—Mi hombre dice que siguen tomando declaraciones a la familia y al personal. Pero ¿por qué habría de preocuparnos? El tipo está muerto, pero dijiste que no existe ningún documento que vincule a Espósito con él. Está limpia —hizo una pausa—. ¿No es así?
—Sí, está limpia. —Juan Pedro jamás admitiría que había estado preocupado por un solo instante—. Es por curiosidad —continuó—. Me estoy refiriendo a que el día después de interesarse por aumentar la seguridad, aparece muerto. Es un poco raro, ¿no te parece?
—¿Quieres que yo le pase esa información por ti a la policía? —preguntó Gastón, sentándose nuevamente tras su escritorio.
Lali sacudió la cabeza.—Su secretaria sabe que se puso en contacto conmigo. Nos hizo una cita, y me envió las invitaciones para la fiesta de temporada en el club.
—Entonces, la policía se pondrá en contacto contigo si es necesario —respondió el abogado, encogiéndose de hombros—. ¿Hay algo más que quieras que haga?
—No. —Lali hizo una mueca—. Supongo que debo darte las gracias.
—Claro, no te pongas sensiblona. —Gastón tendió la mano para estrechar la de Juan Pedro, pero se conformó con dirigir a Lali una inclinación de cabeza. Era evidente que el abogado recordaba aún el día en que se conocieron, cuando lo lanzó a la piscina después de que la agarrara del brazo con demasiado énfasis.
Ella no se demoró en salir por la puerta y dirigirse hacia el ascensor con un alivio que ni siquiera sus considerables habilidades pudieron disimular. El único lugar que parecía más rehusada a visitar que el estudio de un abogado era una comisaría de policía.
—¿Sirve de algo? —preguntó Juan Pedro cuando se cerraron las puertas del ascensor.
—Supongo que sí. —Le sostuvo la mirada durante largo rato—. ¿Alguna vez has tenido la sensación de que, a pesar de que todo parezca perfecto, todo está a punto de irse a la mierda?
—Con frecuencia —respondió, recordando que todavía no le había hablado de su aceptación para ayudar a Pamela. Si se enteraba antes de que él se lo pudiera contar, el delgado lazo de confianza entre ellos bien podría quedar deshecho. Lentamente alargó el brazo para tocarle la mejilla, continuando la caricia con un suave beso. Podría soportar un sinfín de cosas, pero no eso. —¿Preparada para el primer ataque? Lali cerró los ojos por un instante mientras respiraba hondo.
—Muy bien. Cuéntamelo.
Durante un minuto consideró qué quería contarle primero: que Pamela quería mudarse a Buenos Aires, o que le había pedido ayuda para hacerlo.—Pamela se está divorciando de Martín —comenzó, decidiendo empezar con la menos explosiva de las noticias y seguir desde ahí.
Ella asimiló aquello durante uno o dos segundos. —Eso es bueno. Entonces, es verdad que ignoraba que Martín te estaba robando.
—Eso ya lo pensabas antes.
—Lo sé, pero esto lo demuestra. Tiene ciertos principios morales, después de todo.
Juan Pedro resopló.—No los suficientes como para impedirle acostarse con Martín mientras estaba casada conmigo, pero los suficientes como para distanciarse de él cuando fue arrestado.
—Yo no dije que tuviera claras sus prioridades —respondió Lali, saliendo primero del ascensor cuando se abrieron las puertas—. Pero, si lo piensas bien, es probable que Martín se haya vuelto realmente impopular. No quiere que la echen de su círculo social de amistades... ¿Cómo lo llamaste, la pandilla de Pame?
—Ese término no es para el conocimiento público. Y hablando de la posible exclusión de Pamela —dijo, lanzando una mirada a su perfil y preguntándose cómo iba a tomarse aquello—, quiere establecerse en otro lugar que no sea Londres.
Lali se detuvo, sus ojos tenían un chispeaban tono receloso cuando se dio la vuelta para mirarlo.—¿En dónde? —preguntó sin más.
—Está pensando en...
—Aquí —le interrumpió, cruzando los brazos sobre sus pechos—. En Buenos Aires.
Ya no tenía sentido suavizarlo.—Sí, aquí. En Buenos Aires.
