Caminábamos ambos en silencio. Mi cabeza, en cambio, era todo lo contrario. Aiden era la única persona con la que experimentaba sentimientos tan diversos, tan opuestos, en un lapso tan corto de tiempo. Estaba tan enfadada con él, de una manera en la que nunca había estado antes: primero con toda la situación del beso, y ahora con esta escena ridícula que me había hecho pasar en mi segundo día de trabajo. Y sin embargo, pocos minutos después, ahí estaba, caminando con él hacia mi casa, sin rastros de aquel enojo, invadida por una horrible sensación de angustia y pena. Si verlo todo malherido físicamente en el hospital me había afectado, verlo sufrir de esa forma, ver su alma quebrada de esa manera, me había destrozado. Había oído sobre los ataques de pánico, pero jamás había visto uno, mucho menos presenciarlo en alguien tan cercano.
Mi mente reproducía una y otra vez su rostro desfigurado por el llanto, la forma en que se aferraba a mi cuerpo, el temblor de su pecho, y su voz: quebrada, dolida, angustiada. Lo miré de reojo disimuladamente mientras caminábamos a paso lento. Aquel atuendo deportivo le quedaba perfecto, las calzas negras remarcaban cada músculo de sus piernas, y lo hallé realmente atractivo, me sorprendí a mi misma deseándolo de esa manera en un momento como ese. Su apariencia no coincidía para nada con su semblante. Se encontraba cabizbajo, con una expresión que no terminaba de descifrar, no sabía si era incomodidad, hartazgo, humillación, tristeza, vergüenza. Quizás era una mezcla de todas ellas.
Llegamos a la puerta de mi casa y ya el sol se había ocultado, quedamos parados bajo un cielo que comenzaba a oscurecerse. No sabía por qué lo había guiado hasta mi casa, por alguna razón no podía despedirme de él en ese momento, no luego de haberlo visto de esa forma.
—Ven, pasa— le indiqué con una sonrisa amable mientras buscaba las llaves. Lo vi dudar.— Un rato, hasta que te recompongas, y me quede más tranquila.
Aquellas palabras parecieron afectarle de cierta manera, y avanzó con un asentimiento de cabeza.
—Mamá, llegué— dije alzando un poco la voz, y apresurándome a entrar en la cocina para advertirle que estaba con Aiden.— Vine con un amigo— le indiqué con una sonrisa mientras me aproximaba a darle un beso en la mejilla. Me sentí ridícula presentándolo de esa forma, pero ¿Qué otra cosa podía llamarlo?— No se siente muy bien— le susurré al oído para que sólo ella escuchara, justo cuando él ingresaba a la habitación.— ¿Te acuerdas de Aiden?— sonreí incómoda.
—Difícil olvidarlo— soltó mi madre con una sonrisa mientras se acercaba a saludarlo.
—Espero que eso sea algo bueno— dijo él mostrando los dientes amablemente, y a su vez, un tanto incómodo. Volví a sorprenderme con la manera en la que se dirigía a mi madre, con respeto, con seriedad, nada de esa faceta soberbia y engreída con la que se manejaba siempre.
—Lo es, lo es— mi madre lo miraba con ternura, como captando que debajo de toda esa coraza dañada, debajo de todos esos golpes, todos esas marcas y cicatrices, había alguien sufriendo profundamente. Después de todo, nadie mejor que ella sabía sobre eso.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...