Abrí los ojos, desorientada. Mi cabeza parecía estar siendo taladrada. Busqué el reloj de la mesita de noche. Me refregué los ojos y lo miré varias veces, creyendo que estaba roto, o fuera de hora.
—Está bien, son las cuatro de la tarde— Sarah se encontraba sentada en el silloncito de mi habitación.
—¿Qué haces ahí? ¿Qué sucedió anoche?— no lograba recordar mucho.
—No sé muy bien, no podías pararte y estabas blanca como un papel, no reaccionabas.
Fruncí el ceño, desacreditando lo que me contaba.
—No recuerdo nada— trataba de descubrir qué era lo último que me acordaba.
—Te traje en un taxi y no despertaste hasta ahora... Estaba a punto de llamar a una ambulancia o algo— se escuchaba preocupada— ¿Quieres ir a un hospital para ver si estás bien?
—No, no, me siento bien. Sólo me duele la cabeza.
—Te traeré algo para tomar— se levantó del piso y salió de la habitación.
El intenso sol de la tarde dañaba mis ojos. Nunca había dormido tanto.
Inhalé largamente y fue entonces cuando percibí un aroma hipnotizante. Provenía de la chaqueta negra que traía puesta. La acerqué más a mis fosas nasales y cerré los ojos. Era una mezcla perfecta entre perfume de hombre y cuero. También un poco de tabaco.
Sarah volvió a entrar con un vaso de agua y una pastilla. Notó que me preguntaba sobre el abrigo.
—Es de Aiden— me entregó el vaso y la pastilla.
—¿Aiden?— inmediatamente me cambió la cara. ¿Cómo había terminado con la chaqueta de Aiden?
—Él me ayudó contigo— aclaró— Cuando te descompensaste, los tipos esos con los que estábamos te agarraron y comenzaron a llevarte. Aiden los empujó y se hizo cargo de tí, te sacó fuera—mientras escuchaba realmente me costaba creer que de mí estaba hablando— Él cree que metieron algo en el trago que te dieron. No sé realmente qué pensar, no sé qué pretendían esos bastardos— soltó enfurecida— no sabes cuánto agradezco que Aiden estuviera allí, no sé que habría hecho yo sola. Me ordenó que te traiga a casa y luego me dio su chaqueta para que te abrigue.
Ése no sonaba para nada como Aiden, haciendo algo bueno por los demás. ¿Y qué? Nada iba a hacer que olvide lo que me había hecho, nada iba a hacer que cambie mi opinión de él: siempre iba a ser un niño egoísta, malcriado, y egocéntrico. Con enojo me quité la chaqueta y tomé la pastilla.
Sarah procuró guardar silencio y no preguntarme nada.
—Debería ir a preparar el examen de mañana, pero no quería irme hasta verte despierta— dijo un poco avergonzada— ¿Quieres que me quede?
—No, no, estoy bien— solté de inmediato— Ve tranquila.
Se acercó con una sonrisa y me besó la frente.
—Llámame, ¿si?
—Lo haré.
Se fue de la habitación y unos segundos luego, de la casa.
Comenzaron a invadirme imágenes de la noche anterior, más que nada de la forma en la que Aiden me observaba al bailar. Las imágenes de mis dibujos volando por el cielo, mientras él se alejaba en su auto, me atormentaron. Recordaba sus frías palabras antes de aquello: "No es una falsa reputación". Muchos decían que había hecho muchas cosas malas en el pasado... terribles, de hecho. Es puro cuento. No es más que un crío buscando atención, bajo los beneficios de tener un padre exitoso que lo mantiene. Usa a todo aquel que se acerca, lo humilla, o lo muele a golpes.
—¿Estás bien?— la voz de mi madre me arrancó del hilo de mis pensamientos.
—Sí— solté secamente. No me había dado cuenta de lo mucho que tenía fruncido el ceño.
—Sarah me contó un poco lo que sucedió— se acercó y se sentó en la cama.
—Estoy bien, mamá, fue un accidente— la tranquilicé. Ella me miró por unos segundos debatiéndose entre continuar hablando del tema o dejarlo pasar.
—Linda chaqueta— la tomó con una sonrisa pícara y la observó con detalle— ¿Le pertenece a algún hombre caballeroso?
—No es un hombre, es un animal— solté con amargura— y está lejos de ser caballeroso.
Mi madre quedó sorprendida ante mis palabras. Ella no tenía idea de quién era Aiden, ni lo que había hecho. Para ella los dibujos se habían mojado accidentalmente con la lluvia.
—¿Sabes? El primer día que llegué a ese instituto, allí estaba él, fumando un cigarrillo con sus colegas, mirando a todos como si él fuese superior al resto— no entendía porqué le contaba aquello a mi madre, simplemente necesitaba desahogarme— Se burlaba de los demás y les jugaba bromas pesadas. No tenía respeto por nada ni por nadie, él hacía lo que quería. Me molestaba su actitud, me molestaba su forma de tratar al resto, que buscase problemas con todos y les diese una paliza— tomé fuerzas para contarle lo de los dibujos— Varias veces trató de buscar problemas conmigo, quería acercarse y nunca lo dejé.
—¿A qué te refieres con que intentó buscar problemas contigo?
—Él mojo mis dibujos, mamá— me apresuré a decir para evitar recordar la vez en que me había humillado frente a todo el curso, o la vez que borracho se me había insinuado en una fiesta de fin de curso— Intencionalmente, arruinó todos los bocetos. Y a mí no me dieron la beca en la universidad por presentar todos esos dibujos ridículos que hice en una noche— el enojo se mezclaba con tristeza— Me sentí tan humillada y avergonzada.
Mi madre se quedó en silencio un momento, claramente molesta, pero a la vez dolida por mí.
—Emily, cielo, sabes que puedes intentarlo de nuevo— me acarició los brazos.
—No, mamá, no puedo esperar hasta el año próximo— me mordí el interior del labio antes de decir lo siguiente:— Yo sé que tenemos problemas, lo sé. ¿Crees que no me doy cuenta de lo mucho que trabajas?— la miré a los ojos y vi la profunda tristeza que la invadía.
—Tu no tienes que preocuparte por eso, yo voy a encargarme.
—No puedes hacerlo sola, mamá.
—No te permitiré dejar el estudio, Emily— su tono se endureció, se puso de pie y comenzó a irse, dándole un fin al tema.
—Voy a buscar empleo y saldremos de esto...
—¡No dejarás de estudiar!— gritó ella.
—No podemos pagar una universidad, mamá— le respondí con tristeza— Al menos no a la que quiero acudir.
—¿No pensaste otras opciones?— dijo ella con restos de enojo.
En verdad no había pensado en otras opciones, porque no quería estudiar otra cosa: dibujar siempre había sido mi vida.
—Estamos solas, mamá. Somos sólo tú y yo, papá se encargó de eso—la ira me consumía.
—Tu padre hizo lo que pudo.
—Mi padre— las palabras me salían atropelladas— se suicidó. Pero hizo lo que pudo, muchas gracias— no terminé de gritar esa oración que mi madre me estampó una bofetada en la mejilla.
La miré y estaba al borde del llanto, me arrepentí de haber sido tan dura.
—Tú tienes la oportunidad de estudiar y ser alguien— comenzó a decir con la voz quebrada mientras controlaba sus lágrimas— No te dejaré crecer como yo lo hice.
Se fue de la habitación y me derrumbé en la cama.
ESTÁS LEYENDO
Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...