—Quiere que vuelvas con ella. —Le sostuvo la mirada una media docena de segundos antes de apartarla, acelerando el paso por la recepción y saliendo al cálido aire de enero.
Juan Pedro la siguió, un millón de negativas y refutaciones luchaban por ganar la posición.—No es así.
—Oh, buena respuesta. Demuéstramelo.
—Necesita a alguien que se encargue de los trámites y soy el único que se le ocurrió para hacerlo. Yo paso tiempo aquí. De ahí, Buenos Aires.
—Necesita...
—Y —la interrumpió, agitado por la discusión—... y se siente cómoda entre el tipo de sociedad de aquí. Muchas de amigas posee casa de temporada en la zona. No me la imagino mudándose a Córdoba o Uruguay. ¿Y tú? Lali se subió al Bentley estacionado en la vereda y por un momento dudó antes de abrirle la puerta del pasajero.
—No, pero sí me la imagino en París, Venecia, Milán, Nueva York o Punta del Este —contraatacó—. Pero, como has dicho, tú estás justamente aquí. Y, ¡hey!, señor Incrédulo, si su pandilla está en la ciudad, ¿por qué te busca a ti para que la ayudes?
Juan Pedro apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta antes de que se apartara bruscamente del borde.—Estás celosa.
—Eres un imbécil.
—Brillante respuesta, Lali. Me has intimidado. ¿A dónde vamos?
—De vuelta a Sonne Brilliant. Necesito pensar. —Hizo un juego de cambios cuando salieron de Microcentro, volando a lo largo de la 9 de julio a toda velocidad—. ¡Por Dios, Peter, estás ciego! —Estalló al fin—. Viene aquí a jugar a la damisela en peligro y tú te comes el cuento.
—Ella no...
—«Oh, Juan Pedro, necesito tu ayuda» —la imitó, simulando sorprendentemente bien el suave y refinado acento británico de Pamela, mucho más teniendo en cuenta que ambas mujeres apenas habían intercambiado un total de cinco palabras—. «He abandonado a Martín y deseo tanto comenzar de nuevo, pero no sé cómo hacerlo sola. Eres tan grande y fuerte, y tienes tanto éxito, ¿no estás dispuesto a ayudarme?» —Lali lo miró de reojo—. ¿Fue algo parecido? «¡Dios mio!»
—Tal vez —dijo evadiendo lo asertiva que podía llegar a ser—. Pero...
—¿Lo ves? Quiere que vuelvas con ella.
—Bueno, no puede tenerme. Ya estoy ocupado. Pero me pidió ayuda y en parte soy el motivo de que hoy esté metida en este lio.
—No, fue ella misma la que se desnudo en la cama con otro y después tú diste el siguiente paso.
—Aun así...
—No puedes resistirte a ponerte tu brillante armadura, ¿no? —dijo con más calma, exhalando—. Y si yo lo sé, también ella lo sabe.
—Francamente, Lali, me parece que esto tiene más que ver con que Pamela está desvalida que con que esté actuado para obtener mi ayuda. Dudo que pueda encontrar un supermercado ella sola, mucho menos la góndola de la pasta de dientes.
—Pero no es pasta de dientes lo que busca.
Cuando se detuvieron en un semáforo, Juan Pedro se acercó y tomó la cara de Lali entre sus manos, besándola apasionadamente.—No te preocupes por esto. No tendrás que tratar con ella.
—Puede que yo no, pero tú sí. Y ten en cuenta que tiene una página web de divorciados donde da consejos sobre cómo evitar que te arruinen en un divorcio.
—¿De verdad?
—Sí. Interesante información. En serio, tienes que pasar más tiempo en internet.
—Demonios. —Antes de que Lali pudiera concluir su expresión arrogante con más comentarios, tomó aliento—. Me encargaré de que cerrar la página sea una condición para obtener mi ayuda.
—Genial. De todas formas, no necesitará la página, porque estará ocupada arruinándote en persona.
—Nadie me arruina, Lali. Jamás.
—Todavía, chico listo. Todavía.

ESTÁS LEYENDO
Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...
FanfictionMariana Espósito decidió dejar su vida delictiva y poner su propia agencia de seguridad. ¡Quién mejor que una ex ladrona de guante blanco para proteger a sus clientes! Juan Pedro Lanzani, el atractivo millonario con el que ahora comparte su vida y s...