Capitulo 18

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—Buenas noches, Pamela —dijo cordialmente, sonriendo—. Lali, te presento a Pamela Valente. Pamela, Mariana Espósito.

«¿Pamela?» ¿Esa Pamela? Y pensar que a Peter le preocupaba exponerla a sus ex novias. Lali se dio la vuelta con rapidez para mirar mejor a la ex señora Lanzani.

—Hola —dijo, contemplando el lujoso vestido negro de Vera Wang, los tacos de siete centímetros y medio y la arreglada melena rubia dorada. Había visto su foto, obvio, pero parecía que tenía mejor aspecto en persona, la muy wacha.

—Hola. Pero qué lindo encontrarte después de todo este tiempo —respondió la suave voz con un refinado acento Londinense. Pamela le tendió la mano.

Lali se la estrechó. El apretón fue un tanto flojo y dubitativo, y Pamela se soltó antes de que ella lo hiciera. Estaba nerviosa, concluyó Lali, y trataba de no dar muestras de ello. Pero acercarse a su ex cuando estaba en presencia de su nueva mujer debía de requerir agallas.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Juan Pedro, su rostro y su voz todavía serenos pero la expresión de sus ojos era mortalmente fría. No perdonaba la traición con facilidad.

—He venido para pasar la temporada —respondió Pamela—. Un poco de emoción, ya sabes. Londres es tan aburrido en estos momentos. —Dio un vistazo alrededor, eludiendo su penetrante mirada—. Tengo una especie de... problema. ¿Podría ir a verte mañana por la mañana?
Lali esperó que él se negara, pero asintió después de un momento.

—A las nueve en punto —dijo, por primera vez su voz sonó atropellada al final—. Para desayunar.

—Genial. —Tras dudar de nuevo, Pamela le puso la mano en el brazo, luego se acercó medio paso y le dio un beso en la mejilla—. Gracias, Juan Pedro.

—Mmm —susurró Lali cuando Pamela se alejó—. Yo no habría...

—No quiero hablar de eso —refunfuñó Peter en respuesta, nuevamente emprendiendo con ella la caminata hacia el comedor a una velocidad casi turbo.

—Está bien. Pero me parece que se ha ido al tacho nuestra teoría de que la noche mejoraría.

Antes de que él pudiera responder, apareció una supermodelo que se aferró a su brazo e iniciaron una muy entusiasta conversación sobre las vacaciones invernales en Suiza. Lali también conocía aquellas vacaciones de invierno, y las joyas que los turistas ricos insistían estúpidamente en llevar, pero guardó silencio. Si Peter quería que lo entretuvieran, a ella no le significaba ningún tipo de problema.

Cuando cruzaron las puertas dobles, Lali llegó a ver a unas de las damas de la sociedad desviarse hacia una mesa auxiliar. En un segundo, y con completa prudencia, un pequeño tintero de cristal desapareció dentro del bolso de la mujer.

—¿Viste eso? —murmuró, siguiendo con la mirada a la mujer cubierta de diamantes mientras se esfumaba entre la multitud del comedor.

—¿El qué? —preguntó, su tono impaciente y sus pensamientos, sin duda, seguían centrados en su ex.

—Nada.

Mira que bien. Él deseaba que fuera por el camino recto, en mitad de una sociedad en la que las respetables mujeres de la caridad se llevaban baratijas de sus instalaciones. Lali veía ese tipo de cosas todo el tiempo; mujeres, en su mayoría, seguramente desesperadas por llamar la atención o por buscar emociones. Por lo general le divertía, pero esta noche le molestaba... dado que poseía la destreza suficiente como para robar carteras dormida, se estaba conteniendo, pero la torpe señora, debidamente casada, podía sustraer cualquier cosa que no estuviera sujeta, y sin consecuencias. Hipócritas de mierda.

No era que quisiera autorización para sustraer ceniceros, no quería acabar con una pequeña y pulcra colección de llamativas baratijas y llamar a eso su nueva vida. Cuando Peter la llevó a su asiento y luego se sentó a su lado, pasó un momento estudiando su expresión distante. Había otras formas de traicionar a alguien aparte de ponerle los cuernos, y se preguntó si él se daba cuenta de lo cerca que a veces ella se sentía del borde del abismo. Y si la perdonaría si cometía un desliz.

Sábado, 8:18 a.m.

Peter apoyó la cabeza en la mano, contemplando a Lali mientras dormía. Se sentía como si la pasada noche le hubiesen dado un golpe en la mandíbula, pero al menos había cumplido con sus deberes masculinos y había cumplido sus promesas sexuales, estar con ella durante toda la noche.

Alargó la mano y le colocó un mechón de pelo por detrás de la oreja. Había esperado como mínimo un interrogatorio la primera vez que Lali viera a Pamela, aunque la peor situación que se le ocurría venía acompañada de ofensivos insultos y una pelea a puñetazos. Pero se había encontrado cara a cara con Pamela y no había dicho una sola palabra. De hecho se había mostrado reservada y un poco distante durante toda la velada. ¿Qué significado tenía aquello?

Era evidente que el entusiasmo de Lali se había desvanecido cuando llegaron a casa. Pero ni siquiera entonces le había hecho una sola pregunta sobre la presencia de Pamela o un solo comentario acerca de la invitación a desayunar al día siguiente. Y aquello lo preocupaba.
Sus ojos pardos se abrieron pausadamente, inmediatamente despierta y alerta.

—Buenos días —balbuceó, frotando la cara en la almohada.

—Buenos días. ¿Por qué pareces tan inocente cuando duermes?
Ella sonrió perezosamente, poniéndose de espaldas y alzando la mano para tocarle la mejilla.

—Me estoy privando para poder ser maliciosa más tarde sin que lo parezca.

—Si me dejas darte mi opinión, lo haces muy bien.

—Gracias.

Estudió su rostro durante un momento mientras él se mantenía inmóvil y dejaba que lo mirara. «Honestidad y confianza.» Dos cosas que jamás hubiera creído hallar en una ladrona, y las dos cosas que más valoraba de ella. Y necesitaba encontrar una forma para demostrarle que sí confiaba en ella.

—¿Qué?

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora