El lunes por la noche me envolví en una manta y, mientras intercambiaba mensajes con Aiden que no dejaba de preguntarme cómo estaba, cómo me fue en el trabajo, si me sentía bien, opté por hacer lo que más amaba: dibujar. Me puse los auriculares con una canción y comencé a divagar en el papel. Había algo mágico en el mero hecho de realizar un trazo en la hoja. Era, de alguna forma, terapéutico. De repente, todas mis preocupaciones fueron desapareciendo, dando paso al bello dibujo que estaba creando. Mi respiración y mis latidos se habían calmado mientras disfrutaba de la música y deslizaba el lápiz, mi cuerpo entero parecía hipnotizado.
Esa noche me costó dormir, acechada por pesadillas macabras y tenebrosas. Y sin embargo, cuando el martes por la mañana Aiden tocó el timbre para llevarme al instituto, salí renovada, con una sonrisa.
—Espero que no te hayas olvidado lo de hoy— me guiñó un ojo, sonriendo.
Como si eso fuera posible.
—No lo hice— respondí con calma.
El día pasó lo bastante rápido. Logré reírme más de una vez, en especial en clase de Arte, cuando Aiden miraba su cuadro con rechazo: había intentado copiar un durazno que se parecía más bien a un trasero con una ramita. No pude contener las carcajadas, y él se desquitó conmigo, haciéndome cosquillas, y amenazándome con el pincel cargado de pintura. El resto de la clase nos miraban entre divertidos y asombrados.
Cuando era hora de irse, Aiden volvió a dejarme en la puerta de mi casa, no sin antes recordarme una vez más de nuestra cita de esta noche. Era todo en lo que pensaba. Incluso mientras trabajaba en Reggie's. No podía dejar de pensar a dónde iríamos, qué me pondría, cómo se comportaría Aiden en una cita.
—¿En dónde estás?— me preguntó Izzy en cierto momento en que parecía metida en otro mundo.
—Tengo una cita esta noche— admití con una enorme sonrisa.
—¡Oh por Dios!— exclamó con emoción. —Con razón tienes esta mirada. ¿Qué te pondrás?— disparó entusiasmada.
—No lo sé. Ni siquiera sé a dónde iremos. ¿Cómo sabré si estoy bien vestida?
—Eso no es chiste— sentenció Isabelle con seriedad. —Debes preguntarle.
—Ya le he preguntado, pero dice que es una sorpresa— solté con resignación.
—Pues, pregúntale cuál es el código de vestimenta— insistió— Si no te quiere decir dónde irán que no lo haga, pero... Debes saber qué ponerte. No es lo mismo ir a cenar, que ir a una montaña rusa, o a hacer paracaidismo— la pelinegra hablaba con energía.
—¿Paracaidismo?— abrí los ojos con disgusto. —Eso no es una cita, ¿o sí?
La muchacha encogió los hombros. Hice una nota mental para preguntarle a Aiden el código de vestimenta, y dejarle en claro que no haría paracaidismo bajo ningún concepto.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...