Capitulo 19

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—¿Te parece bien que venga Pamela?
Lali había estado pensando justamente en eso.

—Resulta un poco extraño.
Lali retiró las sábanas y se paró de la cama, desnuda, suave y preciosa como la luz del día.

—Seguro que sí.

—Sólo te voy a decir que hagas lo que tengas que hacer, Peter. Remarco el «tú». Es ella quien se acostaba por ahí con tu amigo. No tienes por qué sentirte culpable de nada.

—Hum —respondió, levantándose por su lado de la cama y agarrando una bata—. ¿Has detectado todos esos problemas avecinarse simplemente por un saludo y un apretón de manos?

—Ella es realmente problemática. —Lali le lanzó una sonrisa mientras se dirigía al baño—. Pero yo también lo soy.

—Sí, lo eres. Debo decir que desayunar con las dos va a ser muy interesante.
Ella se detuvo en la entrada.

—Yo no voy a estar. Tengo que hablar con Nicolás y ver si alguien me ha mandado algún currículum. Y tengo que prepararme para una reunión.

—Bedoya-Agüero te ha perturbado en serio, ¿no?

—Sí, pero no me voy por eso. Si Pamela tiene algo que decirte, no querrá que yo esté por aquí. —Se apoyó contra el marco de la puerta—. Estás siendo muy comprensivo.

—Así soy yo.
Durante un momento escuchó el sonido del agua al caer y de cosas tintineando en el botiquín.

—Y ya tengo bastante de lo que preocuparme hoy como para agregar una pelea con Pamela Lanzani–Valente.
Así que estaba pensando en darle un puñetazo a Pamela.

—Tú ganarías, seguro —comentó—. No te voy a ofrecer ayuda para hacer un contrato para Bartolomé, pero estaré aquí redactando un artículo para una revista si quieres que te dé mi opinión sobre algo.

—Voy a estar bien. —Silencio—. Gracias.

—No hay de qué.

Juan Pedro acompañó a Lali hasta el Bentley y luego se quedó parado en el camino de entrada para verla partir hacia su nueva oficina. Cuando miró su reloj, eran las nueve menos cinco. Si Pamela se mantenía fiel a su costumbre de toda la vida, llegaría, por lo menos, veinte minutos tarde.  Obviamente Lali no estaba al tanto de eso, y obviamente había querido evitar toda posibilidad de cruzarse con ella.

Exhaló, sintiéndose ridículo por la tensión que le comprimía los hombros. Por el amor de Dios, con frecuencia se sentaba frente a ejecutivos muy poderosos, abogados y jefes de Estado sin siquiera pestañear. De hecho, a menudo era él quien hacía que se tensaran. Y esa mañana, con la visita de su ex esposa a desayunar, las yemas de los dedos las sentía frías. No se trataba precisamente de nervios, aunque le hubiera alegrado más tenerla de nuevo al otro lado del mundo. Tres años atrás la había encontrado en la cama con su amigo Martín Valente. La... cólera que había sentido lo había asustado, tanto por su intensidad como por lo que, durante unos ciegos y dichosos segundos, había considerado hacer.
Para su sorpresa, un Lexus negro alquilado subió hasta la casa a las nueve en punto. «Mmm.» Algo le preocupaba.

—Pamela —dijo, retrocediendo cuando Reinaldo le abrió la puerta del auto para que bajara.

—Juan Pedro. Roberto, me alegro de verte de nuevo. —Se había vestido con modestia, para tratarse de ella, con lo que parecía una blusa y una falda de Prada; un sencillo tono azul claro en la parte superior combinado con un vivido estampado africano en tonos marrones en la parte inferior, largo y suelto y que, sin embargo, conseguía adaptarse a sus curvas.
El mayordomo ni siquiera se inmutó por lo erróneo del nombre. Después de todo, había vivido más de un año aguantando a esa mujer.

—Señora Valente —respondió Reinaldo en cambio, transfiriendo la mano de la mujer a Peter.

—Es Lanzani–Valente —dijo alegremente, poniendo los ojos en blanco en beneficio de Peter tan pronto como el mayordomo se puso de espaldas.

—Ah, sí, tiene tantos nombres que me olvidé —contestó Reinaldo con un acento asombrosamente marcado.
Juan Pedro le brindó una sonrisa a Reinaldo al tiempo que acompañaba a Pamela hasta la puerta principal.

—Gracias por atenderme —dijo—. No estaba segura de que lo hicieras.

Había servido el desayuno en el comedor, en gran parte porque no quería tener que escuchar su conversación acerca del bonito paisaje de la piscina o sobre el tiempo.

—¿Qué te trae por Buenos Aires?

—Eso de la pared, ¿es un nuevo? —comentó, deteniéndose a pasar la mano a lo largo de la textura de adobe del acabado en el corredor de la planta baja—. Es precioso. ¿Has remodelado la galería superior?

—Teniendo en cuenta que tu esposo fue quien ordenó que la hicieran volar —respondió, manteniendo un tono tranquilo—, no creo que sea un tema tuyo.

—Mi ex marido —lo corrigió, aclarándole la última parte de su frase—: Me estoy divorciando de Martín.

Tomándose unos minutos para asimilar esas noticias, Peter le señaló con un gesto que entrara en el comedor y tomara asiento cerca de la puerta. Debido a su aceptación de tenerla allí, había pedido a Hans que tuviera listo el desayuno en vez de esperar a ver qué quería tomar. Se sentó frente a ella e hizo un gesto con la cabeza a uno de los empleados y la comida comenzó a aparecer procedente de la cocina.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora