Capítulo 65

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-No lo sé. Estás harto de una reunión que puede reportarte ocho millones de dólares, y yo tengo a tu rival y a un tipo muerto que no puede pagar como cliente. Tal vez deberíamos mudarnos a otro lado y vender repuestos para autos.
Riendo, Juan Pedro besó sus dedos.

-Eso sí que sería aburrido. Incluso teniéndote a ti como socia.
Ella dejó escapar un profundo suspiro.

-Supongo que tienes razón. Muy bien. Me voy a trabajar. ¿Qué tienes en tu nueva y mejorada agenda?

-Más vale que termine de revisar el contrato para el estudio de Gastón pueda elaborar nuestra propuesta, y tengo que trabajar un poco en el tema de Pamela.

-Genial. Sólo acuérdate que sugerí vender repuestos -asintió mientras se levantaba de la mesa, terminando de un sorbo su bebida.
Juan Pedro la rodeó por la cintura con el brazo y la sentó de nuevo sobre sus piernas.

-Salgamos a comer esta noche. Tú eliges el lugar.

-Mañana tienes una reunión.

-Me las ingeniaré. Quiero ir a comer contigo.

-En fin, eso es mejor que ir a pescar. -Agarró su mejilla con la mano libre y la besó-. Tenemos una cita. ¿Puedes prestarme otra vez el Mustang? Nicolás todavía tiene mi carro.
Estaba a punto de sugerir que Ben la llevara a trabajar, pero tenía que recoger a la junta directiva de Lyon.

-Por supuesto. Pero no le hagas ningún rasguño.

-Nunca me has pedido eso con el Bentley.

-El Bentley es tuyo. No voy a entregar el auto que amo a nadie.
Ella no puedo evitar reírse. Lo abrazó y le besó la curva de la oreja.

-Qué pena que esté Reinaldo -susurró-. En estos momentos tendrías mucho más que suerte.

Se bajó de un brinco de su regazo y desapareció por el corredor, todavía riéndose. Cambiando el gesto, Peter simuló leer de nuevo el periódico hasta que pudiera levantarse sin quedar en evidencia.

No había rastro del Bentley cuando Lali entró en el estacionamiento. Cuadró el Mustang, pero su mano quedó suspendida antes de terminar de apagar el motor. ¿Qué iba a hacer ella en la oficina? ¿Revisar solicitudes para recepcionista? Por lo que sabía, Nicolás ya había contratado a alguien. ¿Organizar una campaña de publicidad? Esa sí que era buena. A lo mejor podría encontrar un método discreto de anunciar que su primer cliente potencial había sido asesinado un día antes de contratarla, y que de paso se hacía cargo de un caso de chantaje.

-¡Caramba! -murmuró, sacando de mala gana la tarjeta de Daniel Bedoya-Agüero del bolsillo. Tenía que resolver todo aquello antes de que pudiera dedicarse a cosas mundanas como mandar a hacer sus propias tarjetas. Y ahí estaba esa bendita palabra otra vez. «Mundano.»
Bastó cinco tonos para que su llamada fuera atendida.

-Más vale que sea importante -llegó la voz grave y furiosa de Daniel.
¡Ups! Había olvidado que recién eran las ocho en punto.

-Hola, Daniel. Soy yo. Mar...

-Hola -la interrumpió, su voz se hizo más aguda-. Dame un número y te llamo en cinco minutos.

Lali le dio el número y colgó. Mmm. Nada de nombres por su parte. El nombre de «Mariana» no era tan sospechoso, a menos que la otra persona con la que estaba supiera quién era Mariana. Así que Daniel y Pamela dormían juntos. Y Daniel estaba coqueteando con ella al mismo tiempo.

-¡Tramposo!
Se tomó esos cinco minutos para llamar a Castillo.

-¿Fuiste al velorio? -preguntó Franco apenas contestó.

-¿Tú no?

-Sí, claro. ¿Algo interesante?

-¿Cómo es que pude entrar en el escritorio de Bartolomé Bedoya-Agüero sin problemas? -lo interrumpió-. ¿Te quedaste sin cinta amarilla?

-Oye, si hubiera sido por mí, toda la casa estaría encintada. Pero no depende de mí, y la Oficina del Forense sacó todas las huellas y tomó todas las fotos que necesitaba. Así que, ¿para qué me llamas? ¿Para reírte de cómo distribuyo mi cinta?

-Si alguien de la familia vende algo de Bartolomé en estos momentos, ¿puede hacer eso?

-Técnicamente, no. Es una investigación de homicidio; y aunque no lo fuera, la compañía de seguros tiene los activos incautados. Hay muchas manos que quieren un trozo de la torta. ¿Por qué?
No pensaba comentarle sobre el BMW, sobre todo si eso ponía a Daniel sobre aviso de que estaba observando sus movimientos. Lali entrecerró los ojos.

-Tengo una corazonada. Te aviso si resulta. Pero ¿de qué manos hablas?

-Lali, si sabes algo...

-Franco, ¿qué manos?

-¡Por Dios! Me caías mejor cuando no me llamabas. Lo de siempre... una hermana y su familia, dos socios de negocios, y sus hijos.

-¿Dos socios de negocios?

-Sí. No se ha descartado a nadie pero... bueno, entre tú y yo, quieren que descongelen los activos de su empresa.
Puede que así fuera, pero tanto si arriesgaba por Daniel como si no, no iba a descartar a nadie.

-Está bien. Gracias.

-Lali. Espero que me cuentes cualquier cosa que sepas...

Arte para los Problemas 2: De Ladrona a...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora