Capítulo 72

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De verdad no sé. —Alargó el brazo y le puso bien la manga—. ¿Sabías que Daniel sale con Pamela?

—Sí.

—¿Y no me contaste porque… ?
Lali le guiñó un ojo.

—¿Cuándo le pusiste El Espósito a tu yate?
Él parpadeó.

—No cambies de tem…

—Algunos se tatúan el nombre de sus novias en los brazos. Tú se lo pones al barco.

—No me gustan los tatuajes.
Sonrió, incapaz de evitarlo.

—Eres tan increíble, Peter. Soy el yate más grande de la marina.
Peter dejó escapar el aliento.

—¿Qué se supone que debo hacer contigo? —murmuró, tomándola de la mano y acercándola más para darle un beso.
Ella cerró los ojos, disfrutando del cálido e íntimo contacto.

—Me tatuaré tu nombre en la parte de atrás, si quieres.
Él emitió un sonido ahogado que podría haber sido una carcajada.

—No quiero ver mi nombre en tu trasero. No necesito instrucciones.

Eso era completamente cierto. Con el recuerdo de la mañana fresco en la cabeza y el alivio de que Peter no estuviera enojado con ella, de repente necesitaba… Ignoraba el qué, pero con solo verlo sabía que solo Peter podría dárselo. Dio un paso adelante y le rodeó el cuello con los brazos, apoyando la cabeza contra éste.
Al cabo de un segundo Peter le rodeó la cintura con los brazos, y la apretó fuertemente contra él.

—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Ella asintió, sin querer soltarlo, negada a dejar pasar el momento. Y pensar que Daniel creía que podía ofrecerle más que Peter. ¡Ja! Daniel no tenía ni idea de lo que ella necesitaba, o quería.

—¿Peter?

—¿Mmm, hum?

—Creo que fue Daniel. Creo que, o contrató a alguien, o lo hizo el mismo.

—Tú… ¡Caramba, Lali! —No le preguntó qué pruebas tenía, o cómo lo sabía. En cambio, deslizó la mano hacia arriba por su espalda, meciéndola con lentitud adelante y atrás y dejando que ella continuara el abrazo tanto tiempo como quisiera.
Finalmente Lali tomó aire. «Recomponte, Espósito.»

—Lo siento —murmuró, levantando la cabeza.

—¿Por qué? —Agarró su cara entre ambas manos—. En realidad me siento aliviado. Comenzaba a pensar que la criptonita era lo único por lo debíamos preocuparnos en lo que a ti respectaba.

—Ah, ja, ja. Lo que pasaba era que no estaba preparada para navegar con un posible asesino.

—Ya que tocas el tema, no se te ocurra hacerlo de nuevo, Lali. Ni siquiera si se lo cuentas primero a Gastón. A menos que quieras que me dé un infarto antes de cumplir los treinta y cinco.

—No, no quiero eso. —Le dejó un beso sobre la barbilla—. Deberíamos salir de aquí antes de que Daniel nos vea juntos.
Peter enarcó una ceja al tiempo que sostenía la puerta para que ella subiera.

—¿Y por qué no queremos que nos vea juntos?

—Porque me estoy escapando a espaldas tuyas para verlo, y él se empeña en seducirme para alejarme de ti.
Él se quedó en silencio durante un instante.

—Ah. Más le vale, entonces, que lo metan preso por algo —murmuró al fin—. Si no, iré yo, por intentarlo matar a golpes.

Lali no se molestó en decirle que controlara su testosterona; sabía qué puntos presionar para provocarlo y, por sus acciones, sabía que Daniel había presionado varios de ellos. Al mismo tiempo, su respuesta parecía casi… calmada. Lali tomó una rápida bocanada de aire. Peter se había tomado en serio su pedido de un poco de confianza. Por supuesto, aun teniendo pendiente una crucial reunión al día siguiente había corrido a buscarla para asegurarse de que estuviera bien, pero Lali habría hecho lo mismo por él. Ambos sabían lo peligroso que podían llegar a ser sus vidas.

Asimismo, resultaba un tanto aterrador entender lo mucho que había llegado a confiar en la opinión de Peter, en su juicio, en su sola presencia. No estaba acostumbrada a confiar en nadie más que en sí misma. Aquello encabezaba las cinco reglas para ladrones creadas por Carlos Espósito. Jamás cuentes con nadie que no seas tú mismo. Sin embargo, había comenzado a preguntarse si no sería que Carlos no había conocido a nadie en quien pudiera llegar a confiar. Ella sí lo había hecho.

—Voy a ver a Gastón —dijo, dejando que sus manos se deslizaran con lentitud por sus hombros.

—Yo también tengo que ir a la oficina, antes de que la declaren abandonada y se apoderen de los muebles de Nicolás. Y tengo que ingeniar un plan para demostrarle mis corazonadas a Castillo. Esto de las pruebas es una tontería.

—Sí, mi vida. Pero es necesario si quieres ganar la apuesta. —La besó de nuevo, seguidamente la ayudó a subir al auto y cerró la puerta.

Así era Peter, un caballero en todo momento, muy aparte de algo que pudiera estar sucediendo. Ambos se dirigieron hacia Microcentro y a Lali no le sorprendió en absoluto que Peter se mantuviera detrás de ella durante todo el camino, a un vehículo o dos de distancia. Creía haber dejado muy claro que sabía cómo cuidarse, pero, al parecer, los antepasados de Peter habían sido caballeros de brillante armadura… y obviamente Peter había heredado su mentalidad de «defensores de damiselas en apuros».

Cruzó la avenida Corrientes, y a Peter le detuvo el semáforo en rojo. Lali en parte esperaba que se lo pasara, pero no lo hizo. Hoy, al menos, el caballero obedecía la ley.
El Mustang dio un empellón hacia delante cuando el metal impactó contra metal. Lali se golpeó la frente fuertemente contra el volante.

—¡Qué fue eso!

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora