Capítulo 91

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—Voy a revisar si tengo algún mail —dijo Juan Pedro cuando entraron en el cuarto principal de la suite. Agachándose a coger el control de la televisión, se lo lanzó a ella—. Ahorita vengo.

—De todas maneras, necesito darme una ducha para quitarme el cloro.

En su escritorio, Juan Pedro prendió la computadora y a continuación abrió el cajón superior de su escritorio. Había pasado toda la noche sopesando el hecho de abandonar la fiesta para revisar los documentos Bedoya-Agüero. Si no les daba un vistazo antes de que llamara Laura, podría estar permitiendo que Lali corriera más peligro del que pensaba. Naturalmente, podría simplemente haberle contado que tenía en su posesión los documentos, pero si resultaba que no contenían información importante, perdería la ventaja sobre ella… y no podía permitirse hacer eso. Ni se arriesgaría a avisar a Castillo de que tenía los documentos; se suponía que estaba ayudando al bando legal de la apuesta, y estaba seguro de que conseguir esos documentos sin una orden de algún tipo no debía ser nada bueno para el caso del Departamento de Policía.

Gastón se las había ingeniado para conseguir casi todo lo que le había pedido: expedientes financieros de la inmobiliaria, el testamento de Bartolomé Bedoya-Agüero y algunos de los documentos fiduciarios de la familia Bedoya-Agüero. Comenzó a hojearlos detenidamente, buscando cualquier cosa que pudiera demostrar un motivo para el robo y el asesinato. Los informes inmobiliarios probablemente hubieran resultado indescifrables para cualquiera sin una experiencia sólida en negocios y finanzas, pero para él indicaban éxito marginal, con un neto lo bastante amplio como para mantener la compañía en el negocio, y lo bastante pequeño como para evitar ser algo de lo que jactarse. Mmm. De acuerdo con los rumores, la hijita de Bartolomé era un auténtico genio inmobiliario. A él no le parecía tanto. Pero ¿bastaba aquello como indicio para un robo con homicidio?

—King Kong está en Tokio —llegó la suave voz de Lali, y Peter se asustó.

—¡Por Dios! Creí que habías dicho que siempre tocabas —soltó, levantando rápidamente la mirada para verla apoyarse en la entrada. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí.

—Estaba abierta.

Tenía el pelo empapado y suelto alrededor de los hombros, su cuerpo cubierto con una delgada bata de algodón y, estaba seguro, no llevaba nada más. Tomó aire con lentitud.

—Ven a ver esto —dijo con desgano. Por mucho que deseara que Lali perdiera la apuesta, a juzgar por su expresión, ya había notado que algo se. O se lo decía o ella forzaría su escritorio más tarde.
Se desplazó para mirar los documentos por encima del hombro de Peter.

—¿Expedientes financieros? —preguntó luego de un momento.

—De la inmobiliaria de Laura.

—¡Apa, chico malo!. ¿Te los consiguió Gastón? —Apoyando las manos sobre sus hombros, le besó la oreja—. Y yo que pensé que era todo un Don Correcto.

—No le hizo ninguna gracia. —Juan Pedro frunció el ceño—. No es tan exitosa como ella dice, pero eso sólo la convierte en una mala empresaria… no en una asesina.

—Creía que sospechabas de ella.
Él se movió.

—Ahora podría inclinarme más hacia tu teoría. Tenía razón en que los ingresos de Daniel están siendo restringidos —prosiguió, volviendo su atención hacia el documento fiduciario—. No lo tengo todo aquí, pero sin duda hay algo que debe hacer para recibir su paga mensual.

—¿Algo como ingresar a un programa de rehabilitación para drogadictos?

—Probablemente. Pero el fideicomiso no se afecta por la muerte de Bartolomé. Matarlo no libera los fondos de Daniel.

—No de inmediato. ¿Qué hay del testamento?

—Es complicado, pero, en resumen, a la muerte de Bartolomé el fideicomiso se vuelve global. El efectivo mensual es mayor, pero las condiciones y restricciones son las mismas.

—Mmm. Seguramente Daniel se imaginaba que el dinero y las joyas bastarían hasta que pudiera convencer con su encanto al tribunal para que modificaran las cláusulas.

—Podría ser —acordó Juan Pedro—. Laura mencionó dejar el negocio inmobiliario para hacerse cargo de la presidencia de su padre.

—Así que podría ser que fuera detrás de la posición, en vez del dinero.
Juan Pedro levantó la mirada hacia ella por encima del hombro.

—Creía que sospechabas de Daniel.

—Yo sospecho en igualdad de condiciones. —Deslizó lentamente las manos por su pecho para abrazarlo—. Has hecho lo imposible para conseguir esto, ¿no?

—No quería que te metieras en nada a ciegas. —Aquello sonaba bien, en cualquier caso.
La sintió sonreír contra su mejilla.

—Eres un mentiroso. ¿Acaso ibas a encontrar todas las pruebas y a pasárselas a Franco para poder ganar la apuesta?
Peter comenzaba a pensar que podría existir algo parecido a un compañero que es demasiado brillante.

—Tal vez —admitió.

—Vas a perder.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora