—¡Llévala a casa!— escupí con rabia y me apresuré a ingresar de nuevo al edificio.
Pasaba por entre la gente con brusquedad, empujando a aquellos que estaban demasiado borrachos como para correrse por sí solos. Más de uno me insultó y me miró con mala cara, pero no había nada que me importara menos en ese momento.
Busqué con la mirada y los encontré bailando con otro par de chicas. Los encaré con rabia, pasando sin darme cuenta por al lado de Jace que besaba a aquella misma muchacha con la que coqueteaba al principio. Al sentir el empujón, éste despegó sus labios de la chica, y buscó en el entorno. Inmediatamente me vio a mí.
—¿Aiden?— gritó con entusiasmo por encima de la música, pero su sonrisa se desdibujó en un segundo.
Tomé por la remera al muchacho que le había tendido el vaso a Emily y le di un puñetazo con la mano vendada. El pobre infeliz que no se lo esperaba cayó al piso. La gente de alrededor automáticamente se hizo a un lado, y su amigo saltó a defenderlo de inmediato. Me estampó un golpe en el lado izquierdo de la cara, y comencé a sentir un gusto a metal en la boca.
Jace, que había adivinado mis intenciones cuando me vio pasar, arrebató contra el idiota que me pegó, dándome tiempo para echarme nuevamente sobre el primer tipo.
—¿Qué le diste?— le grité enfadado al tiempo que lo golpeaba con furia.—¿Te crees macho drogando chicas?
La gente más cercana había dejado de bailar para mirar el conflicto.
—No le di nada— atinaba a responder el joven desde el suelo— Estaba borracha, sólo eso.
—Aiden, viene seguridad— gritó Jace— Vete ya.
—No me engañas ¿Qué le diste?— continuaba golpeando al maldito bastardo.
—¡Aiden, vete!— Jace me empujó para que volviese al mundo real.
Vi como se acercaban los guardias y me obligué a huir.
Me mezclé con la multitud, que se hacía a un lado con miedo a tener problemas conmigo, y corrí lo más rápido que pude hasta una de las salidas de emergencia. Salí a la fría noche y continué corriendo sin darme un respiro. El corazón me latía con fuerza y a mis pulmones parecía no bastarles suficiente oxígeno.
Encontré el lugar donde había aparcado el Audi, me subí lo encendí con rapidez y me dirigí hacia la casa de Jace. La mano me temblaba incontroladamente mientras agarraba el volante, que se hacía casi imposible, puesto que dolía como mil infiernos. Me encontraba apretando los dientes para aguantar. El gusto metalizado que me invadía la boca era realmente asqueroso. Llegué a la casa de Jace, estacioné en la puerta y bajé del coche, nervioso. Caminaba de izquierda a derecha mientras maldecía.
Había un silencio sepulcral que reinaba la calle y sólo se escuchaba mi respiración agitada. Tampoco había mucha iluminación en esa cuadra. Me tomé la cabeza con la mano izquierda y suspiré. Saqué mi teléfono celular y llamé a Jace. Luego de varios segundos, atendió:
ESTÁS LEYENDO
Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...