Capítulo 81

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—Es una obra de arte. Y la última vez que la vi fue en su casa, cuando Daniel me la enseñó y me preguntó cuánto creía que valía.

—Bueno… tu amigo no debería haberla robado.
Lali apretó los dientes.

—Le tendieron una trampa, y ahora quienquiera que lo hizo se está perdiendo de ganar cerca de un millón de dólares por ello.

—¿Un mil… ?

—Pensé que eso podría captar tu atención. Así que, ¿te has fijado o has escuchado a Daniel mencionar algo sobre deshacerse de algo?

—No hablamos de arte ni de dinero.

—¿Nada sobre dinero? ¿Sabe él que pretendes mudarte a Buenos Aires?

—Juan Pedro me está ayudando con eso —dijo Pamela con brusquedad.

—De acuerdo, deja que te pregunte esto: ¿Por qué una persona que podría necesitar dinero dejaría pasar la oportunidad de ganar mucho?

—¿Por qué no te largas?

—Te diré por qué —dijo pausadamente Lali, razonándolo en su propia cabeza al tiempo que lo decía—: porque tiene la posibilidad de ganar mucho más.

—¿Qué?

Tenía sentido. La policía no había dicho nada, pero estaría gustosa de apostar que uno de los rubíes Gugenthal había sido encontrado junto a la escultura Giacometti. Con un solo movimiento, Daniel habría logrado librarse de cualquier sospecha por el robo y el homicidio, y se lo había endosado a otro. Y dado que sin duda tenía el resto de los rubíes, sería libre de venderlos mientras las autoridades procesaban a Nicolás por tenerlos y negarse a divulgar su paradero. Y según su mejor información tenían un valor estimado de cerca de tres millones de dólares, por un mínimo porcentaje del coste. Sin pagar impuestos y sin informar de nada, para cualquier propósito recreativo que se le ocurriera. Además tendría la herencia libre de todo gravamen.
Se lo explicó lo mejor que pudo a Pamela, soportando en todo momento los insultos e insinuaciones sin queja alguna.

—Me estás diciendo que Daniel mató a su propio padre —dijo Pame con el tercer cigarro en la boca.

—Eso es lo que digo. Y aunque no lo hiciera, sí cometió el robo. Lo que significa que cuando lo arresten por eso, y me aseguraré de que así sea, volverás una vez más a ser arrastrada por los periódicos por mantener una relación con un ladrón y presunto asesino.
Por un momento pensó que Pame se había tragado la lengua.

—Esto es culpa tuya —la regañó, finalmente—. No sé cómo, pero es culpa tuya.

—No es mi culpa, pero voy a darte una ayuda para que puedas salir de esto por ti misma. Si trabajas conmigo, me aseguraré de que la policía sepa que has formado parte de la investigación en todo momento, y de que acudiste a mí con tus sospechas iniciales sobre un viejo amigo de la familia y su adicción a la cocaína.
Pamela dio otra larga calada, exhalando el humo a través de los labios. Luego aplastó la colilla.

—¿Qué tengo que hacer?

Sábado, 1:02 a.m.

Juan Pedro estaba sentado en el sillón del dormitorio de su suite, su celular y un cuaderno de notas a su lado, mientras cambiaba de canal. Cada vez que cambiaba de canal aparecía la hora, y había estado contando cada minuto.
Finalmente, pasada la una de la madrugada, se abrió la puerta a su espalda y seguidamente se cerró.

—Hola —dijo por encima del hombro.

—No hacía falta que me esperaras despierto —dijo Lali, tirando el bolso sobre la mesa auxiliar y hundiéndose en el sillón junto a él—. Mañana tienes un día importante. Bueno, ya podríamos decir que hoy.

—¿Y enfrentarme a tu sarcasmo cuando llegaras y hubieras tenido que despertarme? —contestó, relajándose al fin cuando ella se acurrucó a su lado y le pasó el brazo libre sobre los hombros.

—¿Alguna novedad?

—No podemos sacar a Nicolás de la cárcel hasta el lunes, como pronto. Es cuando lo llevarán ante el juez y acusarán formalmente. Es entonces cuando su abogado pedirá la libertad bajo fianza y…

—Fui a verlo —lo interrumpió.

—¿A Nicolás? —De pronto parecía que la realidad se hubiera desenfocado. Lali había ido a la comisaría por su voluntad dos veces en esa semana—. ¿Averiguaste algo nuevo?
Ella se encogió de hombros, acercándose un poco más a él.

—Sólo que está muy asustado por estar allí y que quiere salir ya.

—Lo siento —respondió en voz baja—. Con el fin de semana, pueden retenerlo un día más sin presentar…

—Conozco el procedimiento. —El contorno de sus hombros siguió erguido y tenso. Lali había tenido una larga noche.

—Gastón ya tiene a su equipo trabajando en el caso. Conseguirá la fianza el lunes.

—¿No crees que tal vez sea demasiado llamativo que uno de los socios de mayor antigüedad de un prestigioso estudio represente a un perista?
Juan Pedro se encogió de hombros.

—Tal vez. Pero puede jugar a nuestro favor. Dalmau, Rivas & Asociados  no arriesgaría su reputación por un matón.

—«Un matón» —repitió—. Que Nicolás ni te escuche decir eso, herirías sus sentimientos.

—He dicho que no era un matón.

—Ya sé. Creo que se me ha esfumado el sentido del humor.

—Lo que pasa es que estás cansada. ¿Qué te parece si lo solucionamos mañana?

—Nicolás dijo que el tipo que arregló la cita nunca apareció, y luego la policía entró en su casa y encontró el Giacometti en el ropero. ¿Ha descubierto alguna otra cosa Gastón?

—Sí. —No quería responder, porque eso daría inicio a toda una nueva serie de preguntas, y ambos necesitaban dormir un poco. Asimismo, se daba cuenta de que no iban a ir a ninguna parte hasta que le contara todo lo que sabía—. La policía recibió una llamada anónimo de que el tipo que había matado a Bartolomé Bedoya-Agüero había vuelto a entrar por otra pieza y, además, les proporcionó ubicación de Nicolás. Él estaba allí, y ellos encontraron el Giacometti que había mencionado la persona que los llamó, y…

—Y un rubí Gugenthal, ¿no?
El frunció el ceño. Gastón había tardado tres horas en descubrir lo que la policía había incautado durante el arresto.

—Podrías haberme llamado si ya tenías esa información.

—No la tenía.

—Entonces, ¿cómo… ?

—Una corazonada. Y apuesto que se trata del menos valioso del grupo.

—Eso todavía lo desconozco. Puede que Castillo lo sepa. —Apoyó la mejilla en su cabeza—. ¿Y conseguiste algo útil de Pamela?

—Es muy pronto para saber. Probablemente no debería haberle dado toda la noche para pensar las cosas, pero dudo que le vaya a contar algo a Daniel. Después de Martín, no creo que confíe tanto en su elección cuando a hombres se refiere.
Al menos no lo había incluido en ese pequeño grupo de villanos.

—¿Y qué es lo que está pensando exactamente?

—Te pondré al tanto mañana por la tarde.

—Lali…
Con un profundo suspiro se levantó, tirando de él para hacer que se parara.

—A la cama, por favor.

—Todo saldrá bien, lo sabes.
Ella esbozó una leve sonrisa.

—Sé que saldrá bien. Voy a encargarme de que así sea.

—Vamos a encargarnos, los dos, de que así sea —la corrigió, ocultando su alarma tras un fuerte abrazo. Si Lali mostraba su lado oscuro, que Dios ayudara a cualquier que la hiciera enojar.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora