Capitulo 9

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—¿Es que todos los hombres son sordos? ¿no me estabas escuchando?

—Sí. Y, además, oigo muy bien.

—Me alegro. Entonces escucha esto: ¡Te dije que no!

—Bueno, está bien, pero no pienso deshacerme de mi archivo de datos. —Nico masticó otro bocado de ensalada—. Por si las moscas.

—Puede que sea una buena idea —reconoció—. ¿También se debe a eso que continúes viviendo en esta pocilga de casa? ¿Sólo por si las moscas?
El se rió por lo bajo.

—Decir que uno está retirado y creer estarlo son dos cosas diferentes. Y llevo tanto tiempo pasado desapercibido que no estoy seguro de poder hacer algo distinto. No te imaginas los sudores que me han entrado esta mañana cuando me di cuenta de que le habías dado mi número a Lanzani.
Lali hizo una mueca.

—También tu dirección.

—¿Qué?

—Bueno, a veces es una mosca más pesada, pero quería que pudiera contactarte si algo me pasaba. Acuérdate que pasé mis primeras dos semanas en Inglaterra en la clínica con una conmoción cerebral.
Nicolás le lanzó una mirada indignada.

—Me parece que aún tienes una conmoción.
Ella se aclaró la garganta. Era el momento de cambiar de tema.

—¿Cuándo puedo ver la oficina?

—Como imaginaba que estabas en camino —respondió, mirando de nuevo el teléfono—, acordé una visita para dentro de media hora. Está justo en Microcentro, al otro lado de la calle donde están las oficinas del tal
Dalmau.
Lali sonrió.

—¿De verdad? ¿Puedo tener una oficina al frente de la de Gastón Dalmau? Va a estar feliz cuando se entere. —Fuera éste o no amigo íntimo de Peter, Lali no creía poder estar jamás al mismo nivel de un abogado, sobre todo de uno que era igual a un boy scout. Aunque hacer enojar a Dalmau... eso podía ser divertido.

—Me parece que la intención que tenías era de encontrara algo ostentoso.

—Únicamente las personas ostentosas pueden pagar mis servicios. Nuestros servicios.

—Es verdad —frunció el ceño—. Es tu trabajo, enana. Yo te ayudaré algunos trámites.

—No pareces muy comprometido.

—No lo estoy. Me estás obligando a hacer esto, ¿no te parece?

—Sí. No puedo estar contigo si continúas redistribuyendo. Y me gusta pasar tiempo contigo.
Dejando su tenedor, Nicolás le tomó la mano.

—Eres mi niña, nena. Te he cuidado desde que tenías cinco años, cada vez que tu padre salía en busca de trabajo. Sólo espero que pienses con cuidado lo que esto significa.

—Significa que seré honrada y que no tendré que seguir teniendo cuidado para ver si alguien de Interpol encontró una huella.

—No sólo eso. Todo el tema de no llamar la atención. Te estás preparando para publicitar la dirección de una oficina. Eso conlleva que la policía de todo el mundo sepa dónde puede encontrarte. Y también cualquiera con quien y para quien trabajes. Y todos se van a preocupar por ver si eres mejor que ellos, o que si se cruzan con Lali Espósito, ella podría entregar evidencias sobre ellos a la policía.

Ya había pensado en eso, y le preocupaba inmensamente. Con todo lo que aquello implicaba, era su decisión, y no iba a permitir que un grupo de ladrones, compradores de primera fila y de policías al acecho, o algún estúpido periodista, dirigieran su vida.

—Me gusta la presión, ¿te olvidas de eso?

—No, me acuerdo. También recuerdo que estás loca.

—Sí. Gracias por seguir conmigo, Nico.

—También te seguiría si decidieras pasar el fin de semana en Venecia, robando un Miguel Ángel.
Estaba tentada de hacerlo, demonios.

—Si fuera alcohólica, ¿me ofrecerías una cerveza?

—¿Vale esa cerveza un millón?

—Bueno, basta.

Fueron a Microcentro tan pronto como terminaron de comer. Lali no pudo evitar notar en que a su furgoneta roja, una Chevy del 93, no le vendría mal una mano de pintura y una puesta que funcionara, pero se guardó sus observaciones para sí misma. Después de todo, ella tenía un bonito Bentley Continental GT azul estacionado en el garaje con las dimensiones de un estadio de fútbol de lo enorme que era la propiedad de Peter a tan sólo tres kilómetros y pico de distancia. Nico no estaba al tanto de que Peter le había regalado un auto, porque sabía exactamente lo que su antiguo compañero tendría para decir sobre aquel regalo en particular. Y eso que él pensaba que Lali había estado metida en problemas y borde antes. ¡Ja!

El edificio de Gastón Dalmau —o dicho con más propiedad, la ubicación de la sede del estudio de abogados de Dalmau, Rivas & Asociados— era todo de reluciente vidrio pulido. Abarcaban asuntos corporativos, bienes inmuebles, asuntos privados y defensa criminal todos en una única, súper eficiente y súper costosa ubicación. El otro edificio menos llamativo que se encontraba al otro lado de la calle tenía dos pisos menos, pero poseía las mismas líneas de ventanas y cromo.

—¿Qué piso es? —preguntó mientras estacionaban en la estructura de dos pisos junto al edificio.

—El tercero. Toda la esquina noroeste.

—Genial. —Elevando por un momento la vista hacia el edificio, trató de imaginarse no sólo con una dirección, sino con un lugar de trabajo.

—No es barato, nena. ¿Estás preparada para gastar tus fondos de jubilación de Milán en alquilar una oficina?

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora