Capítulo 52

94 10 0
                                    

Cuando Peter llegó a su casa ya tenía dos mensajes en espera de Sheila desde la oficina de Gastón. Le devolvió la llamada, sólo para descubrir que la prensa había estado llamando para confirmar su compra de Fittings-dom.

—Genial —susurró. No había nada como el interés de la prensa para comenzar a subir el precio de las cosas. Ni siquiera habían aceptado un acuerdo todavía, mucho menos el precio de venta—. Trata de aguantarlos hasta el viernes, por lo menos —ordenó—. Diles que mañana tengo que ir a un funeral.
El teléfono volvió a sonar apenas terminó la llamada y contestó automáticamente. No mucha gente tenía el número privado de su escritorio.

—¿Aló?.

—Hola, Juan Pedro —se escuchó la voz de Pamela.
Él frunció el ceño.

—Estoy ocupado en este momento, Pamela. Te llamo más tarde.

—Sólo te llamaba para saber si habías hablado con Gastón. Estoy un poco impaciente por mudarme aquí.

—¿Y eso por qué? —preguntó. Por muy a la ligera que fingiera tomarse las advertencias de Lali, no podía hacer caso omiso de ellas. Pamela raras veces hacía algo que no la beneficiara—. ¿Por qué en Buenos Aires?

—Eso ya lo hemos hablado.

—Bueno, hablémoslo de nuevo, ¿te parece?
Ella comenzó a reír, un sonido que solía encontrar atractivo. Ahora le sonaban más a campanas de advertencia.

—¿Por qué no Buenos Aires? Como he dicho, el tiempo es agradable, está lejos de la círculo de influencia y de las amistades de Martín, e incluso tiene sociedad y una temporada para elite… o lo que se considera elite en Sudamérica. Además, la mayor parte de los amigos que me quedan tienen casa aquí.

Claro. La maldita tropa de chimentos de Pame. Se compadecerían por ella, sin duda… o su ex no estaría tan entusiasmada por vivir allí, pero no la ayudarían con su nueva vida. Por lo visto ése era su trabajo.

—¿Y si te pido que te instales en otra parte? —sugirió—. ¿Y si me ofrezco a pagarte porque lo hagas?
Ella no pronunció palabra durante un momento.

—¿Es que la mujerzuela con la que sales tiene miedo de que le sea competencia? —soltó finalmente, su falsedad zalamera abandonó su voz.

—Lali no le tiene miedo a nada —contestó—. Intento hacerte un favor a ti. No a ella. Y no es ninguna mujerzuela, querida. —El orgullo lo llevó a decirlo. Lali podría no tener una familia de renombre, pero era seguramente la persona más pura que había conocido en su vida.

—Cualquier cosa que ayude a tu vida de fantasía —respondió, luego tomó aire de manera audible—. Por favor, ayúdame, Peter. No tengo a nadie más a quien recurrir. Martín traicionó a todos los hombres que conozco, incluyéndote, y tú eres el único con quien todavía puedo… contar.

A pesar de que era consciente de eso, seguía sin poder evitar lo que Lali denominada su debilidad a actuar como un «caballero de brillante armadura».

—Gastón ya se está encargando de este tema. Me ocuparé de que te llame mañana.

—¡Ay! gracias, Juan Pedro.
Peter apretó el teléfono.

—Si quieres darme las gracias, Pamela, aléjate de Lali.

—Dile a esa que se mantenga alejada de mí. No está en mis planes que me vean con ella.

La llamada finalizó. Sorprendentemente, no estaba tan enojado sino más bien divertido. Al parecer su novia andaba buscando a su ex mujer, la cual no iba a dejarlo en paz. No había duda de que últimamente llevaba una vida rara.
Se dio la vuelta al oír que tocaban la puerta. «Hablando del rey de Roma.»

—Hola.
Lali lo observó durante largo rato antes de entrar en el escritorio.

—¿Seguimos peleando?

—No lo sé. ¿Seguimos?

—De cierta forma, eso espero. Alguien acaba de decirme que las dos mejores formas de hacer que un hombre olvide una pelea son la comida y el sexo.
Juan Pedro cerró la carpeta con la propuesta.

—Eso parece interesante —dijo, poniéndose de pie para acercarse a ella—. Porque estás irresistible con ese vestido.
A Lali se le dibujó una amplia sonrisa.

—Gracias. Pero, en realidad, pensaba en la torta de chocolate de Hans. —De espaldas, retrocedió lentamente hasta el corredor.

Peter se quedó en la entrada durante un momento, observando el suave vaivén de sus caderas mientras retrocedía y sintiendo que la sangre abandonaba su cerebro para dirigirse más abajo. Así que ya no estaban peleando. Nada estaba arreglado, pero tampoco pretendía pasarse la noche durmiendo solo.

—Me gusta la torta —dijo, dándole el alcance para tomarla de la mano.

—Creía que todavía estarías enojado —remarcó, mirándolo de reojo.

—Estoy grandecito, ya. Además, me encanta tenerte expectante.

—Te salió bien. —Se detuvo al pie de las escaleras—. Crecí sin poder contarle a nadie cómo nos ganábamos la vida mi padre y yo —dijo de repente—. Estoy acostumbrada a los secretos. Y con toda sinceridad, sabía que te enojarías si descubrías que estaba hablando con Pamela. Así que mantuve la boca cerrada. No pretendía hacerte enojar.
Lentamente Peter la acercó hacia él.

—Me casé con ella. Negar eso sería una completa estupidez. Y también la quise durante un tiempo.
Ella comenzó a soltarse.

—Peter…

—Lo sé, lo sé —sonrió—. Sólo te quería decir que la magnitud de mi experiencia es ahora más amplia y que me gustaría pensar que soy más sabio y más cauto. —Se inclinó hacia delante, levantándole la barbilla con los dedos y besándola—. Puedes pensar que admitir ciertas cosas es mostrar debilidad, pero resulta que yo creo que es mostrar fortaleza. Y por eso he decidido que vas a tener que acostumbrarte a escucharlas. Te quiero, Lali.

—Tú…
El contuvo su protesta, o lo que fuera, con otro beso, profundo y pausado.

—Te quiero —susurró, empujándola suavemente hacia atrás hasta que sus caderas chocaran con la baranda de la galería—. Te quiero.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora