Capítulo 79

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Peter estaba sentado en el camino de entrada de los Dalmau, con el auto apagado. Aquél era el porqué del conflicto entre Lali y él. Él había pasado por los medios legales, por todos los medios posibles, mientras que ella estaba en algún lugar, utilizando sus propios métodos de detección. No podía imaginar cómo se sentía ella en esos momentos, pero sabía de sobra cómo se sentía él: inútil. Y eso era, simplemente, inadmisible.

Lali no le había contado mucho, pero Peter era bueno prestando atención. Nicolás había sido arrestado con un Giacometti. Y resultaba que había visto uno en el escritorio de Bartolomé cuando había ido para descubrir a Daniel intentado avanzar con Lali. Si se enfrentaba a Daniel, por mucho que le encantara darle unos buenos golpes, podría poner en peligro lo que trataba de hacer Lali y lo que Castillo estuviera investigando.

Se detuvo, su nada concluyente, aunque sí muy interesante, conversación con Laura Bedoya-Agüero apareció en su cabeza. Agarró su celular y llamó de nuevo a Gastón.

—¿Qué? Sé que sigues aún en mi puerta.

—Inmobiliaria LaBa. Quiero todos sus documentos.

—¿Para qué los quieres?

—Y todo lo que puedas conseguir sobre los testamentos y las empresas de la familia Bedoya-Agüero —prosiguió Juan Pedro, haciendo caso omiso del comentario—. Los quiero para justo después de la reunión de mañana con Fittings-dom.

—Después de esto, vas a tener que pagarme una terapia.

—Te pagaré una semana en Cancún para Rocío, los chicos y tú.

—Trato hecho.

Colgó el teléfono. Resultaba, además, que Laura le había dado otra perspectiva para tener en cuenta. Por lo visto Pamela y Daniel tenían algún tipo de relación. Y Pamela le debía, como mínimo, un favor.

Sabiendo que era un error, Lali dejó que un valet parking estacionara el auto en el hotel Four Season. Esa noche no tenía tiempo para miramientos. En el lobby encontró una cabina telefónica y marcó el número de recepción.

—Buenas tardes, ¿con quién desea hablar?

—Con la huésped Pamela Lanzani–Valente, por favor.

—Un momento.
Al tercer tono, se oyó un movimiento al descolgar el aparato.

—¿Aló? —dijo la voz rasposa de Pamela.

Por lo visto Pame no tenía nada mejor que hacer el viernes por la noche que acostarse temprano, lo que venía a decir que Daniel estaba en otro lugar, y que podría haber estado tramando cualquier cosa.

—¿Señorita Lanzani–Valente? —dijo, arrastrando las palabras—. Al hotel le gustaría invitarle una botella de champán.

—Bueno, gracias —dijo Pame con la voz más animada.

—Desde luego. Su habitación es la número 816. Le enviaremos…

—Estoy en la 401 —la corrigió.

—Ah, sí. Discúlpeme. Ocho y dieciséis fue la hora en que recibimos el pedido. Su champán llegará en unos minutos.

—Gracias.
Lali colgó.

—Tonta —murmuró, dirigiéndose hacia el bar para tomar la botella de champán.

Hecho eso, subió al ascensor hasta el cuarto piso. Pamela tenía la suite del piso, extraña elección para alguien que trataba de vivir bajo un presupuesto, pero no conseguía descifrar el funcionamiento de la mente de la ex. Tocó la puerta, sosteniendo en alto la botella delante de la mirilla.

—Podría al menos haberla traído en una hielera —dijo Pamela, abriendo la puerta—. Esperaba más de… Ah, eres tú. Ándate.

—Gracias —respondió Lali, empujando a Pamela al pasar y cerrando la puerta, lanzando después la botella a un sillón—. Tenemos que hablar.

—Estoy ocupada. Chau.

Lali miró por la puerta abierta del dormitorio. Tardíamente se le ocurrió que Daniel podría haber estado en la cama con ella y que ése era el motivo por el que Pamela se había acostado temprano, pero sólo un lado de la cama estaba deshecho, y la televisión prendida.

—Ya veo lo ocupados que estas —repuso—. Richard Gere y tú.
Pamela se cubrió con la bata bordada del hotel.

—¿Qué es lo que quieres?

—Quiero tener una pequeña charla sobre Daniel.

—¿Por qué, es que no te basta con Juan Pedro? ¿Tienes que robarme a todos los hombres?

—Perdona, ¿cómo dices? —Lali arqueó una ceja—. Primero, Peter y tú llevaban tres años divorciados. Segundo, por lo que respecta a Daniel, ¡puaj!

—Lo besaste. Y no intentes negarlo, porque te vi.
Genial. No era ésa la conversación que Lali quería tener, y tampoco tenía tiempo para ella.

—Si quieres ponerte en plan técnico, fue él quien me besó, pero confía en mí, es todo tuyo. Ahora, siéntate.
Pamela se acercó a la mesita de café por un cigarro.

—No voy a permitir que me des órdenes, y no vamos a tener una charla. Sal de aquí antes de que llame a los de seguridad.

—Llámalos, de paso les pregunto si pueden verificar dónde estuviste esta tarde, y lo mismo sobre la noche en que fue asesinado Bartolomé Bedoya-Agüero.

—¿Qué? —Pamela palideció levemente—.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora