47.Fred Weasley (2/2)

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She needs this love as much as me. // Ella necesita este amor tanto como yo.

El pelirrojo corría por los pasillos de Hogwarts con un único destino en mente, una sola persona eclipsando sus pensamientos. Él ni siquiera sabía qué diría una vez que llegase a la torre de astronomía; Malfoy le había dicho que ahí la encontraría. Sin embargo, nada que hubiese pensado hubiese sido de ayuda cuando finalmente la vio.

La chica no tuvo tiempo de reaccionar cuando alguien le arrancó su varita de la mano, cualquier rastro de protesta murió en sus labios al reconocer ese cabello rojizo frente a ella. A pesar de que la mano de Weasley le sujetaba el brazo con firmeza, sus dedos recorrían la piel dañada con la delicadeza de una pluma. Ninguno de los dos dijo algo, la atención del pelirrojo estaba enfocada en su brazo y ella no tardó en aprovechar esa oportunidad para mirarle. Su mirada recorría las facciones de Fred, al instante notando cómo tensaba la mandíbula conforme los segundos pasaban; la comprensión no tardó en llegar a la chica y de un brusco movimiento se alejó del toque del chico.

Sintió la mirada de Weasley sobre ella, pero la ignoró buscando su varita en el suelo para poder irse de ahí. Todavía estaban peligrosamente cerca, sus pulmones inundándose de ese maldito aroma que tenía un absurdo e ilógico efecto en ella.

—Tenemos que hablar, por favor. —Ignoró la súplica en la voz de Fred, ella tenía que salir de ahí pronto o volvería a derrumbarse. Ya era bastante malo que el pelirrojo hubiese presenciado aquel acto que amortiguaba la oscuridad dentro de ella, no quería que él consiguiera algo más para después alardear con sus compañeros de casa. Además, había notado aquel molesto y jodido tono de lástima en la voz de Fred y lo odió.

—Devuélveme mi varita. —Exigió al darse cuenta de que Weasley la tenía en su poder, levantándose del suelo y adoptando una postura firme. Ella era una Slytherin, la princesa de hielo y tenía que recordárselo a sí misma.

—Escúchame, por favor. —El pelirrojo se acercó a ella, pero inmediatamente retrocedió. Fred no pudo evitar sentirse herido ante tal acción, aunque en el fondo de su mente sabía que se lo merecía.

—No tenemos nada de qué hablar, Weasley. —Escupió su apellido con asco, tratando de volver a convertirse en la princesa de las serpientes, esa que se burlaba de su familia y de él, pero Fred no se rendiría. — Dame mi varita, es la última vez que te lo pido o si no...

—O si no, ¿qué? —Interrumpió su amenaza, desafiándola porque era la única manera de conseguir que ella le volviese a dejar entrar. Volvió a acercarse a la chica, esta vez ella no retrocedió.

—No me provoques. —Murmuró con seriedad. La cercanía del pelirrojo la tenía al borde de sus emociones, sin embargo, sabía lo que él intentaba hacer.

—Déjame calmar tu dolor, permíteme ser esa luz que mantenga la oscuridad lejos de tu alma. —Susurró lentamente. —Por favor.

—No. —Contestó con la voz temblándole, sintiéndose terriblemente vulnerable; más que en aquella noche donde sus caminos se cruzaron, mucho más que segundos atrás donde él la descubrió haciéndose daño. Ella se estaba ahogando, a nada de rendirse y dejarse perder por ese mar bravío y negro que tenía en su interior, pero ahí estaba Fred Weasley ofreciéndole esa bocanada de aire que tanto necesitaba.

—Estoy enamorado de ti. —Esas palabras derrumbaron lo que quedaba de su fortaleza. Sus ojos tratando de encontrar la burla o la mentira en la mirada del pelirrojo, pero no encontró otra cosa que no fuese miedo y sinceridad.

Fred tenía miedo de que no le creyese, ¿quién lo haría? Lo que había entre ellos no tenía ningún sentido, pero era lo más real que había sentido en su vida y le aterraba perderlo por ese acto de inmadurez. ¿Cuándo había caído por la princesa de las serpientes? No lo sabía y no le importaba, lo único que sabía con certeza era que estaba enamorado de aquella chica y de que daría lo que fuera por evitar que esa oscuridad volviese a ensombrecer esa mirada que le hacía sentir infinito.

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