Capítulo 82

95 8 0
                                        

La primera parada de Lali de esa mañana fue en una joyería, donde compró un caro collar de esmeraldas con una antigua montura en oro que se asemejaba mucho a las fotos que había visto de la colección Gugenthal. Luego fue a una tienda de accesorios para adolescentes y compró un gran collar de rubíes falsos. Después de eso, sólo necesitó algunas de sus más delicadas herramientas de ladrona para sustituir la esmeralda por el rubí de vidrio.

Era una gran jugada la que iba a poner en práctica, pero era lo mejor que se le ocurría. Había pasado la mayor parte de su vida confiando en sus instintos, y no iba a cambiar eso sólo porque fuera la vida de Nicolás, y la suya propia, la que estuviera en juego.

A Peter no pareció gustarle el vestido sin mangas con estampado de flores que había decidido ponerse aquella mañana, pero sabiendo que él mismo había estado ocupado vistiéndose para su reunión con un traje negro de Armani y una corbata azul marino, ninguno había dedicado demasiado tiempo a conversar. Peter odiaba que le deseara suerte, seguramente por las mismas razones que ella, así que se decidió por un simple «Estás para comerte», y se marchó a hacer sus cosas.

Para la tercera parada manejó hasta el hotel donde Michael Lyon se hospedaba. Le sorprendió que Lyon la hubiera citado allí, sobre todo con el resto de la directiva de Fittings-dom rondando los pasillos. Por otro lado, Lyon tenía una importante reunión dentro de unas horas, y probablemente no estaba de humor para mantener un pequeño encuentro clandestino en una cafetería.

Lyon abrió la puerta sólo un par de segundos después de que ella tocara. Estaba nervioso, aunque Lali no estaba segura si era por su presencia o por las dos horas que faltaban para encontrarse con una artillería de Lanzani a pleno.

—Señorita Espósito —dijo, dando un paso hacia atrás para darle pase a la habitación—. ¿Pudo encontrar al chantajista?
Ella asintió, entregándole el sobre que contenía la foto y el negativo.

—Aquí tiene.
Michael lo abrió, sacando el contenido y examinando los dos artículos.

—¿Tuvo algún problema?
Lali se encogió de hombros, controlando el impulso de tocarse la frente golpeada, oculta tras un par de centímetros de maquillaje.

—El tipo me destrozó el auto, pero yo me sé defender, así que yo diría que funcionó.

—¿No me… traerá más problemas?

—No. Tiene armado todo un negocio con ese jueguecito de la cámara indiscreta. Imagino que irá a la cárcel un par de años.

—¿Y mi implicación?

—No es tan asqueroso. Usted no está comprometido de ninguna forma.

—¿No se ha guardado alguna copia de la fotografía para usted?
Lali le dedicó una sonrisa, aunque no se sentía particularmente divertida.

—¿Para poder chantajearlo a fin de que trabaje con Peter, tal vez? Esto es entre usted y yo. No me he guardado nada, y él no está al tanto. Dios mío, podría incluso no pagarme y seguiría sin decirle nada. —Dejó que su sonrisa se volviera más amplia—. Pero yo no le recomendaría que fuera por ese camino.

—Ya lo imaginaba.
Lyon se llevó la mano al bolsillo del saco y sacó un cheque, que le entregó a ella. Lali se lo guardó en el bolsillo sin comprobar la cantidad.

—Por cierto —agregó, caminando hacia la puerta—. Le creo en lo referente a las circunstancias. El fotógrafo tendió trampas a otros tipos además de a usted. Y la señorita prostituta va a pasar varias noches en vela mientras la policía la busca.

—Gracias.
Abrió la puerta al tiempo que se encogía de hombros.

—Parece usted un buen tipo. Me alegra que me buscara.

—¿Señorita Espósito?
Ella se detuvo a medio salir.

—¿Sí?
El le indicó que pasara de nuevo a la habitación.

—¿Podría hacerle una pregunta personal?

—Está bien. Pero no puedo asegurarle una respuesta.

—Me parece justo.

Lali cerró de nuevo la puerta, dejando una mano sobre la chapa. Teniendo tantas cosas de qué ocuparse ese día, no le quedaba tiempo para esto. Por otra parte, intentaba poner en marcha un negocio, y no estaría de más causar buena impresión al primer cliente de pago, aunque aquello no hubiera tenido absolutamente nada que ver con la seguridad del edificio.

—Juan Pedro Lanzani —dijo.

—Como ya le he dicho, esto es entre…

—Entre usted y yo. Ya lo sé. Pero quería pedirle su opinión sobre él.
Profundamente sorprendida, Lali consideró la respuesta.

—Vivo con él, así que debo tener una buena opinión sobre él.

—No me refería a eso.
Ella hizo una mueca.

—Ok. No hay mucha gente en quien confíe, pero confío en Juan Pedro Lanzani. ¿Eso le sirve?
Él asintió.

—Mucho. Gracias una vez más.

—De acuerdo.

Lali volvió al Bentley y salió a hacer su tercera gestión. Por suerte, Pamela ya estaba vestida y la esperaba en el lobby del hotel Four Season.
Lali la observó durante un segundo.

—Lo harás —dijo.

—No me queda de otra —respondió Pamela, estirando la mano—. ¿Dónde está?
Lali le entregó el collar.

—Sólo recuerda que fue un regalo. No des explicaciones de ello.
La ex se lo abrochó al cuello.

—Sé cómo llevar puesta una joya, muchas gracias.
Mirando fijamente con ojo crítico el cuello de Pamela, Lali asintió.

—Parece en orden. ¿Y dónde lo conseguiste?

Con un suspiro de reproche, Pame la siguió hasta el Bentley y recitó:
—Me lo dio Daniel la otra noche durante la cena. Dijo que debería nadar entre rubíes y esmeraldas.

—Cubrirte. Dijo que deberías estar cubierta de rubíes y esmeraldas.

—¿Qué?

—Bañarte en ellos dolería.

—Puta —respondió la ex, dejando que un valet la ayudara a subir al asiento del pasajero.

—Zorra —contestó Lali, dándole propina al otro valet y subiendo sin ayuda. Todo eso del valet parking no estaba tan mal, pero detestaría depender de que le entregaran su auto mientras intenta salir rápido.

—Sigo sin entender de qué va a servir esto —dijo Pamela, jugueteando con el corto dobladillo de su vestido blanco y amarillo de diseñador.

—Es simple. Un almuerzo benéfico sentadas en la misma mesa que Laura Bedoya-Agüero. Te verá llevando el rubí, preguntará de dónde lo has sacado y yo me encargaré del resto.

—Pero dijiste que Daniel le robó a su padre.

—Seguro que Laura también lo creerá. Quiero ver su reacción.

—Me parece que no sabes nada y que sólo intentas arruinarme la vida otra vez.

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora