Capítulo 25

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Aceleraba el Audi como si estuviera en medio de un autódromo, pasaba los cambios con la mano, ahora libre del yeso, y cuando volvía a tenerla libre, la usaba para marcar el número de Emily en el celular

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Aceleraba el Audi como si estuviera en medio de un autódromo, pasaba los cambios con la mano, ahora libre del yeso, y cuando volvía a tenerla libre, la usaba para marcar el número de Emily en el celular. Ya era la quinta vez que llamaba, y lo único que recibía a cambio era una seguidilla de tonos que derivaban a la casilla de mensajes. Una sensación horrible se había adueñado de todo mi cuerpo: mi piel sudaba, mi corazón corría a la par que el auto, mi respiración se había agitado, un pesado nudo se había estancado en mi garganta, y todo en lo que podía pensar, era en ella.

Llegué a la puerta de su casa, y detuve el vehículo pegado a la acera en un solo movimiento. Bajé de él un segundo luego, y con pasos amplios y apurados, me acerqué a la entrada. Golpeé la puerta varias veces, sin medir la fuerza que estaba empleando en ello. Ésta tembló con un estruendo, como cuando la policía allanaba las casas en las películas. Volví a golpear, desesperado.

—Señora Taylor— grité, al tiempo que tocaba timbre y agitaba la puerta una vez más— Ábrame, por favor— supliqué, sintiendo que perdía el control.

Una pequeña parte de mí ansiaba que sea Emily la que abriera la puerta, y que todo sea un horrible susto, que simplemente se haya desorientado en su vuelta a casa, y que esté allí, bajo el marco de la puerta, sana y salva. No podía admitir que le haya pasado algo, no quería aceptarlo. Había dejado que volviera sola a su casa, la había dejado sola. Aquellas ideas hacían que me desesperara aún más, y con el corazón en la boca, golpeé fuerte la puerta con el puño cerrado.

Oí el ruido de las llaves, y puedo jurar que mi corazón se detuvo en esos segundos en que la puerta se abría. Se me fue el alma a los pies al ver, no sólo que la que estaba allí no era Emily, sino en qué estado se encontraba su madre, quien me había abierto. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos a causa del llanto, una expresión desolada, desesperada, aterrorizada.

Sin aguardar invitación, ingresé a la casa, sintiendo cómo se cerraba la puerta a mis espaldas.

—No sé si me recuerda, soy Ai...

La mujer se echó a mis brazos como si su vida dependiera de ello, se aferró a mi espalda con fuerza, y soltó un sonido gutural desolador al tiempo que rompía en llanto. Apreté las mandíbulas, intentando controlar las lágrimas que se acumularon tras mis ojos. Verla destrozada de esa manera, hizo que una idea oscura y tenebrosa atraviese mi mente como un rayo. Pero me negaba a pensar en eso. Y me era imposible formular la pregunta. ¿Está mue...?

—Ellos se la llevaron— sollozó Grace, con un sonido desgarrador, haciendo que me volviera algo de vida al cuerpo.

Fruncí el ceño, intentando asimilar esas palabras. Las fosas de mi nariz se abrían y se cerraban velozmente, intentando darle paso al aire que no cesaba de entrar y salir con rapidez.

—¿A qué se refiere? ¿Quiénes se la llevaron?— la alejé suavemente para verla a la cara— ¿De qué habla?

La mujer tenía la cara desfigurada, lo que me hacía acordar a las caretas tristes que ponían en las obras de teatro, aquella que representaba la tragedia. Pensar en aquella palabra me provocó un escalofrío. Sacudí a la madre por los hombros:

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