Capitulo 16

133 9 0
                                    

Cruzaron las puertas hasta las frías profundidades del club. Después de estar tres años en Buenos Aires, se había acostumbrado a ver las caras en el periódico, pero resultaba un poco raro tener a ex presidentes, ejecutivos, magnates del petróleo, actores y modelos codeándose entre sí. Y más raro todavía era que muchos de ellos conocían y buscaban a Juan Pedro para saludarlo o intercambiar unas palabras sobre asesoramiento financiero.

—Me pregunto cuántos de estos tipos pertenecen a tu club de admiradores —murmuró, alargando el brazo para tomar una copa de champán y entregarle otra a él.

—Sí, bueno, espero que hayas notado cuántos de estos hombres te miran a ti —respondió, dirigiendo su sonrisa a otro más de sus conocidos.

Lali se había dado cuenta que las miradas a sus pechos y de las expresiones apreciativas a su rostro y su trasero. Quienes no sabían que era Lali Espósito, experta en seguridad y actual pareja de Lanzani, probablemente se preguntaban quién era.

A Peter se le había conocido por salir con actrices y modelos y, aunque ella no podría encajar exactamente en esa categoría, hacía deporte, en medio de todo. De pronto le vino algo a la cabeza.

—¿Hay aquí alguna de tus ex novias?

—Seguro. ¿Por qué?

—Qué se yo. Se me ocurrió que podríamos comparar apuntes o algo así.
Él frunció el ceño.

—Ni se te ocurra.

Así que había encontrado un tema delicado. La verdad era que había logrado pasar tres meses en Inglaterra sin cruzarse con su ex esposa, Pamela, pero claro, tampoco es que hubiera estado impaciente por conocer a la mujer. Y a menos que estuviera terriblemente equivocada, podría asegurar que Peter tampoco esperaba aquello con ilusión.

—Ahí está Bartolomé Bedoya-Agüero —murmuró un momento después, señalando con la cabeza hacia una de las tres barras—. ¿Quieres que te lo presente?

Una sorprendente ráfaga de nerviosismo se apoderó de ella. Había realizado un par o tres de consultas sobre seguridad para Peter y sus colegas en Inglaterra, pero si no arruinaba todo, Bedoya-Agüero sería el primer cliente oficial de Espósito Security. Lali se contuvo de fruncir el ceño. Necesitaba un nombre con más clase.

—No, ya me encargaré yo —dijo—. Además, la chica de la puerta que viste esas tiritas blancas transparentes no te quita la mirada de encima desde que entramos. Deberías saludarla antes de que el vestido se le caiga del todo.
Liberó la mano, pero Peter la agarró del brazo.

—Iré a verte dentro de unos minutos. —Sus ojos se cruzaron con los de ella—. Buena suerte, Lali.

—La suerte es para los idiotas, Pitt, pero gracias.
Tragando saliva, se encaminó entre el resplandor y el perfume hacia el hombre de hombros rectos que sostenía un vaso medio lleno de licor.

—¿Señor Bedoya-Agüero? —arriesgó, deteniéndose frente a su último objetivo, cliente potencial, y notando, a juzgar por el leve olor en su aliento, en que su bebida era vodka. La bebida predilecta de su difunto padre.

Era un poco más alto que ella, y lucía un cuarto de su pelo. A menos que supiera jujitsu o algo similar, seguramente podría ganarle en una pelea. Pero cuando se giró hacia ella, su dura mirada revelaba algunas de las mismas cosas que la de Peter; este hombre estaba acostumbrado a tener el control en su mundo, y estaba acostumbrado a ser obedecido. Y también vio algo más: preocupación.

—Mariana Espósito —respondió, estrechando la mano que ella le tendía—. La he visto en fotos.

—Ha habido alguna que otra dando vueltas por ahí —reconoció—. Gracias por hacerme llegar las invitaciones para esta noche.

—Entrada libre o no, sigo esperando que Lanzani haga una donación. Espero que haya traído su chequera.

—Tendrá que preguntárselo a él, señor —contestó, haciendo un ajuste mental para adaptarse a su actitud directa. Armonizar siempre era la clave—. ¿Prefiere hablar ahora o deberíamos concertar una cita?

—Ahora es un buen momento. Detesto perder el tiempo en estos eventos de sociedad.

—Perfecto. ¿Por qué no empieza por contarme qué es lo que le preocupa?
La miró durante un momento sin alterar su expresión.

—Tuvo un cara a cara con Martín Valente.

—Sí, en cuanto descubrimos que él estaba detrás del robo de las obras de arte de Peter.

—Me refiero a que luchó con él físicamente.
Lali frunció los labios, esperando que a su potencial cliente no le gustaran las peleas de barro, camisetas mojadas o ese tipo de cosas.

—Empezó él. —También había sido Valente quien le causó la conmoción cerebral que la dejó dos semanas en una clínica de Londres.
Bedoya-Agüero sonrió, algo que le pareció no hacía con demasiada frecuencia.

—Conozco los rumores que corren sobre usted —dijo—, y sobre el historial delictivo de su padre y cómo murió en prisión.

—No he ocultada nada de eso.

—No, no lo ha hecho. Pero no termino de creer que nunca haya seguido el mismo camino que su padre.
Ahora Lali se preguntaba si se trataba de alguna especie de trampa de la Interpol.

—Si no confía en mí, señor Bedoya-Agüero, probablemente debería contratar a otra persona.

—No he dicho que no confíe en usted. —Echó una mirada alrededor del salón—. De hecho, me agrada lo que ha hecho con su vida. Se necesitan agallas para abrir esa caja y salir de ella, jovencita.

—Gracias. Pero ¿de qué le sirve todo esto a usted?

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora