Escuchaba el celular vibrar una y otra vez hasta apagarse para empezar de nuevo. Seguramente sea Sarah, ha estado llamándome desde ayer, pero no tenía ganas de hablar realmente. No tenía ganas de nada en realidad. Desde que salí del instituto de arte, destrozada, lo único que quería era estar sola. Había estado pensando en todo, y cada camino desembocaba en él: el maldito Aiden. Él era el culpable de todo, él arruinó mis dibujos, él y su actitud pendenciera, que lo único que quería era sentirse superior al resto.
Las imágenes del día anterior cobraron vida en mi mente. La forma en que sus puños bajaban una y otra vez sobre el rostro de Peter, sin piedad alguna. La inclinación de sus cejas, y la ira en sus ojos, la forma en que su pecho subía y bajaba desesperado, las fosas nasales que se abrían para que ingrese el aire: era un animal. Lo que hizo fue salvaje y brutal.
El teléfono seguía vibrando, agotando mi paciencia. Lo tomé con brusquedad y lo apagué.
—¿Emy?—no había escuchado a mi madre entrar—¿Cómo te sientes, cariño?
—Mal, he arruinado todo—comencé a llorar nuevamente.
—Oh, no, mi niña—se acercó y me rodeó con los brazos—No fue tu culpa.—Mi madre siempre me había apoyado y, luego de Sarah, era como mi mejor amiga.—Te diré que haremos—se levantó y habló con entusiasmo—Yo traeré el helado y miraremos una película, ¿Cómo suena eso?
Sonreí.
—Perfecto—respondí con una sonrisa triste.
Ella desapareció del cuarto y yo tomé el control para elegir la película. Era todo lo que quería en ese momento.
—No puedo creer que su amigo haya muerto—soltó mi madre a la vez que se secaba las lágrimas y sorbía los mocos.
Sonó el timbre y mi madre me miró entre lágrimas.
—Yo iré—le sonreí débilmente y bajé las escaleras sin ganas.
Un torbellino de palabras me azotaron cuando abrí la puerta.
—Te he llamado más de mil veces, ¿me puedes explicar por qué ignoras mis llamadas?—Sarah no esperó ninguna invitación para entrar, simplemente lo hizo.— Estoy en medio de exámenes, y me haces venir hasta...
Ella hizo silencio cuando me vio. Quedó petrificada unos segundos, como una estatua.
—Lo siento tanto—dijo entendiendo lo sucedido, y corrió a abrazarme.
Sarah había sido mi primera gran amiga: habíamos sido vecinas de niñas, luego con mamá nos mudamos, pero mantuvimos la amistad a pesar de la corta distancia. Ella tenía unos pocos años más que yo, pero eso no nos impidió ser como hermanas. Nos conocíamos a la perfección y nos entendíamos como a nadie. Durante el último tiempo no nos veíamos tanto, porque ella estaba ya en la universidad y sus tiempos habían cambiado. Pero, manteníamos el contacto, y siempre estábamos al tanto de los hechos importantes.
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Olvida el mundo
Teen FictionEmily es una talentosa dibujante que está por descubrir que la vida es mucho más que sólo sueños. Aiden es un joven problemático y desinteresado que debe aprender que la vida no vale nada sin ellos. La historia ha probado que definitivamente no se...