Capítulo 73

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Aturdida, pisó automáticamente los frenos al tiempo que miraba por el ahora torcido espejo retrovisor. Una enorme camioneta azul ocupaba por completo el espejo. Con un rugido, esta embistió nuevamente contra la parte trasera del Mustang.
Pisando el acelerador, giró bruscamente hacia la derecha a una calle contigua. La camioneta se pegó a su parachoques derecho y volteó derrapando tras ella.

Ok. Aquello era premeditado. Con el corazón palpitándole fuertemente debido más a la adrenalina que al miedo, aceleró de nuevo. El Mustang tenía un motor V–12, y el de la camioneta era potente. Una lucha bastante pareja, salvo que Lali no estaba dispuesta a que el asalto se convirtiera en una persecución.

Lali dio un brusco giro a la izquierda, seguido de otro más, dirigiéndose de nuevo a la calle principal. Tan pronto el conductor de la camioneta notó lo que ella hacía volvió a pegarse con gran fuerza a su parachoques.

Ambos vehículos chocaron, empujándola hacia delante aun cuando ella se mantuvo firme. Separados por tan sólo unos centímetros, Lali frenó en seco.

La camioneta impactó de nuevo contra ella. Manejó con todas sus fuerzas directamente en busca de una patrulla. El motor de la camioneta rugió cuando trató de empotrarla contra el poste mientras ella trataba de frenar. O no. Tomando aliento, Lali esperó hasta el último segundo, pisó el acelerador y giró el volante a la izquierda. La parte derecha del Mustang rozó contra el poste y salió impulsado. La camioneta chocó frontalmente contra el farol.

Moviéndose violentamente, Lali logró detener como pudo el auto. Se bajó de un salto y comenzó a correr hacia la camioneta. Quienquiera que fuera, iba a llevarse una paliza.

—¡Oye! —gritó, abriendo la puerta abollada del conductor—. ¿Qué demonios te p… ?

Un bate de béisbol atravesó la luna polarizada directamente hacia su cabeza. Ella se agachó instintivamente para esquivar, por un pelo, el golpe y la lluvia de cristales.

—¡Puta! —gritó una voz masculina.
La puerta se abrió de golpe y Alonso Sanz se lanzó sobre ella, moviendo el bate.

Lali se hizo a un lado, dándole una patada a la entrepierna. Golpeó un musculoso muslo y él dio un traspié, agarrándola del pie. ¡Dios, qué grande era! Si lo golpeaba, la partiría en dos.

Los vecinos comenzaban a salir de sus casas, aunque se fijó en su presencia sólo lo suficiente para mantener a Mr. Músculo y al bate bien lejos de ellos. Enojado como estaba el tipo, no creía que le importara a quién golpeaba.

—Dale, fortachón —lo incentivó, retrocediendo por la calle.

—¿Dónde están mis fotos? —vociferó—. ¡Estás muerta!

Ella lo esquivó de nuevo, buscando una salida y esperando a que alguien llamara al 911. Su talón tropezó en la vereda y cayó hacia atrás. Jadeó al tiempo que rodaba hacia un lado justo cuando el bate se hundía en el punto de la calle donde había estado su cabeza.

Rodando de nuevo sobre su espalda, empujó ambas piernas directamente a las rodillas del hombre. Él se tambaleó, escupiendo y gruñendo. Dios, el tipo tenía la complexión de un tronco.
Dando una voltereta extendida hacia atrás, apuntó a su cara y estuvo a punto de recibir un puñetazo en el abdomen.

—Vamos, estúpida. Baile…

Sanz calló de rodillas. Lali se hizo a un lado cuando Peter retrocedió unos pasos, luego embistió de nuevo con una patada voladora y aplastó con fuerza ambos pies entre los omóplatos de Alonso Sanz. Cuando el tipo cayó, Peter siguió con dos fuertes y rápidos golpes en los riñones.
Sanz gimió y comenzó a levantarse en cuatro patas. Lali le dio una patada en un lado de la cabeza. El hombre se desplomó con un gruñido.

Ella se dobló para tomar aire. Cuando se enderezó, Peter tenía el bate de béisbol sujeto fuertemente con ambas manos. Mostraba un semblante pálido y furioso y Lali no dudó, ni siquiera por un instante, que fuera a darle una golpe que dejaría al hombre hecho papilla.

—¡Basta! —jadeó, agarrándolo de los brazos y obligándolo a retroceder con todo su peso.
El apenas se movió un paso, pero eso captó su atención.

—El… ¿Qué… ? ¿Qué significa esto?

— Alonso Sanz.

—¿Es por Bedoya-Agüero?
Lali negó con la cabeza, tomando el bate de sus manos temblorosas.

—Es parte del temita Lyon.
Mientras se acercaban las sirenas, Peter le tocó la frente. Sus dedos se tiñeron de sangre.

—Tengo la cabeza dura.

—Sí, gracias a Dios por eso. —Sus tensos hombros se curvaron de pronto, y la estrechó en un fuerte abrazo.

—He arruinado el auto de tus amores —dijo, su voz amortiguada contra su pecho. Podía sentir el fuerte y acelerado latido de su corazón contra la mejilla. Peter había estado verdaderamente preocupado por ella.

—Es este idiota quien arruinó mi auto —corrigió Peter, separándose de ella cuando llegó la policía—. Y el imbécil va a pagar por esto. ¿Quieres que me ocupe de este asunto?
Le había preguntado en vez de ponerse manos a la obra. «¡ Wow!»

—No, yo puedo hacerlo.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora