche. Esa mera acción hizo que reviviera nuevamente la tarde anterior con Emily, la forma en que había jugado con mi cabello. Me miré en el espejo largamente, tratando de pensar cómo seguiría todo a partir de allí. De repente, sentí cierta incomodidad a encontrarme con ella luego de lo vivido. Nunca había sentido eso con otra chica, quizás porque las demás no eran como Emily, las demás no me habían hecho sentir de esa forma. Las demás no habían intentado ir más allá, no se habían sumergido tanto en mi vida.
Suspiré largamente, y me insté a arrancar el día. Tomé la crema que me había recetado el médico, que había comprado de camino a casa el día anterior, y la coloqué sobre la herida de mi mejilla. Me ardió un poco, pero lo soporté.
Luego de hacer la rutina de siempre, despertar a Ben, desayunar, y saludar a mi madre, me dispuse a ir al instituto en taxi, no sin antes dejar a mi hermano en su escuela. Cuando llegué, una extraña sensación se adueñó de mi cuerpo, y no terminaba de descifrar qué era exactamente. Fui consciente de que buscaba a Emily con la mirada, no la veía por ningún lado, lo que me hizo sentir un tanto decepcionado. Estaba tan abstraído buscándola, que no noté cuando Jace se acercó a mi lado.
—No creí que fueras a venir— me soltó con una sonrisa, y tuve que cubrir el sol con la palma para poder verlo. —Ahora que tienes excusa para faltar ¿vienes igual?— se burló mientras estrechaba mi mano a modo de saludo.— ¿Cómo te sientes?
—Bien, algo dolorido, pero nada que no pueda soportar— le respondí, aún distraído paseando los ojos por todas las personas en la entrada.
—¿Buscas a alguien?— preguntó él extrañado, mientras miraba entre el gentío.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...