Toda la semana había tenido un humor de perros. Luego de aquel beso con Emily algo había cambiado, algo se sentía distinto, y eso me espantaba. Y luego ella desaparecía de la nada, eso me había fastidiado enormemente. No era la primera persona en esfumarse de mi vida de esa manera, pero lo que más me enfadaba era haberle permitido entrometerse tanto en mis cosas. Había algo distinto en ella que hacía que confíe, que quiera involucrarme. Sin embargo, en el mínimo atisbo de algo serio, se iba. No iba a dejar que vuelva a ocurrir. El lunes había estado inquieto toda la mañana, aguardando a ver si llegaba, e hice mi mayor esfuerzo por evitarla. Esperaba la típica escena que todas me hacían, venirme a increpar, buscarme, insultarme. Su reacción me enfadó aún más: completa indiferencia. Parecía ni acordarse de mí. No quería admitir cuánto me dolía aquello. Los siguientes días no fueron diferentes, de hecho, casi la veía, siempre que no estábamos en clases lograba escurrirse rápidamente y desaparecer de mi vista. No podía creer que había logrado jugar conmigo de esa forma, y no podía creer que haya sido tan estúpido como para dejar que suceda.
El martes llamó mi padre, para comentarme que una tal Rosaline Reyes lo había contactado, que en qué problemas me había metido ahora. Era lo que me faltaba para tener una fantástica semana. La entrevista con la psicóloga me había dejado pensando bastante en la relación con mi padre, de repente creía que eso tenía mucho que ver con cómo me comportaba actualmente, con cómo trataba a las personas.
Finalmente, el jueves ocurrió algo que me irritó más de lo que debería, y más de lo que estaba dispuesto a aceptar. Por la noche, vi que había novedades en la cuenta de Instagram de Emily, y no aguardé ni dos segundos en ver qué había subido. La foto me tomó por sorpresa: era ella pegada a un tipo y otra chica, todos sonrientes. ¿Quién demonios era? ¿#Reggie's? ¿No era esa la cafetería que estaba a unas cuadras del instituto?
No me reconocí en lo siguiente que hice: visitar el perfil del tipo ese. Tyler Anderson. Era unos años mayor, tenía buen físico y era apuesto, y no había rastros de una pareja. Por algún motivo, ver aquella foto me puso de mal humor —más del que ya tenía—. Decidí que era hora de entrenar un poco, como me había indicado Rosaline, la psicóloga. Me vestí con unos pantalones deportivos oscuros y una sudadera. Lo tomaría con calma, puesto que todavía tenía secuelas de la paliza que me habían dado hacía una semana, pero de a poco volvería a estar en forma. Me coloqué unos auriculares inalámbricos y puse un compilado de Eminem para salir a correr, comenzando por Till I Collapse.
Ya había oscurecido y, aunque había un poco de movimiento, la calle estaba tranquila. Al principio me costó entrar en ritmo, sentía algunas molestias en mis costillas y las piernas, pero rápidamente me adecué al esfuerzo. La canción me motivaba y me ayudaba a deshacerme de toda la ira que sentía. El ejercicio era bueno para pensar y reflexionar, trataba de descifrar qué me ocurría, qué era lo que me tenía tan alterado, qué podía hacer al respecto. Inhalaba y exhalaba con rapidez, mi corazón se había acelerado para mantener el ritmo, y todo mi cuerpo entró en calor rápidamente.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...